04/10/2025
Octubre mes de cambios
Estamos a las puertas de un acontecimiento. No se trata ya de seguir las pizarras con las oscilaciones de las diversas inscripciones que toma el dólar en nuestro país. Las simbólicas y las de las estrategias financieras que inscriben Oficial, Blue, MEP, Turista, Financiero. Tampoco es solo la voluntad de resiliencia de los jubilados azuzados y violentados en los alrededores del Congreso. No les permiten el abrazo ritual. No están solos y comparten las ruedas de participación dolorida de la emergencia en discapacidad y en salud que encabeza como proa el Hospital Garrahan. No estarán solos los millones de desaparecidos debajo de la línea estadística de la pobreza. Es un cierto resplandor de época que tampoco puede limitarse a los ecos del 2001, se avivan los fuegos de la participación de lo humano y nos convoca a tiempos nuevos. En los momentos más oscuros sobrevienen este tipo de epifanías que acaban de expresarse en las elecciones de la Provincia de Buenos Aires. Empieza a escucharse en la calle y en el trasporte público, en los colectivos y en el imaginario popular, del mismo modo que escuchamos de manera abrupta y recurrente sobre Karina Millet y su 3%. Y es el propio presidente de la República hablándole a ninguna multitud con un megáfono de feria. Allí hay algo que está resquebrajándose y huele a podrido. Nada mejor que dejarlos hablar, dejar que tomen la palabra y se vayan desgranando en su pestilencia, como la que emana de Espert y sus relaciones estructurales con el narcotráfico. Porque en esas palabras están las marcas de su propia extenuación. Hasta qué punto escuchamos la misma referencia presidencial, ante las repetidas situaciones de coimas y corrupción en sus lugartenientes, de los cuales Espert y Caputo y los Menem son apenas una cara retrógrada expuesta, visible, hasta ridícula de este intento, de esta aventura de proceso de reorganización nacional que no será. En el resplandor algo dice, como en épocas de la última dictadura dolorosa, se va a acabar. No puede sostenerse ni lo infecundo, ni lo ma***to, ni lo errático, ni lo destructivo por una eternidad. Son los tiempos en que con toda impunidad los dejamos hablar para que digan una y otra vez que se trata de la intriga palaciega de los kirchneristas pretendiendo el poder o de los chismes de peluquería. Curioso porque en ambas aseveraciones, en ambas fórmulas se esconde y resplandece esa idolatría que tienen por la proyección: yo no fui, sos vos. Empieza a escucharse que de un modo transversal y también directo estamos sostenidos por lenguas y oleadas de voces, discursos y culturas tan diversos, en esta nuestra muestra ecléctica y también abigarrada, en la que tal vez ya se encuentra lo muy próximo de una identidad argentina. Porque hemos visto una y otra vez en nuestra historia como algo llega al borde de lo insoportable y rebota, en algo diferente de lo que dicen ciertos analistas políticos, que acá solamente se reacciona con el bolsillo, en esa aptitud o ineptitud de la clase media para robarse ciertos beneficios del proyecto de país. Y esa diferencia, ese algo más, esa otra cosa resuena, aquello que parece no haber acallado ni la motosierra más feroz, ni las palabras dictatoriales ni las represiones salvajes y oscuras, ni el dolor casi infinito en el que están sometidos los que no tienen voz y no han tenido oportunidades de florecer. Curiosamente, empieza a escucharse en voces que no son dispersas y nos dicen que cuando el Conicet nos abre en abanico el universo de sus investigaciones, ese streaming de la plataforma marítima, es más poderoso y fascinante que cualquier operador político de la derecha haciendo la pantomima de una pelea en un estudio televisivo.
Y también, que no fueron solo ecos nostálgicos los dos Arsat, ni las centrales hidroeléctricas, el desarrollo de la energía atómica en nuestro país, sino que están, cercanos en nuestra cotidianeidad imaginaria. Que cuando decimos educación y salud públicas, de alguna manera, en esas representaciones, nos estamos nombrando cada uno de nosotros. Que allí nos reunimos, los inmigrantes europeos, los inmigrantes latinoamericanos, los inmigrantes africanos, los originarios, los auténticos originarios. Estamos a las puertas de una nueva oportunidad, que no solo queda simbolizada en el reciente encuentro del Gobernador de la Provincia de Buenos Aires, y tal vez, la máxima dirigente política que tuvo nuestro país hasta aquí, en este siglo, el siglo XXI. Hay un esplendor en estos días infinitos y dolientes, reclaman fervor y alegría. Piensan que eso se paga con un choripán y un vaso de vino, piensan que eso depende solo de dinero y que lo que nos convoca son las especulaciones de las ganancias secundarias. De los árboles más negros, de las épocas más oscuras, salen también los mejores frutos. No es un vaticinio, es la simple experiencia de andar a pie la realidad de los días. Y en esa cotidianidad, ver la obscenidad de las derechas alineadas con genocidas y con genocidios internacionales, con posiciones económicas que hasta las derechas tradicionales rechazan o empiezan a mirar con fastidio o desconfianza. Había un disco de Roque Narvaja que iba de mano en mano, entre las compañeras y los compañeros, así lo pude conocer, ávidos de músicas, de amor, de cambios, se llama Octubre mes de cambios, de 1972. Y allí, que es también aquí, algo de candor sin venganza nos convoca a la plaza, al amor, a las marchas, a los ensueños, a la revolución. Ese: traigan vino para tomar porque el vino nada pide y todo da. Tres guitarras para escuchar el mensaje de la gente que no está. Traigan ropa de cuero para entrar en calor y un cuento viejo eterno pero nuevo, que hable de los triunfos del amor. Mientras octubre prometía la llegada de Perón en el 73 y nosotros íbamos al encuentro del retorno de la democracia en el 83.
Allí, aquí, alrededor de los fogones imaginarios y los reales no se queman libros. Se ejercita una lengua común que nos ampara, nos sostiene, nos identifica, nos lanza, construye ideas, hilvanes, promontorios complejos, tramas de hilo de seda, libros nuevos y libres.
Cristian Rodríguez