EPC Espacio Psicoanálisis Contemporáneo

EPC Espacio Psicoanálisis Contemporáneo Espacio Psicoanálisis Contemporáneo es un colectivo de lectura, escritura e investigación sobre l Por lo tanto el
espacio psicoanalítico es un espacio social.

La construcción de un espacio es una tarea colectiva en la que venimos trabajando sin
pretenderlo. No se trata de fundar una nueva institución, sino de reconocer los lazos en los que
hemos ido sembrando y recogiendo los frutos de nuestro trabajo. Esos lazos son la atmósfera en la
que respiran las almas de las diversas prácticas que nos entrecruzan en el espacio social. Porque
en primer lugar, tamb

ién reconocemos que el psicoanálisis es una práctica social. Declaramos por eso mismo que no estamos fundando nada, sino reconociendo y formalizando ese
reconocimiento en la nominación de este espacio como psicoanalítico y contemporáneo, porque
las condiciones de la producción de subjetividad de la época nos condiciona en la construcción de
ese espacio en el que hemos venido produciendo. Reconocemos entonces que en el psicoanálisis
hay un diálogo necesario con la época, porque nos obliga, esta nuestra práctica, a desentrañar,
pensar, reflexionar cuáles son las maneras en que se actualizan esas prácticas como algo vivo,
palpitante, transformador. Nuestra materia es la vida. Hablamos y nos dirigimos a hablar de la
vida. Eso es lo que también hace un psicoanalista. Soporta la muerte para dirigirse a la vida, a la
vida del individuo en sociedad. No hay razón para pensar un individuo si no es reconociendo las
condiciones de su existencia en cada época. Tampoco estamos fundando una institución para proponernos arriar adeptos, sino más bien aunar
los espacios en los que, como ciudadanos, ya venimos pensando la vida. No es un espacio que
solamente habiten los psicoanalistas. Nos despojamos así de toda pretensión tecnicista, o de la
construcción de un cubículo de “especialistas”. Nos interesa la producción reflexiva que el
psicoanálisis pueda aprovechar para hacer “progresar” su discurso en los términos en los que este
progreso puede ser planteado en psicoanálisis, es decir, el progreso y la actualización de una
práctica que debe mantenerse “viva” para dirigirse a la “vida” y a la conciencia de vivir que es la
propiedad de los individuos conscientes. La colectividad protege y crea las condiciones para
proteger entre todos esa conciencia de vivir de los individuos. A esto le podemos llamar
“Ciudadanos del psicoanálisis”, todos aquellos analistas y no analistas que, interesados en el
psicoanálisis desde el punto de vista teórico y práctico (analizantes o psicoanalizantes) intervienen
desde ya en ese progreso. Solo falta reconocerlos y por obra de ese reconocimiento compartir el
espacio de hecho. La “institución-espacio” tiene una formalidad legal, pero en realidad se reduce a una casilla de
correo, electrónico o no, en donde se depositan y comparten las producciones de ese intercambio
que se da en el espacio y en la atmósfera común. La producción de libros, de conferencias, de
ideas, de charlas, de conversaciones, de cualquier tipo de intercambio que surja de esa necesidad
de expresar y testimoniar la experiencia fundamental de haber adquirido una conciencia, aliviando
el malestar y trabajando sobre la raíz del malestar en la cultura – como lo nombró Freud – para
despejar las soluciones en cada quien. Soluciones para el deseo. Los ciudadanos serán nombrados “ciudhaddadnos”, en un guiño-homenaje a la obra de Gerard
Haddad, en la que se deja en claro, por su propia obra más que por alguna de sus
conceptualizaciones en especial, que de lo que se trata en psicoanálisis, como en cualquier otra
práctica, es de no temer, no retroceder, ser capaz de tomar la posta de su deseo y llevarla
adelante en una dialéctica irreprimible que conduce a la producción de una solución particular,
expresada en el testimonio de análisis llamada por Lacan “pase”, un dispositivo todavía en debate,
en discusión. Nosotros nos hemos dado cuenta de que el Pase es un testimonio del que, en primer
lugar, hay que darse cuenta que se lo está dando. Solo hay que formalizarlo en un cuando, un
dónde y un porqué. No se trata de hacer la historia de un análisis, sino de construir una historia
de la producción de conciencia, que aquí entendemos de manera freudiana: entendemos que por
conciencia Freud puntualizó, en su raíz, y más allá de cualquier lectura técnica, una “conciencia de
vida”, lo cual implica un enfrentamiento con la muerte. Esto es un análisis: el enfrentamiento con
la finitud y, en esa raíz, la creación de las condiciones de una vida “vivible”, o sea, existir. La vida, así, es también una producción estética singular, articulada al deseo, al goce y al amor. Es
una “pintura” dinámica que va cambiando el paisaje pero que cuando instala un marco, ya no se
pierde más. Y también es la voz creadora del espacio, la profundidad, el más allá del espejo, la
materia oscura de la existencia, el tiempo. En el anudamiento entre lo visto y lo oído, la voz y la
mirada, los objetos parciales en los que se recorre un cuerpo vivo, existente en la existencia, que
no es lo “puro vivo”, sino en dialéctica con el no-ser. La cuestión estética es fundamental para no
confundirla con ningún canon, para desarraigarnos de una idea de lo bello como obstáculo, como
un bien que tapona el deseo, lo inhibe. Lo estético lo visualizamos en relación al poema, a ese
borde ente palabra y escritura en el que se produce una chance, una posibilidad: lo inmortal, lo
que no muere. Si el destino del individuo está “escrito” en la muerte, un sentido real para la
existencia de cada quien tendrá que ver con la inmortalidad que logre marcar, la transmisión, la
huella de un vivir. Del mismo modo en que el arte nació dejando huella del paso de los hombres
por el mundo, del mismo modo la existencia individual deja su huella, y a esa huella le llamamos
“huella estética”, son nuestras pinturas en las cuevas de Altamira. Por otro lado, ubicamos cuestiones materiales bien concretas: las condiciones de producción de la
subjetividad y su achatamiento en el plano bidimensional de los programas de producción de la
renta. El sujeto contemporáneo se efectúa cada vez menos y queda aplastado en los programas de
rentabilidad que hoy están determinados de forma fundamental por la especulación financiera. Los llamados “ataques de pánico” se producen en esa alienación y son un límite de reaparición del
cuerpo, borrado e inexistente en sus dimensiones múltiples y en el relieve en el que respira. Es
achatado una y otra vez en el plano de los directorios corporativos, en las contabilidades, en los
diseños publicitarios o en las oficinas de desarrollo de recursos humanos. Esa bidimensionalidad
niega al cuerpo que Freud se encargó de escuchar, dándole nuevamente relieve en la invención
del concepto de pulsión. Los cuatro elementos de la pulsión dan cuenta de las cuatro dimensiones
en los que ese concepto hace su lengua de expresión. El cuerpo se recorre a sí mismo en cuatro
dimensiones, y se “aplasta” en dos, según el capitalismo contemporáneo. Esa es su alienación, en
los términos de la acumulación de capital, y de garantizar las tasas de rentabilidad de las
corporaciones mundiales. La vida humana, en esas condiciones, es objeto de desprecio, y
adquiere, ese desprecio, distintas formas, más o menos sutiles, o directamente manifiestas. A eso
denominamos el poder concentracionario que, cuando estalla, desata la angustia, que no procura
ninguna solución, sino la búsqueda desesperada de regreso al “redil” del poder concentrador,
haciéndose objeto, el individuo, de la “utilidad” tranquilizadora. El estallido produce un
vaciamiento que, si es controlado y no daña, luego permite reiniciar el proceso de “llenado” para
finalmente recomenzar la alienación. Los individuos se “desesperan” por reincorporarse a ese
circuito sin darse cuenta que es de ese modo en que se inmolan en una suerte de “fanatismo”
velado, de fundamentalismo capitalista, que los convierte en fusibles posmodernos. Freud descubre la corporeidad enterrada, arqueologizada en los diseños de la rentabilidad
capitalista. Recupera el discurso de un amor Real, que es el amor de transferencia, y recupera para
el individuo la potencia de la finitud, lo cual lo enfrenta con aquello que más teme: la vida en serio,
la conciencia de vivir, el “hacer consciente lo inconsciente”, es decir, las huellas de una infancia
indestructible que “sobrevive” en las voces y en los visto plasmado en la carne, en la corporeidad
pulsional. La infancia es el poema del hombre, un poema que hay que volver a recitar, y ese es el
entretejido de un psicoanálisis. El analista es quien está capacitado para “leer” el poema de la
infancia del sujeto que se escribe en cada ocasión de manera distinta. Solo basta leer para que se
relance lo humano y se desacople de la bidimensionalidad pura de los programas de diseño
corporativo. El fundamento freudiano es que inicia el proceso por el que se descubre el verdadero
idioma de la existencia humana. Esa lengua no se despliega en los planos, sino en los cuerpos, y en
el recorrido de sus torsiones, transformaciones, giros, reposicionamientos, cortes y montajes. La
lengua actúa en la carne dándole espacialidad-temporal, y en esas cuatro dimensiones se proyecta
las formas en que Lacan va formalizando los descubrimientos Freudianos, sus intuiciones potentes,
sus anticipaciones científicas. Una lengua de lo humano. Lacan, para entender esa lengua y para
hacer legible el modo en que funciona utiliza la topología. La topología es el lenguaje del poema y
el lenguaje de los cuerpos. El analista habla y entiende en esa lengua. El analista “descubre” que esa alienación no se hace separación, en la lógica del estallido
capitalista deshumanizante. Esa alienación se hace estallido catastrófico, luego de una
acumulación portentosa. La salida es el estallido. Y el pánico. Es la lógica mediática llevada al
paroxismo.

Octubre mes de cambiosEstamos a las puertas de un acontecimiento. No se trata ya de seguir las pizarras con las oscilaci...
04/10/2025

Octubre mes de cambios

Estamos a las puertas de un acontecimiento. No se trata ya de seguir las pizarras con las oscilaciones de las diversas inscripciones que toma el dólar en nuestro país. Las simbólicas y las de las estrategias financieras que inscriben Oficial, Blue, MEP, Turista, Financiero. Tampoco es solo la voluntad de resiliencia de los jubilados azuzados y violentados en los alrededores del Congreso. No les permiten el abrazo ritual. No están solos y comparten las ruedas de participación dolorida de la emergencia en discapacidad y en salud que encabeza como proa el Hospital Garrahan. No estarán solos los millones de desaparecidos debajo de la línea estadística de la pobreza. Es un cierto resplandor de época que tampoco puede limitarse a los ecos del 2001, se avivan los fuegos de la participación de lo humano y nos convoca a tiempos nuevos. En los momentos más oscuros sobrevienen este tipo de epifanías que acaban de expresarse en las elecciones de la Provincia de Buenos Aires. Empieza a escucharse en la calle y en el trasporte público, en los colectivos y en el imaginario popular, del mismo modo que escuchamos de manera abrupta y recurrente sobre Karina Millet y su 3%. Y es el propio presidente de la República hablándole a ninguna multitud con un megáfono de feria. Allí hay algo que está resquebrajándose y huele a podrido. Nada mejor que dejarlos hablar, dejar que tomen la palabra y se vayan desgranando en su pestilencia, como la que emana de Espert y sus relaciones estructurales con el narcotráfico. Porque en esas palabras están las marcas de su propia extenuación. Hasta qué punto escuchamos la misma referencia presidencial, ante las repetidas situaciones de coimas y corrupción en sus lugartenientes, de los cuales Espert y Caputo y los Menem son apenas una cara retrógrada expuesta, visible, hasta ridícula de este intento, de esta aventura de proceso de reorganización nacional que no será. En el resplandor algo dice, como en épocas de la última dictadura dolorosa, se va a acabar. No puede sostenerse ni lo infecundo, ni lo ma***to, ni lo errático, ni lo destructivo por una eternidad. Son los tiempos en que con toda impunidad los dejamos hablar para que digan una y otra vez que se trata de la intriga palaciega de los kirchneristas pretendiendo el poder o de los chismes de peluquería. Curioso porque en ambas aseveraciones, en ambas fórmulas se esconde y resplandece esa idolatría que tienen por la proyección: yo no fui, sos vos. Empieza a escucharse que de un modo transversal y también directo estamos sostenidos por lenguas y oleadas de voces, discursos y culturas tan diversos, en esta nuestra muestra ecléctica y también abigarrada, en la que tal vez ya se encuentra lo muy próximo de una identidad argentina. Porque hemos visto una y otra vez en nuestra historia como algo llega al borde de lo insoportable y rebota, en algo diferente de lo que dicen ciertos analistas políticos, que acá solamente se reacciona con el bolsillo, en esa aptitud o ineptitud de la clase media para robarse ciertos beneficios del proyecto de país. Y esa diferencia, ese algo más, esa otra cosa resuena, aquello que parece no haber acallado ni la motosierra más feroz, ni las palabras dictatoriales ni las represiones salvajes y oscuras, ni el dolor casi infinito en el que están sometidos los que no tienen voz y no han tenido oportunidades de florecer. Curiosamente, empieza a escucharse en voces que no son dispersas y nos dicen que cuando el Conicet nos abre en abanico el universo de sus investigaciones, ese streaming de la plataforma marítima, es más poderoso y fascinante que cualquier operador político de la derecha haciendo la pantomima de una pelea en un estudio televisivo.
Y también, que no fueron solo ecos nostálgicos los dos Arsat, ni las centrales hidroeléctricas, el desarrollo de la energía atómica en nuestro país, sino que están, cercanos en nuestra cotidianeidad imaginaria. Que cuando decimos educación y salud públicas, de alguna manera, en esas representaciones, nos estamos nombrando cada uno de nosotros. Que allí nos reunimos, los inmigrantes europeos, los inmigrantes latinoamericanos, los inmigrantes africanos, los originarios, los auténticos originarios. Estamos a las puertas de una nueva oportunidad, que no solo queda simbolizada en el reciente encuentro del Gobernador de la Provincia de Buenos Aires, y tal vez, la máxima dirigente política que tuvo nuestro país hasta aquí, en este siglo, el siglo XXI. Hay un esplendor en estos días infinitos y dolientes, reclaman fervor y alegría. Piensan que eso se paga con un choripán y un vaso de vino, piensan que eso depende solo de dinero y que lo que nos convoca son las especulaciones de las ganancias secundarias. De los árboles más negros, de las épocas más oscuras, salen también los mejores frutos. No es un vaticinio, es la simple experiencia de andar a pie la realidad de los días. Y en esa cotidianidad, ver la obscenidad de las derechas alineadas con genocidas y con genocidios internacionales, con posiciones económicas que hasta las derechas tradicionales rechazan o empiezan a mirar con fastidio o desconfianza. Había un disco de Roque Narvaja que iba de mano en mano, entre las compañeras y los compañeros, así lo pude conocer, ávidos de músicas, de amor, de cambios, se llama Octubre mes de cambios, de 1972. Y allí, que es también aquí, algo de candor sin venganza nos convoca a la plaza, al amor, a las marchas, a los ensueños, a la revolución. Ese: traigan vino para tomar porque el vino nada pide y todo da. Tres guitarras para escuchar el mensaje de la gente que no está. Traigan ropa de cuero para entrar en calor y un cuento viejo eterno pero nuevo, que hable de los triunfos del amor. Mientras octubre prometía la llegada de Perón en el 73 y nosotros íbamos al encuentro del retorno de la democracia en el 83.
Allí, aquí, alrededor de los fogones imaginarios y los reales no se queman libros. Se ejercita una lengua común que nos ampara, nos sostiene, nos identifica, nos lanza, construye ideas, hilvanes, promontorios complejos, tramas de hilo de seda, libros nuevos y libres.
Cristian Rodríguez

El desierto humanoSiempre me ha fascinado la obra de David Hockney La gran zambullida. Esplendor de lo que está vacío. L...
16/09/2025

El desierto humano

Siempre me ha fascinado la obra de David Hockney La gran zambullida. Esplendor de lo que está vacío. La contracara perfecta entre el hastío y el quehacer creador y fantaseador. Sin embargo, también puede leerse como una crítica revulsiva y precisa, tal como los trazos despojados de la obra de un capitalismo donde todo pretende estar lleno, en su voracidad y condescendencia consumista, hasta ofrecernos la vacuidad misma del alma. En el mundo transoceánico y transcéntrico que nos toca padecer cada vez a mayores poblaciones y a mayores habitantes, en este mundo afín a la publicidad de IBM -Un chico y su átomo, 2013- que promete un mundo más cercano y en la perspectiva concentracionaria de la propia publicidad, cada vez más pequeño, lo que vemos no es otra cosa que los modos en que siempre los más, estuvimos en directa relación proporcional, más lejos.
El desierto humano en medio de las instalaciones acomodadas de La gran zambullida, también hace pensar en este nuevo delirio mesiánico imperialista de expulsar y relocalizar las poblaciones de la Franja de Gaza, para construir allí complejos de lujo en un proyecto inmobiliario global que el gobierno de Trump ha llamado “Great Trust”, La Riviera de Medio Oriente, plagada de edificios lujosos y robotizados, rascacielos y hoteles de lujo. La información se cuela en las páginas del Washington Post, borrador que proyecta sobre Medio Oriente un nuevo enclave de tecnología transhumana. Se troca genocidio en reconstrucción y hace recordar los destinos de modernización de Hiroshima y Nagasaki después de la bomba atómica arrasadora.
Argentina votó en contra de la solución de los dos Estados, Israel y Palestina, en la Asamblea General de la ONU, en un hecho inédito de alineación contra la autodeterminación de los pueblos. Se suspende la última etapa de La vuelta de España en una Madrid convulsionada de reivindicación por los sucesos en la Franja de Gaza. Me recuerda la epopeya tal vez idealizada, aunque siempre viva, de Las brigadas internacionales en la Guerra Civil Española. No puedo evitar pensar en rojo, y aunque haya sido, posiblemente, la historia contemporánea la de los fracasos de las revoluciones, es verosímil imaginar que una revolución comienza por una posición ética que concierne a uno mismo y luego se comparte en la comunidad. Los gestos de censura y autocensura no ayudan a construir un nuevo lazo social, avalar genocidios tampoco.
No vemos otra política posible, para los años por venir, que hacer lugar frente a este contrapunto vil de los pocos que se han quedado con todo el espacio disponible, como en La gran zambullida de David Hockney. No solo es una obra sobre la evanescencia de las objetividades contemporáneas, hasta el punto en que lo único que habita allí es el desierto y la trama indirecta de una zambullida que hace suponer una cierta presencia humana, en los modos antropomórficos en que está dispuesta: el espejado de la enorme casa, una barriada, la silla al otro lado de la piscina o el propio trampolín, efecto postrero de los universos tecnocráticos por sobre los lazos humanos. Es lo que parece promover hasta aquí también la inteligencia artificial en una amenaza, que es también promesa, de superación hacia un transhumanismo. Sin embargo, basta con que uno empiece a indagar las aristas y los pormenores de esta inequidad tecnológica, para descubrir que allí no hay más que -una vez más- la presencia de lo humano que rige, regula, orienta y dispone la organización del mapa tópico en el cual se desenvuelve la inteligencia artificial.
Una vez más es la creación de sentido la que prima en la experiencia humana y también su aleatoriedad irrevocable. Sobre el tapete desierto de la IA se escribe la comunidad, y detrás del algoritmo, por ahora, están los grandes intereses corporativos. No hay manera de predecir los modos en que cada uno de nosotros, los humanos, singularizaremos esa experiencia hasta volverla un acto creativo, si la tecnología podrá o no transformarse en acto creativo. Mientras tanto, ni siquiera los horrores distópicos y los otros, los mundanos, pueden detener el arte creativo de un humano y sus palabras arrojadas al albur de otras vidas. Cada proclama que surge en este mismo instante en que leemos estas líneas puede ser una gloriosa herramienta de revolución.
De allí a arroparnos en la comunidad depende de nosotros, que haya un paso y que ese paso esté encadenado a los próximos eventos de la vida social, económica y política de nuestra época, lo que nos toque habitar en un momento determinado de nuestras vidas. Nada, ni siquiera las represiones más brutales, incluso las que no han sido planeadas de manera sistematizada, pero ejercen su presión, los corsets de toda índole, de los cuales la tecnología es uno de sus brazos armados, nada de esto puede detener el modo en que nombramos aquello que entendemos por mundo, que nos hace humanos y nos hace pertenecer a las cosas de este mundo.
Nuestros ojos observadores recortan trazas de una existencia, no solo individual sino también humana. ¿Qué hace que pensemos que el efecto de la zambullida, la salpicadura del agua en borbotones, blanca y efervescente, es la que ha producido un cuerpo humano? Tenemos allí no solo el contexto urbano sino también una serie de elementos antropomórficos. Es el trampolín que solo un humano tomaría como punto de clivaje y de salto, un baile lúdico. Es también la silla, al fondo de la escena y antes de ingresar en los grandes espejados de la casa, la silla de un humano que probablemente está allí por omisión para señalarnos precisamente de su existencia.
La Riviera de Medio Oriente no podrá existir sobre la pila de cadáveres, ya que la voz de lo humano nos habla y nos interpela. La IA se quedará balbuceando sola sus algoritmos sin alma, en un delirio mesiánico que nos hace recordar la impostura abyecta de cierto presidente y su vaticinio de exterminio del kirchnerismo. Este presidente creía que la manipulación de los algoritmos iba a blindar la realidad y volverla la otra realidad. Ahora esa pretendida realidad empieza a confirmar que es parte de un delirio. Sin la marca de lo humano no hay artificio posible, el desierto de lo humano nunca es absoluto, vibra lo humano que siempre se expresa en fogonazos de comunidad y sorpresa.
Cristian Rodríguez

Fuente: PAGINA12
05/09/2025

Fuente: PAGINA12

Cristina libre es un clamor que avanza. Podría ser otra consigna. Otra consigna que este nombre, otra cosa que la palabra libre y Cristina. Sin embargo, nos convoca, inevitablemente, porque junto con esto, en perfecta contigüidad, decimos, presa políti...

Los cuerpos que amamos Tengo un cuerpo, con este cuerpo hablo y también siento, este cuerpo que reconoce otras vidas hum...
16/08/2025

Los cuerpos que amamos

Tengo un cuerpo, con este cuerpo hablo y también siento, este cuerpo que reconoce otras vidas humanas, otros cuerpos lejanos y también íntimos. No son los cuerpos que pretende la hegemonía capitalista, porque muchos de ellos son cuerpos imprecisos. Por contrapartida, escabullidas en las desmesuras imaginarias, así operan las derechas en esta época del capitalismo tecno feudal. Tenemos nuestro ejemplo local.
Abrimos el diario y nos encontrarnos con nuevas atrocidades en la Franja de Gaza. Niños a manos de francotiradores con disparos en la cabeza, personas muriendo de hambre sin recibir asistencia y aislados, hermetismo que deja salir su virulencia y su olor a muerte. Seis palestinos más han mu**to de hambre y desnutrición forzada en la sitiada Gaza, según informó el Ministerio de Salud, lo que eleva el número total a 175 personas, incluidos 93 niños. Un día en la vida en Palestina. Los judíos en contra de la política del Estado de Israel a la persecución a los palestinos y al plan de Netanyahu, intentan recuperar también la dimensión perdida de lo sagrado, lo sagrado en el otro.
La información se replica en las campanas del mundo y nos recuerdan el epígrafe de Hemingway en Por quién doblan las campanas, el poema de John Donne: “ningún hombre es una isla, entero por sí mismo…la muerte de cualquier hombre me disminuye, porque estoy involucrado en la humanidad… por lo tanto nunca preguntes por quién doblan las campanas; doblan por ti.”
Nuevos guetos, zonas de exclusión y hacinamiento, deslocalizados estructurales a nivel global, más evacuaciones masivas y forzosas de poblaciones civiles ¿Y qué pasará mientras tanto con los rehenes a manos de Hamas si la invasión se realiza? ¿Y qué pasará con la Alcatraz de los caimanes de Trump? La Era en la que los neoliberalismos y las ultraderechas se han fundido en un único clamor simbiotizante, en las que muerte, concentración y desintegración parecen naturalizarse. Los vientos de sufrimientos indecibles continúan llegando desde Dachau, Auschwitz, Treblinka, se crearon más de 40.000 campos de concentración y de exterminio en el extenso territorio ocupado por los n***s durante la guerra. Estemos de pie, tengamos cuerpo. los oídos atentos.
¿Por qué la guerra, por qué la Shoa? El propio Freud había señalado el pulso más allá de las pulsiones de auto conservación, la presencia de la pulsión de muerte como única pulsión verdadera, más allá de cualquier humanismo. Era escéptico al respecto. Y, sin embargo, la pregunta insiste, ¿por qué?, ¿por qué la guerra? Es precisamente la pregunta y la encerrona de Einstein respecto de la bomba atómica. Incluso más trascendente que nuestra indignación cotidiana. Esta es una pregunta ética que tenemos la responsabilidad de volver a formular.
La historia judía es extraordinaria y dolorosa. Ligada al sufrimiento, al genocidio y a uno de los planes de exterminio sistematizados más brutales que tuvo el siglo XX, la del Holocausto perpetrado por la Alemania N**i. No dejamos de pensar también en Vietnam, en los armenios, en las persecuciones a diferentes y pueblos originarios, en un bucle que nos devuelve una y otra vez a las amalgamas de los grandes imperios contemporáneos con la muerte a escala industrial.
La Torá, Jerusalén, escritura, tierra bendita y prometida que pertenece al judaísmo y a la humanidad. Habla el sufrimiento que existe aún hoy en las familias de los perseguidos y aniquilados, en la diáspora ancestral, ya que no somos ajenos a ese sufrimiento, se lleva en el cuerpo, en las marcas gestuales, culturales, significantes, en la letra, también en la historia del cuerpo psicosomático.
¿Qué se puede hacer que no sea sólo una declaración? Movilizarnos, marchar, convivir, compartir, transformar, amar.
Sesgos de totalitarismos que también estamos padeciendo en este momento en nuestro país. A diferencia de lo que opinan algunos, que esto no es una dictadura, yo digo, esto es una dictadura que produce mu**tos y desaparecidos en otra dimensión y de otra índole. Este gobierno totalitario persigue y desaparece diferencias sexuales, investigadores, niños y jóvenes con discapacidades, científicos, trabajadores de la salud, jubilados, personas en situación de calle, pretende cadáveres. Los cuerpos que amamos. Persigue en una dimensión que no se juzga sólo económicamente, patrimonialmente, sino a nivel de la soberanía también, a nivel de las territorialidades simbólicas, los agenciamientos libidinales, los cuerpos y las vidas que se intentan arrasar junto con las subjetividades y nuestros deseos.
¿Qué ocurre con este nuevo espectáculo global, que nos impulsa a los bordes primeros de pensar la condición humana para poder mantenernos excéntricos y vitales? Para no ser solamente los individuos vivientes que sean los objetos de la lesión o de la autopreservación como único designio. Enamorados de un cuerpo comunidad se labran posibles alternancias a la condena cierta del quirófano. El quirófano mediático, el quirófano político, el quirófano de la reeducación cientificista en cualquiera de los órdenes de la experiencia humana. El quirófano es una vez más una domesticación de la aleatoriedad y de la singularidad a manos de potenciales verdugos.
El cuerpo es nuestro plano secuencia, nuestro film cotidiano y divagante, cadencioso correr de fondo, el pulso, la respiración en la escritura, la catarsis, también la urgencia, nuestra erótica en la adversidad, nuestra tolerancia recíproca. Así nos reconocemos, nos entrelazamos, nos multiplicamos, hacemos las postas transgeneracionales, pasamos la antorcha, vibramos y nos realizamos cuando el otro también se ilumina.
Cristian Rodríguez

Un tornado, duelo y amorMe olvide de contarles, mi mujer murió, hace cinco años enfermó gravemente y eso ya es un poco d...
11/08/2025

Un tornado, duelo y amor

Me olvide de contarles, mi mujer murió, hace cinco años enfermó gravemente y eso ya es un poco de muerte en agonía. Tengo que escribir el duelo, pero eso por ahora no será posible, los viudos no duelan, enviudan.
Una enfermedad orgánica supone un deterioro progresivo e incesante. Si uno ama, si uno es amado, y por habernos amado y amándonos, nos acompañamos también en desventura. Así ocurrió entre nosotros, podría haberle ocurrido a uno o al otro, o tal vez no podría haber sucedido de otra manera que como aconteció, que le pasara a ella. Pudo decírmelo un día, fue al comienzo de la pandemia, que se llevó todo, o casi todo, que como diría Silvio Rodríguez, que no es lo mismo pero es igual. Me dijo antes de que se desencadenara el final de su enfermedad, y bien al comienzo de la pandemia, si vos nunca vas a enfermarte, pudiste sobrellevar este aislamiento, transformando la relación con tus pacientes en una relación telefónica casi inmediatamente, y hacés de cada instante en el patio una experiencia con el sol. Lo que vino después fueron nueve meses tenebrosos, incesantes, de una extraña lujuria, porque la muerte tiene su propia lujuria cuando está agazapada en el hombro. Nos mira, nos acecha, nos miramos. Fueron internaciones en las cuales, como dijo una de las médicas que estaba en el Instituto donde la atendieron, lo tiene aferrado a la pata de la cama. Ella estaba en pánico y yo en espanto, tal vez aferrándonos al último hálito de vida compartida.
¿Qué puede devenir de una relación en la cual no hay intervalo ni de tiempo, ni el propio que establecen las palabras unas entre las otras? Lo que en nuestra práctica se llama intervalo significante. Cuando no existe esa pausa y esa respiración que nos permite resignificar. Cuando la urgencia corre desbocada por delante y se transforma en el único horizonte vital y desprevenido. Uno comienza a sobrevivir sin saberlo, comienza una nueva etapa en su vida que por algún motivo no puede ser de otra manera que un déjà vu de antiguos horrores y traumas infantiles.
Estoy recordando también el modo en que los tratamientos para el cáncer acercan y prometen soluciones que parecen los de un elefante en una pajarera o en un bazar. Si lo que se espera es una microscopía de la experiencia sobre los tejidos, sobre el genoma, en cambio lo que encontramos es un barrido brutal, una ferocidad que deforma cuerpos, los quema, los aplasta, los inmola y finalmente se lleva también el alma. Murió muchas veces antes de morir definitivamente, las crisis respiratorias y su metástasis se contaban por varias en un día, a veces por decenas, sí decenas, por veinte o por treinta y ni el oxígeno de la habitación, ni del mundo, ya alcanzaban para componerla. Por otra parte, la casa se había perturbado de una presencia insolente de enfermeros, meretrices de la medicina y aparatología que olía a formol, metal y mugre que solo invitaba a despersonalizarnos.
Pero no hubo ortopedia que pudiera con ese acontecer y finalmente, hacia el final del 2020, ella murió. Murió en el medio de ningún lugar, arriba de ninguna ambulancia, siendo llevada a ningún lugar porque no había cama disponible en ningún lugar, habiéndome dejado el médico, que estaba apavurado por lo que veía, que intentara durante tres veces reanimarla. Antes, la vía respiratoria en sus temblorosas manos se le había escurrido por la tráquea de ella, y una modesta percha de nuestro armario hacía las veces de soporte impostado de las vías y los últimos ungüentos. Fue al revés que la escena de Cristo, traté de confirmarla y no de negarla, tres veces intenté reanimarla con el masaje cardio respiratorio, el RCP que habíamos aprendido juntos un par de años atrás, y mucho antes yo en la secundaria con los muñecos de látex, como un extraño porvenir de una escena de la ciencia ficción distópica y profanadora, pero no pude, la replicante de Blade Runner no volvió a la vida. Me pasó a mí, a mí también que soy humano, hube de concluir tiempo después y no hubo milagro.
En ese momento donde la urgencia corre por delante, pensaba que esto no me afectaría y que estaba dispuesto a soportar los acontecimientos más brutales y los horrores que ya había en mi niñez, y duplicarlos o multiplicarlos, no importaba, y que aún así podría, como lo había prometido primero y no pude cumplir, ir al in****no y traerla de vuelta. En la niñez hay escrito un devenir parcial, aunque también decisivo, habremos de reencontrarnos con nuestros horrores, será repetición de una diferencia, pero será a su modo, como en los oráculos más refinados. Y ahora, después de todo, llevándome a mí mismo de la mano, traerme del in****no solito nomás, pero tampoco pude.

De niño imaginaba el extraño privilegio de subirme a una autobomba, el camión de bomberos o a una ambulancia, o a un auto de carreras. Pude realizar ese ejercicio infantil de la mano de mi padre, el más grato de todos, subir a un auto de carreras. Solo mucho después lo hice en una ambulancia, subí decenas de veces en esos nueve meses agónicos y espero no volver a subir jamás en mi vida. Después de esas experiencias en donde el ulular de la sirena se enquista hasta volvernos piedra, esa auténtica experiencia donde Medusa nos hostiga, pero no ya al nivel de la mirada, sino en el plano de la voz, te deja extenuado, yermo, completamente árido, posiblemente sin vida, aunque respirando todavía.
La voz de la Medusa es aún más temible, aterradora e irreversible.
De escribir un libro, plantar un árbol y tener un hijo, también logré dos.
Hasta fue curioso el modo en que se produjo la ceremonia del entierro, con un simulacro de velatorio que duró apenas dos horas y un simulacro de entierro que llevó al crematorio de la Chacarita. Sí pude desperdigar sus huesos o sus cenizas en la ciudad infantil que compartíamos. Fue Mar del Plata en otoño. Había que animarse a entrar al mar en los lugares que ella había elegido. Playa Varesse, donde está el Cabo Corrientes, la playa de Punta Mogotes y la playa de la Barranca de los Lobos, casi a la altura de Chapadmalal. Había que animarse a nadar bien entrado hasta no hacer pie, con la bolsa tripartita, repartida para esos tres destinos de un mismo océano. Esta vez la madre originaria, que es el mar, se apiadó de mí y me dejó salir sin un rasguño, a pesar de las muchas zozobras y quizás también de un íntimo deseo de no retornar.

A casi cinco años de declararse su enfermedad, aquello sobre la que dije, inmediatamente después que murió, no voy a ser un viudo, sin embargo, se inscribe en mí con una fuerza arrasadora: estoy viudo. Y cuando mi analista me pregunta qué significa estar viudo, que no es lo mismo que ser un viudo, sólo puedo decir que es haber amado y haber sido amado recíprocamente, haber compartido un proyecto de vida, un proyecto en común, habernos respaldado y habernos transformado mutuamente en un nosotros que también iba transformándose, transmutando, transponiéndose en un recorrido que nosotros conocemos bien, es el recorrido y los destinos de la pulsión, y es el devenir del deseo. Esos deseos que nos impulsaron durante más de veinte años se rompen abruptamente, se vuelven estigmas que infringen cualquier ley de la gravedad, cualquier ley humana: que se muera un hijo, que se muera un par, es una desgracia y entonces solo queda decir, es verdad, estoy viudo.
¿Será este estar en modo incesante y permanente, o acaso en algún momento podré escribir su nombre en algún lugar simbólico y también material, para que obre de oficio, de lápida, de esquema para una vida próxima, para una vida propia, para una vida en la que llegue algo de ella sin que ella se me encarne y se encarne, se enquiste como un ópalo de pedrería insurgente?
Por ahora, creo que algo de su estilo corporal, de ese rasgo hipertónico, atlético, distintivo, delgado, esbelto como un junco, incluso gracioso, de una gracia femenina y mordaz, esa serie de cualidades que podemos nombrar belleza humana, belleza, su belleza femenina, su estilizada belleza, eso lo he encarnado de un modo que lejos de exaltarme o exaltarla, lastima mi cuerpo, lo invade, lo vuelve ajeno, curiosamente similar a eso que llamamos lo siniestro. Me pregunto si entonces podré en algún momento apartarme de esa escena que parece la de los espejos multiplicados cuando se enfrentan entre sí, eso infinito, por cierto, punto de fuga que lleva al horror, siniestro, una vez más.
Si lo demasiado familiar que se vuelve ajeno pueda volverse duelo que libere un instante inaugural de otra cosa, amor luminoso, no ya amor tajado, amortajado, sino amor pleno y sus vicisitudes.
Cristian Rodríguez

Alcatraz de los caimanes En un aeropuerto abandonado se pretende transformar el lugar del viento en un guardadero, en un...
31/07/2025

Alcatraz de los caimanes

En un aeropuerto abandonado se pretende transformar el lugar del viento en un guardadero, en una cárcel a la vieja usanza de Alcatraz, aislamiento para la humorada de Trump, señalando que allí no será alrededor el mar, como en la famosa y fastuosa isla de Alcatraz en la Bahía de San Francisco, sino que serán los caimanes salvajes los que se comerán a los inmigrantes, a los invisibles, a los desclasados. Un aposento tecnocrático donde la fagocitación es una brumosa fantasía de totemismo que se come al mu**to y al caído en desgracia. Esta hambre voraz no se detiene ni siquiera en la máxima concentración de la riqueza en manos de los pocos, desde que al menos tengamos memoria.
Varios grupos ecologistas y por los derechos humanos comienzan a alzar la voz, dos aberraciones por el precio de una. En el medio de los pantanos, donde se supone que la flora y la fauna tendrían que estar preservadas, se erige un nuevo lugar de hacinamiento, proscripción, persecución y concentración.
Esta política retoma los racismos más elementales, dirigida para latinos, inmigrantes, las fronteras del Caribe, México, América Central y Norte de Sudamérica, fundamentalmente. El mestizo, el latino, es señalado como una amenaza grandilocuente.
¿Qué tipo de amenaza opera aquí sino aquella misma que fundó la persecución del partido n**i a toda diferencia? La misma voluntad mesiánica, el mismo fanatismo que encontramos hoy en los coqueteos de Trump con la guerra a niveles planetarios, comercial y fáctica, intervencionistas ambas. Primero fue la de Ucrania con Rusia, luego la de Israel contra Hamas en la Franja de Gaza, ahora son los iraníes y los sirios. Vendrán otros.
Sobre la guerra comercial que le declaró al mundo vemos otro objeto, posiblemente son los chinos y su milenaria estrategia comercial. Bravuconada, en la que tuvo que retroceder rápidamente por ser China no solo un imperio que antecede a los Estados Unidos en siglos, milenios y dinastías, sino porque además China nunca ha dejado de ser un imperio comercial que basó su fuerza más que en la milicia, en la diplomacia comercial, y eso ya fue descubierto por los europeos con la existencia de la ruta de la seda.
Mientras tanto, por aquí, en las Américas inmigratorias, se convalida que el otro no forma parte de lo humano, es un no humano. El gobierno de Trump encarna el espíritu de época y sus embates totalitarios. La persecución continúa, también han puesto tobilleras electrónicas en los inmigrantes mestizos y latinoamericanos. Somos, en un amplio e impreciso abanico, la nueva amenaza de los espíritus nostálgicos de totalitarismos. El alienado y la enfermedad espiritual existieron desde siempre, son parte de la condición humana. Precisamente esa es la condición para la que no hay progreso. Verlos a Trump o Milei es rubricar esta hipótesis.
No se puede solo resistir, vivimos inoculados de la idea de la excepcionalidad, es una idea trágica, no sólo la del Estafo de Excepción propia de las dictaduras, sino la del esfuerzo inhumano que se le pide a los ciudadanos sin los beneficios secundarios del objeto común, la construcción y el reconocimiento de que tenemos una referencia y una pertenencia que nos reúne. Por el contrario, el esfuerzo que nos inculcan las derechas es completamente funcional a los negocios extraccionistas. Las condiciones estructurales de nuestro país permiten vivir de otro modo. La excepcionalidad es uno de los argumentos de la guerra, instrumentalizan la idea de la guerra -solapada, ideológica, simbólica, institucional, económica- como naturalidad de la vida cotidiana. Ese mecanismo -el de la excepción- requiere de una población que acepte desmentir la realidad cotidiana. No estamos ni necesitamos vivir en guerra, podemos convivir sin Alcatraz de los caimanes, sin vigilar y castigar.
Mientras tanto, en un océano ancestral, acaban de recuperarse más bloques de piedra del Faro de Alejandría, ciudad fundada por Alejandro Magno hace dos mil trescientos años, comercial, marítima, cosmopolita. En mis ficciones diurnas y nocturnas voy del Faro a la Biblioteca infinita, tras las huellas de vestigios que ofrezcan nuevos horizontes a este presente que persiste en vigilancia y persecuciones, en fauces salvajes de capitalismo paranoico.
¿Hemos retrocedido un paso más para dar un nuevo salto adelante, al modo en que funcionan las revoluciones epistemológicas y las revoluciones políticas? También la condición humana hace resurgir los mejores frutos de los árboles más negros.
Los ríos por diversos que parezcan, confluyen y nos mueven. Aquí, la tobillera vernácula de la privación de la libertad ha sido transformada en corola de flores que intenta neutralizar lo siniestro de la mordida, o el discurso del potencial embajador Lamelas, Kissinger moderno y devaluado, en discusión sobre no entregar los derechos humanos ni soberanos en fauces de caimanes. Por ahora, el balcón va a ser en un departamento. Más allá de la peregrinación de ese lugar como símbolo de lo que fue el Balcón Peronista del 17 de octubre, también es resiliencia comunitaria, un modo de quitarnos los grilletes carcelarios. Es lo que tal vez se empieza a construir para recuperar el gobierno, porque este es un capitalismo totalitario, una variante de las dictaduras solapadas y autoritarias.
Los caimanes, ¿serán vestigios de los dinosaurios de los que hablaba Charly García? ¿Irán a pudrirse de su propia entropía tumorosa, desde sus vísceras? Nos movemos en la cuerda de funámbulo, tensando en pie la relación con esa enorme infraestructura tecnocrática, verdadera factoría de sojuzgamiento, muerte, persecución y pérdida de soberanía. De ahí a que se produzca el acto instituyente hay un trecho plagado de esquirlas, lastimados sociales sin remedio, erizándonos, llevando nuestro miedo y nuestro malestar hasta un tiempo de transformación de las políticas públicas.
Cristian Rodríguez

Dirección

San Blas 5658. Ciudad De Buenos Aires
Ascensión

Notificaciones

Sé el primero en enterarse y déjanos enviarle un correo electrónico cuando EPC Espacio Psicoanálisis Contemporáneo publique noticias y promociones. Su dirección de correo electrónico no se utilizará para ningún otro fin, y puede darse de baja en cualquier momento.

Contacto La Empresa

Enviar un mensaje a EPC Espacio Psicoanálisis Contemporáneo:

Compartir