
17/07/2025
Política libidinal. La pulsión y lo mu**to
1-
¿Qué supone una política libidinal? La política libidinal es la política del psicoanálisis, entre la tensión sobre cómo los objetos de consumo enajenan al sujeto y la dimensión original del discurso psicoanalítico respecto de la causa del deseo. Esa tensión se desenrolla de privilegio en la transferencia y se arroja también sobre la consistencia de los objetos del mundo, los tuerce, los transforma, los atraviesa. Esa es su revolución, enlace de un modo desconcentrado, a partir del padre mu**to, contrasombras, luces y sombras.
Hemos comentado muchas veces aquello sobre lo que se erige el psicoanálisis. La pulsión es uno de los conceptos a ser refundados, re explicitados, releídos, como lo que el psicoanálisis aborda fuera del sentido. De hecho, va más allá de la comprensión inmediata. Leer, por ejemplo, la metáfora freudiana de las oleadas pulsionales, es prácticamente un embrollo, el mismo embrollo del que Lacan daba testimonio en los últimos seminarios, abordando lo Real con la lógica de las cuerdas, o sea, esa nada en torno a la que se estructura la Realidad.
Esa nada es solo aparente. Aquí entra la física y sus adelantos - ellos ya no hablan solo de naturaleza para abordar su objeto, sino que hablan de realidad, una naturaleza ligada a la lógica matemática -para dar a luz las otras dimensiones a las que no tenemos acceso directo.
Nuestro cuerpo-conciencia no habita en esas otras dimensiones. La pulsión estaría anoticiándonos de esas otras dimensiones a través de la producción de fenómenos que, en los comienzos, fueron la raíz misma del inicio del discurso analítico, es decir, un lazo social que se vincula al más allá del sentido común.
Sobre ese misterio avanza también un psicoanálisis, y el psicoanálisis como práctica especulativa, como práctica de los fenómenos extraños, como ciencia de la contingencia, tal como el propio Freud señala.
Si el psicoanálisis es un Talmud, lo es porque interroga no sólo una causa perdida, sino los enrollados que se suceden, los flujos y reflujos de la pulsión. La pulsión no es entonces recorrido pulsional en el sentido clásico –ya que eso sólo garantiza su carácter puramente circular- sino la potencia de una irrupción que llega a lo real para ser leída y también soltada, nuevamente flujo y reflujo. Ese tipo de pulso no depende de la representación ni de las posibles ligaduras que se hagan sobre el sentido.
2-
Pero ¿qué es pulsión?, ¿qué clase de fenómeno que viene de la tensión entre la energía viva, libidinal, y los mu**tos, lo mu**to? Hay allí una irrupción que despierta al sujeto, tal vez en esa misma dirección de lo que Freud llamó angustia señal, ligada precisamente a los efectos de la división y a los efectos catastróficos a nivel del cuerpo -en los bordes de la formación de síntoma, los paroxismos y las reacciones-. Cuando se divide y se rasga la consistencia imaginaria del padre, es decir de los objetos del mundo de la cultura, de la permanencia tranquilizadora, allí aparece no sólo esa señal que se hace signo como amenaza de castración –ya que eso es al nivel de los objetos del mundo- sino más allá. La angustia, entre otros fenómenos, ¿señal de qué cosa?
Eso es lo que encontramos de manera sorprendente en los relatos de pacientes que señalan esto no es un sueño. O la dirección de lo real realidad en el sueño de la inyección de Irma, de Freud, o en Los mu**tos de Joyce, Y esa es la misma aseveración que proviene desde la protagonista de El bebé de Rosemary, la película de Roman Polanski, hasta la saga Black Mirror, volviendo del otro lado, habiendo tocado algo mu**to.
Hay materiales que llegan oscuros, pulsan desde lo mu**to, irrumpen con la fuerza y la autonomía de la angustia señal, se abren al tejido de las representaciones, apertura y cierre de lo inconsciente, y ¿qué más?, ¿qué más allá? Ese más allá es también una epigenética -fundamental para entender los fenómenos psicosomáticos-, una trans lingüística -lo inconsciente indevelado a la conciencia que trabajamos por ejemplo en ciertos sueños- y una filogenética -en los fundamentos de las capas de lo orgánico historizado y que no puede reducirse solamente a un componente hereditario-.
De ahí decimos que la huella de los mu**tos en la cultura es la pulsión. Pero es una huella extraña, porque es -al modo en que la física cuántica lo establece- indeterminada, una huella que no es tal hasta que alguien la lee, ¿el analista tal vez? Es la presencia de algo que nos está, pero se "siente". ¿No es esto próximo a lo que Lacan colocó del lado de los místicos, en relación con un goce más allá del falo y más próximo a la mujer, quien supuestamente sabría más de aquél, por su condición de estructura? Es la huella de lo que siempre será habiendo sido, y que se hace huella, es decir fijación, también al modo en que la cuántica lo establece - cuando alguien mira"/lee la partícula se fija, se corporiza, se hace presente. Letra que de sentida se hace cuerpo, y cobra sentido: letrasentido.
Por eso, una de las pistas es el cielo abierto de las psicosis. La política libidinal de cielos abiertos de las psicosis hace que aparezcan todas las voces, todas como presentes, vivas, alucinadas, en torbellino, extra dimensionales, irrespirables, invivibles, como si el tiempo se arremolinara y se hiperconcentrara en un ser perdido y abrasado por el ruido de todas las dimensiones que lo habitan, las voces enrolladas de sus mu**tos-vivos que lo parlotean y no lo dejan vivir en paz.
Belén Rico García y Cristian Rodríguez
Adelanto del libro ¿Qué es psicoanálisis?, próximo a ser publicado por mandrágorazur.