EPC Espacio Psicoanálisis Contemporáneo

EPC Espacio Psicoanálisis Contemporáneo Espacio Psicoanálisis Contemporáneo es un colectivo de lectura, escritura e investigación sobre l Por lo tanto el
espacio psicoanalítico es un espacio social.

La construcción de un espacio es una tarea colectiva en la que venimos trabajando sin
pretenderlo. No se trata de fundar una nueva institución, sino de reconocer los lazos en los que
hemos ido sembrando y recogiendo los frutos de nuestro trabajo. Esos lazos son la atmósfera en la
que respiran las almas de las diversas prácticas que nos entrecruzan en el espacio social. Porque
en primer lugar, tamb

ién reconocemos que el psicoanálisis es una práctica social. Declaramos por eso mismo que no estamos fundando nada, sino reconociendo y formalizando ese
reconocimiento en la nominación de este espacio como psicoanalítico y contemporáneo, porque
las condiciones de la producción de subjetividad de la época nos condiciona en la construcción de
ese espacio en el que hemos venido produciendo. Reconocemos entonces que en el psicoanálisis
hay un diálogo necesario con la época, porque nos obliga, esta nuestra práctica, a desentrañar,
pensar, reflexionar cuáles son las maneras en que se actualizan esas prácticas como algo vivo,
palpitante, transformador. Nuestra materia es la vida. Hablamos y nos dirigimos a hablar de la
vida. Eso es lo que también hace un psicoanalista. Soporta la muerte para dirigirse a la vida, a la
vida del individuo en sociedad. No hay razón para pensar un individuo si no es reconociendo las
condiciones de su existencia en cada época. Tampoco estamos fundando una institución para proponernos arriar adeptos, sino más bien aunar
los espacios en los que, como ciudadanos, ya venimos pensando la vida. No es un espacio que
solamente habiten los psicoanalistas. Nos despojamos así de toda pretensión tecnicista, o de la
construcción de un cubículo de “especialistas”. Nos interesa la producción reflexiva que el
psicoanálisis pueda aprovechar para hacer “progresar” su discurso en los términos en los que este
progreso puede ser planteado en psicoanálisis, es decir, el progreso y la actualización de una
práctica que debe mantenerse “viva” para dirigirse a la “vida” y a la conciencia de vivir que es la
propiedad de los individuos conscientes. La colectividad protege y crea las condiciones para
proteger entre todos esa conciencia de vivir de los individuos. A esto le podemos llamar
“Ciudadanos del psicoanálisis”, todos aquellos analistas y no analistas que, interesados en el
psicoanálisis desde el punto de vista teórico y práctico (analizantes o psicoanalizantes) intervienen
desde ya en ese progreso. Solo falta reconocerlos y por obra de ese reconocimiento compartir el
espacio de hecho. La “institución-espacio” tiene una formalidad legal, pero en realidad se reduce a una casilla de
correo, electrónico o no, en donde se depositan y comparten las producciones de ese intercambio
que se da en el espacio y en la atmósfera común. La producción de libros, de conferencias, de
ideas, de charlas, de conversaciones, de cualquier tipo de intercambio que surja de esa necesidad
de expresar y testimoniar la experiencia fundamental de haber adquirido una conciencia, aliviando
el malestar y trabajando sobre la raíz del malestar en la cultura – como lo nombró Freud – para
despejar las soluciones en cada quien. Soluciones para el deseo. Los ciudadanos serán nombrados “ciudhaddadnos”, en un guiño-homenaje a la obra de Gerard
Haddad, en la que se deja en claro, por su propia obra más que por alguna de sus
conceptualizaciones en especial, que de lo que se trata en psicoanálisis, como en cualquier otra
práctica, es de no temer, no retroceder, ser capaz de tomar la posta de su deseo y llevarla
adelante en una dialéctica irreprimible que conduce a la producción de una solución particular,
expresada en el testimonio de análisis llamada por Lacan “pase”, un dispositivo todavía en debate,
en discusión. Nosotros nos hemos dado cuenta de que el Pase es un testimonio del que, en primer
lugar, hay que darse cuenta que se lo está dando. Solo hay que formalizarlo en un cuando, un
dónde y un porqué. No se trata de hacer la historia de un análisis, sino de construir una historia
de la producción de conciencia, que aquí entendemos de manera freudiana: entendemos que por
conciencia Freud puntualizó, en su raíz, y más allá de cualquier lectura técnica, una “conciencia de
vida”, lo cual implica un enfrentamiento con la muerte. Esto es un análisis: el enfrentamiento con
la finitud y, en esa raíz, la creación de las condiciones de una vida “vivible”, o sea, existir. La vida, así, es también una producción estética singular, articulada al deseo, al goce y al amor. Es
una “pintura” dinámica que va cambiando el paisaje pero que cuando instala un marco, ya no se
pierde más. Y también es la voz creadora del espacio, la profundidad, el más allá del espejo, la
materia oscura de la existencia, el tiempo. En el anudamiento entre lo visto y lo oído, la voz y la
mirada, los objetos parciales en los que se recorre un cuerpo vivo, existente en la existencia, que
no es lo “puro vivo”, sino en dialéctica con el no-ser. La cuestión estética es fundamental para no
confundirla con ningún canon, para desarraigarnos de una idea de lo bello como obstáculo, como
un bien que tapona el deseo, lo inhibe. Lo estético lo visualizamos en relación al poema, a ese
borde ente palabra y escritura en el que se produce una chance, una posibilidad: lo inmortal, lo
que no muere. Si el destino del individuo está “escrito” en la muerte, un sentido real para la
existencia de cada quien tendrá que ver con la inmortalidad que logre marcar, la transmisión, la
huella de un vivir. Del mismo modo en que el arte nació dejando huella del paso de los hombres
por el mundo, del mismo modo la existencia individual deja su huella, y a esa huella le llamamos
“huella estética”, son nuestras pinturas en las cuevas de Altamira. Por otro lado, ubicamos cuestiones materiales bien concretas: las condiciones de producción de la
subjetividad y su achatamiento en el plano bidimensional de los programas de producción de la
renta. El sujeto contemporáneo se efectúa cada vez menos y queda aplastado en los programas de
rentabilidad que hoy están determinados de forma fundamental por la especulación financiera. Los llamados “ataques de pánico” se producen en esa alienación y son un límite de reaparición del
cuerpo, borrado e inexistente en sus dimensiones múltiples y en el relieve en el que respira. Es
achatado una y otra vez en el plano de los directorios corporativos, en las contabilidades, en los
diseños publicitarios o en las oficinas de desarrollo de recursos humanos. Esa bidimensionalidad
niega al cuerpo que Freud se encargó de escuchar, dándole nuevamente relieve en la invención
del concepto de pulsión. Los cuatro elementos de la pulsión dan cuenta de las cuatro dimensiones
en los que ese concepto hace su lengua de expresión. El cuerpo se recorre a sí mismo en cuatro
dimensiones, y se “aplasta” en dos, según el capitalismo contemporáneo. Esa es su alienación, en
los términos de la acumulación de capital, y de garantizar las tasas de rentabilidad de las
corporaciones mundiales. La vida humana, en esas condiciones, es objeto de desprecio, y
adquiere, ese desprecio, distintas formas, más o menos sutiles, o directamente manifiestas. A eso
denominamos el poder concentracionario que, cuando estalla, desata la angustia, que no procura
ninguna solución, sino la búsqueda desesperada de regreso al “redil” del poder concentrador,
haciéndose objeto, el individuo, de la “utilidad” tranquilizadora. El estallido produce un
vaciamiento que, si es controlado y no daña, luego permite reiniciar el proceso de “llenado” para
finalmente recomenzar la alienación. Los individuos se “desesperan” por reincorporarse a ese
circuito sin darse cuenta que es de ese modo en que se inmolan en una suerte de “fanatismo”
velado, de fundamentalismo capitalista, que los convierte en fusibles posmodernos. Freud descubre la corporeidad enterrada, arqueologizada en los diseños de la rentabilidad
capitalista. Recupera el discurso de un amor Real, que es el amor de transferencia, y recupera para
el individuo la potencia de la finitud, lo cual lo enfrenta con aquello que más teme: la vida en serio,
la conciencia de vivir, el “hacer consciente lo inconsciente”, es decir, las huellas de una infancia
indestructible que “sobrevive” en las voces y en los visto plasmado en la carne, en la corporeidad
pulsional. La infancia es el poema del hombre, un poema que hay que volver a recitar, y ese es el
entretejido de un psicoanálisis. El analista es quien está capacitado para “leer” el poema de la
infancia del sujeto que se escribe en cada ocasión de manera distinta. Solo basta leer para que se
relance lo humano y se desacople de la bidimensionalidad pura de los programas de diseño
corporativo. El fundamento freudiano es que inicia el proceso por el que se descubre el verdadero
idioma de la existencia humana. Esa lengua no se despliega en los planos, sino en los cuerpos, y en
el recorrido de sus torsiones, transformaciones, giros, reposicionamientos, cortes y montajes. La
lengua actúa en la carne dándole espacialidad-temporal, y en esas cuatro dimensiones se proyecta
las formas en que Lacan va formalizando los descubrimientos Freudianos, sus intuiciones potentes,
sus anticipaciones científicas. Una lengua de lo humano. Lacan, para entender esa lengua y para
hacer legible el modo en que funciona utiliza la topología. La topología es el lenguaje del poema y
el lenguaje de los cuerpos. El analista habla y entiende en esa lengua. El analista “descubre” que esa alienación no se hace separación, en la lógica del estallido
capitalista deshumanizante. Esa alienación se hace estallido catastrófico, luego de una
acumulación portentosa. La salida es el estallido. Y el pánico. Es la lógica mediática llevada al
paroxismo.

Política libidinal. La pulsión y lo mu**to 1-¿Qué supone una política libidinal? La política libidinal es la política de...
17/07/2025

Política libidinal. La pulsión y lo mu**to

1-
¿Qué supone una política libidinal? La política libidinal es la política del psicoanálisis, entre la tensión sobre cómo los objetos de consumo enajenan al sujeto y la dimensión original del discurso psicoanalítico respecto de la causa del deseo. Esa tensión se desenrolla de privilegio en la transferencia y se arroja también sobre la consistencia de los objetos del mundo, los tuerce, los transforma, los atraviesa. Esa es su revolución, enlace de un modo desconcentrado, a partir del padre mu**to, contrasombras, luces y sombras.
Hemos comentado muchas veces aquello sobre lo que se erige el psicoanálisis. La pulsión es uno de los conceptos a ser refundados, re explicitados, releídos, como lo que el psicoanálisis aborda fuera del sentido. De hecho, va más allá de la comprensión inmediata. Leer, por ejemplo, la metáfora freudiana de las oleadas pulsionales, es prácticamente un embrollo, el mismo embrollo del que Lacan daba testimonio en los últimos seminarios, abordando lo Real con la lógica de las cuerdas, o sea, esa nada en torno a la que se estructura la Realidad.
Esa nada es solo aparente. Aquí entra la física y sus adelantos - ellos ya no hablan solo de naturaleza para abordar su objeto, sino que hablan de realidad, una naturaleza ligada a la lógica matemática -para dar a luz las otras dimensiones a las que no tenemos acceso directo.
Nuestro cuerpo-conciencia no habita en esas otras dimensiones. La pulsión estaría anoticiándonos de esas otras dimensiones a través de la producción de fenómenos que, en los comienzos, fueron la raíz misma del inicio del discurso analítico, es decir, un lazo social que se vincula al más allá del sentido común.
Sobre ese misterio avanza también un psicoanálisis, y el psicoanálisis como práctica especulativa, como práctica de los fenómenos extraños, como ciencia de la contingencia, tal como el propio Freud señala.
Si el psicoanálisis es un Talmud, lo es porque interroga no sólo una causa perdida, sino los enrollados que se suceden, los flujos y reflujos de la pulsión. La pulsión no es entonces recorrido pulsional en el sentido clásico –ya que eso sólo garantiza su carácter puramente circular- sino la potencia de una irrupción que llega a lo real para ser leída y también soltada, nuevamente flujo y reflujo. Ese tipo de pulso no depende de la representación ni de las posibles ligaduras que se hagan sobre el sentido.
2-
Pero ¿qué es pulsión?, ¿qué clase de fenómeno que viene de la tensión entre la energía viva, libidinal, y los mu**tos, lo mu**to? Hay allí una irrupción que despierta al sujeto, tal vez en esa misma dirección de lo que Freud llamó angustia señal, ligada precisamente a los efectos de la división y a los efectos catastróficos a nivel del cuerpo -en los bordes de la formación de síntoma, los paroxismos y las reacciones-. Cuando se divide y se rasga la consistencia imaginaria del padre, es decir de los objetos del mundo de la cultura, de la permanencia tranquilizadora, allí aparece no sólo esa señal que se hace signo como amenaza de castración –ya que eso es al nivel de los objetos del mundo- sino más allá. La angustia, entre otros fenómenos, ¿señal de qué cosa?
Eso es lo que encontramos de manera sorprendente en los relatos de pacientes que señalan esto no es un sueño. O la dirección de lo real realidad en el sueño de la inyección de Irma, de Freud, o en Los mu**tos de Joyce, Y esa es la misma aseveración que proviene desde la protagonista de El bebé de Rosemary, la película de Roman Polanski, hasta la saga Black Mirror, volviendo del otro lado, habiendo tocado algo mu**to.
Hay materiales que llegan oscuros, pulsan desde lo mu**to, irrumpen con la fuerza y la autonomía de la angustia señal, se abren al tejido de las representaciones, apertura y cierre de lo inconsciente, y ¿qué más?, ¿qué más allá? Ese más allá es también una epigenética -fundamental para entender los fenómenos psicosomáticos-, una trans lingüística -lo inconsciente indevelado a la conciencia que trabajamos por ejemplo en ciertos sueños- y una filogenética -en los fundamentos de las capas de lo orgánico historizado y que no puede reducirse solamente a un componente hereditario-.
De ahí decimos que la huella de los mu**tos en la cultura es la pulsión. Pero es una huella extraña, porque es -al modo en que la física cuántica lo establece- indeterminada, una huella que no es tal hasta que alguien la lee, ¿el analista tal vez? Es la presencia de algo que nos está, pero se "siente". ¿No es esto próximo a lo que Lacan colocó del lado de los místicos, en relación con un goce más allá del falo y más próximo a la mujer, quien supuestamente sabría más de aquél, por su condición de estructura? Es la huella de lo que siempre será habiendo sido, y que se hace huella, es decir fijación, también al modo en que la cuántica lo establece - cuando alguien mira"/lee la partícula se fija, se corporiza, se hace presente. Letra que de sentida se hace cuerpo, y cobra sentido: letrasentido.
Por eso, una de las pistas es el cielo abierto de las psicosis. La política libidinal de cielos abiertos de las psicosis hace que aparezcan todas las voces, todas como presentes, vivas, alucinadas, en torbellino, extra dimensionales, irrespirables, invivibles, como si el tiempo se arremolinara y se hiperconcentrara en un ser perdido y abrasado por el ruido de todas las dimensiones que lo habitan, las voces enrolladas de sus mu**tos-vivos que lo parlotean y no lo dejan vivir en paz.

Belén Rico García y Cristian Rodríguez
Adelanto del libro ¿Qué es psicoanálisis?, próximo a ser publicado por mandrágorazur.

La palabra ternuraHubo una marcha entre muchas, la del 18 de junio, respiró en la tela del país. Maravillosa, y habrá ot...
28/06/2025

La palabra ternura
Hubo una marcha entre muchas, la del 18 de junio, respiró en la tela del país. Maravillosa, y habrá otras. Nos abrojamos por Cristina, es decir por nosotros, por mucho que intenten neutralizar su alcance también en un país de urdimbre represiva. Esa manifestación que es inconmensurable y late en presente continuo. Un millón de personas, quinientas mil, incalculable lo que la pasión y la política despiertan, aquí mismo, en el país de no me acuerdo, sin disturbios, amor legítimo mientras continuamos. Y el tema que impacta e interpela a la dirigencia. Allí donde el fenómeno de base y el fenómeno social son indiscutidos.
Tomé el vino tinto ahí en la calle, como corresponde, en marcha. También frente a la casa donde ahora está Cristina en San José 1111, en la Ciudad de Buenos Aires, brindando por cambiar la suerte de cosas que están peor y drenando, mientras tanto vamos produciendo. Trato de no detenerme, me digo. En el frente de la antigua casa de departamentos, en la ochava, una bandera gigantesca con su iconografía dice el amor vence.
Amor humano, color humano, abrazos comunes. Tal vez por este mismo motivo recuerdo las palabras que vienen luminosas de Pequeña serenata nocturna, de Silvio Rodríguez: “vivo en un país libre, cual solamente puede ser libre, en esta tierra, en este instante y soy feliz porque soy gigante, amo a una mujer clara que amo y me ama sin pedir nada, o casi nada que no es lo mismo, pero es igual.”
Ese mismo día mi amigo y colega Hernán Santorsola me envía palabras del gran Fernando Ulloa y sus análisis institucionales. Disfruté su mirada amena, dolorosa y precisa en supervisiones institucionales donde pude conocerlo. Eran épocas de retorno a la democracia, discutíamos la desalienación y el hospicio como emblema nefasto de la trama social, el Hospital Borda ardía en la cotidianeidad de la práctica profesional incipiente, todavía tenía una mirada desorbitada y sorprendida por cada cosa que ocurría y nos ocurría. No pierdo esa pasión por los días luminosos y sus ofrendas, por estos mismos que continúan sucediéndonos. Dice Ulloa: “Hablar de ternura en estos tiempos de ferocidades no es ninguna ingenuidad. Es un concepto profundamente político. Es poner el acento en la necesidad de resistir la barbarización de los lazos sociales que atraviesan nuestros mundos”.
Los ríos, por diversos que parezcan, confluyen y nos mueven. Cristina es un símbolo social, un analizador de nuestra actualidad, para propios y ajenos. También despliega a nivel espontáneo algo extraordinario en lo que nos reconocemos otros, muchos de nosotros. Son nuestras vidas y nuestras opiniones las que allí se espejan con su presencia, es el tiempo que hemos compartido y vivido en comunidad, también con ella. Por eso este es nuestro tiempo. Que sea una fusilada viva sólo refuerza la dimensión temporal de este lazo, ya que no hubiera dado lo mismo si fuera una fusilada mu**ta, si hubiera acontecido la tragedia del magnicidio. En este sentido, ha atravesado y transpuesto a Eva, Evita. Cristina vive y la queremos libre. Tal vez por eso su presencia viva, que simplemente aparezca en el balcón, es un discurso, ese discurso está más allá de las palabras y propone ordenamientos simbólicos profundos, exceden además la militancia, incluso la escena partidaria. Exceden el balcón. Aunque ese balcón sea fundamental y muy querido para el peronismo. También es un lugar nuevo, el de renacida, los renacidos. Más allá de la peregrinación, de ese lugar como símbolo que fue el Balcón Peronista del 17 de octubre y de los que vinieron después con el retorno de la democracia.
Es lo que también se empieza a construir de manera sólida para recuperar el gobierno. Porque esto que tenemos hoy es verdaderamente un capitalismo absolutista, aquí no hay ternura. También toma la mascarada de una dictadura solapada, autoritaria y represiva, como otras que conocimos. Se siente en los huesos, en el cuerpo piel.
Cuidado mientras tanto con el nacimiento de esos espíritus reaccionarios, nostálgicos de lo que no vivieron ni padecieron. Pero el alienado y la enfermedad espiritual existieron desde siempre, son parte de la condición humana y no sólo un fenómeno multimediático y digital. Precisamente esa es la condición para la que no hay progreso, ya lo plantearon desde Habermas, Benjamin, hasta los estructuralistas. Tampoco es un problema de los jóvenes, aunque las empresas encuestadoras refieran a ese rango etario, hasta treinta años, como el problemático, misógino y fascinado por el tecno capitalismo. También conste que haber nacido en una casa de clase media en los suburbios o en los pueblos no es garantía de des alienación.
Mientras tanto bebo el vino y brindo por eso, por lo que decimos de manera tan lúcida y atropellada, por las ocurrencias populares y por las invenciones en los guiños de Cristina -reuniéndonos desde su casa a Parque Lezama para aventar la proscripción y la violencia-. Brindo por nuestros mu**tos, por nuestra historia, porque si no, no podría ser contada. Por escribir el silencio para que pueda decirnos algo. Hora de poner el cuerpo que no es sin el alma. Esa revolución infinita y utópica que ayuda también a existir.
Dice Marcela Meroni -los dos estuvimos en el Colegio Nacional de Buenos Aires en plena dictadura-: “gracias Cris querido, me conmueve especialmente esta escritura que ayuda a des/ escribir el silencio. Poner el cuerpo y poner el alma –“el cuerpo son las ganas del alma”, decía la poeta Blanca Varela. Decimos Cristina, sí. Y decimos Cristina, también, por nuestros mu**tos -no será sin "rescatarlos", como sostuvo Benjamin, que contaremos NUESTRA historia-. Gracias de nuevo. Abrazo grande”.
Esta estilográfica es una máquina que ama las revoluciones. Y entonces conmueve que se vuelva a respirar política y eso nos permita tomar las calles nuevamente, tomar las plazas, tomar también el protagonismo de la discusión. Esa que es nuestra respiración política.
Sigue Silvio y su marea de palabras sentidas: “y si esto fuera poco, tengo mis cantos que poco a poco, muelo y rehago habitando el tiempo, como le cuadra a un hombre despierto. Soy feliz, soy un hombre feliz y quiero que me perdonen, por este día, los mu**tos de mi felicidad.”
El día después de este 18 de junio por Cristina Libre, voy al Parque de la Memoria a bañarme de sol y estar en reposo entre nuestros mu**tos. Es el sitio de memoria creado durante el segundo gobierno de Cristina para que tuvieran lugar sus nombres y sus almas. Miro el río, aquí mismo decidí traer las cenizas de mi padre. Estoy con ellos, estamos volviendo.
Cristian Rodríguez

Oscar Masotta, hacedor de mundos revolucionariosDesmaterializarEn el curso de este año, pudimos disfrutar de la increíbl...
22/06/2025

Oscar Masotta, hacedor de mundos revolucionarios

Desmaterializar

En el curso de este año, pudimos disfrutar de la increíble muestra sobre Oscar Masotta en la sala Pays del Parque de la Memoria de la Ciudad de Buenos Aires. Su obra filosófica, sus trabajos sobre crítica política social y sobre lingüística, su entrecruzamiento con las formas más populares, incluso las reaccionarias del arte -para desarmarlas-, ligadas a la historieta y al Pop, a la cultura del consumo y la publicidad, la intersección discursiva con el Instituto Di Tella y la acción del happening, como estructura y estallido que interpela -potencialmente- el status quo de lo establecido de la cultura de masas, es decir como crítica social y cómo discurso político, la innovación teórica por su introducción en Argentina del psicoanalista Jaques Lacan y su obra novedosa, sus grupos de lectura, transversales, y en dónde la coordinación de esa práctica de lectura se realiza al modo -adelantado- del “más uno” lacaniano en la experiencia de escritura nombrada cartel. Forjando incluso un concepto que proviene de su crítica al Arte Pop y su implementación por su dimensión fuertemente social y política, ese concepto genial que nombra “desmaterializar”, “nosotros desmaterializamos” -anticipando, también, lo que Lacan cotejaría en su último Seminario de 1980: Disolución.

¿Pero qué supone desmaterializar, en el corazón del gobierno de facto de Onganía y de las sucesivas proscripciones de las que es objeto el peronismo, y por extensión la política, como práctica del lazo social interpelado a partir de los modos de funcionamiento de las estructuras de poder, a partir de las que es posible analizar y producir una crítica política? Desmaterializar es tanto desmontar, disolver, como retomar la pregunta fundacional de la practica psicoanalítica sobre una revolución del discurso respecto de la posición de un sujeto en su política libidinal. Eso que propone el psicoanálisis, precisamente, respecto de la responsabilidad clínica de la presencia del analista en una cura y en la transferencia. Curiosamente, lo que Masotta desarrolla, no es la escuela de psicoanálisis mu**ta o momificada, ni el discurso anestesiado de la mismidad reiterada hasta el infinito, variantes del Discurso Amo y de la burocracia del saber, sino un retomar eso que precisamente define la función de un sujeto político en la cultura contemporánea -y que dio título a esta muestra histórica-: “una teoría en acción”.

Desaparecido parcial

Oscar Masotta fue sometido a la proscripción y el exilio, y pagó con una muerte prematura que truncó su vida en Barcelona, impedida su función de analista, afectado de un cáncer de garganta que no lo deja hablar ni atender. Brutal “deja vú” predisponente -holofraseado, señalaría el mismo Lacan, incluso ligado a las identificaciones masivas-, en las sombras de ese otro cáncer célebre del fundador del psicoanálisis: el cáncer de garganta de Freud. Una vez más los albores del psicoanálisis retornan en ese sueño fundacional, también del mismo Freud, “el sueño de la inyección de Irma”, no sólo adentrándose en los “horrores” de la sexualidad femenina, sino sentando las bases del psicoanálisis como práctica de lo real.

Masotta padeció el destino de las voces perseguidas durante la última dictadura cívico militar. Esa correlación entre proscripción y mutismo configuran un tipo de exilio que desencadena una desaparición parcial, pero no por eso menos letal. Este tipo de desaparición no es física o sólo física, sino ideativa.

Una desaparición parcial se define por su condición de exilio interior. Parcial no supone aquí la condición del objeto parcial, sino una parcialidad en la relación de objeto, un cierto tipo de “desenlace” que en realidad supone una huida del circuito pulsional. ¿Interior entonces a qué?

Todo exilio concierne a una interioridad, ya que el exilio es concéntrico, va contra el deseo, y por esto resulta profundamente destructivo y arrasador. No sólo es un antivitalismo, que podríamos ubicar como un destino pulsional ligado a eso que Freud nombró “vuelta sobre la propia persona”, sino que es una antipolítica por la cual se niega la dimensión de la palabra y la función del significante en su relación con la división subjetiva. La política es determinante en la producción de subjetividad -cuestión ostensible cuando vemos llegar a esos pacientes sin motivación, levemente incómodos, arrastrando esas depresiones enmascaradas que “ no son nada”, “en realidad no me pasa nada”-, y cuando esa dimensión política se censura, se proscribe o simplemente se niega y se extingue en la serie de los consumos automáticos, estamos frente a esa serie de padecimientos que ya no son del decir ni de la inervación de órgano, que no se nombran de ningún modo salvo como “nadería”, “nada pasa”, y arrastran al sujeto alienado hacia los abismos de la serie de los fenómenos psicosomáticos.

Happening

El deseo, por el contrario, es excéntrico, impredecible en su indeterminación estructural. El deseo está ligado y refilado al arte y a sus mecanismos de producción, incluso en su vertiente y dimensión más enajenada.

El arte, pensado de este modo, es un hecho revolucionario.

El pensamiento es «eso», incluso por lo que prefigura de éxodo. Pero este es en todo caso un éxodo del movimiento exterior propio del deseo. Es, asimismo, ese éxodo fundacional que concierne a la función del significante, que el psicoanálisis recupera como función simbólica y la antropología nombra exogamia.

El pensamiento, tal como lo entiende el psicoanálisis desde la «razón de Freud», es “eso” por externo, ligado al deseo, a la razón desde Freud y no a la razón categorial, en el afuera ineludible de la división subjetiva. Es decir, este pensamiento, de índole inconsciente, como cualidad inconsciente por su fundamentación metapsicológica, es excéntrico. Jamás podrá ligarse a esa ratio de la razón categorial que es heredera de la razón de la revolución industrial -y no de la producción de subjetividad-.

Esa producción de subjetividad es por definición revolucionaria, un acto revolucionario, es en sí misma una invención. No hay subjetividad sin la responsabilidad sobre la dimensión política que en este proceso de producción -que es asimismo tecnológico, una cierta tecnología del significante- se pone en juego. La responsabilidad y la potencia de producir sujeto, que no sea otra que su definición y delimitación como dimensión política, sujeto que no sea otro que sujeto político, y como tal productor -en esa dimensión política- de un acto revolucionario. Este acto revolucionario no es solo para sí, solo para el individuo, sino que lo es, fundamentalmente, para el sujeto del inconsciente, y en su proyección social ineludible, en la amarradura con el lazo social, define las marcas con la comunidad, como tejido comunitario potencial.

En esta misma dirección, el happening es una intervención en lo real del síntoma, es un tipo de lazo social determinante si hacemos de él herramienta de provocación, es decir de enunciación subjetiva y de anunciación del discurso, apelación a la falta en ser y a la posición del sujeto atravesado por la dimensión política, historizada, ligada al contexto y a la época, siempre actual, analizadora de los fenómenos que acontecen en el campo social. A partir de estos, el hapenning resulta una herramienta similar al psicoanálisis, ya que pone en evidencia un artificio transferencial -entre el auditorio y el sujeto del discurso- para producir una transformación en el estado del campo.

En este sentido, la definición de Masotta al respecto de las propuestas de sus propios happenings, entre los que se encuentra “El Helicóptero” -posible anticipación lógica de la problemática del desaparecido-, son explícitas: “mi happening, repito ahora, no fue sino un acto de sadismo social explicitado.”

Es decir, una provocación en los diferentes niveles de discurso por sus alcances políticos y sociales.

El psicoanálisis como Por Art. El producido subjetivo

Cierta cuestión del deseo, en esta dimensión política que adquiere el campo a partir de su interpelación por el discurso psicoanalítico y por la presencia del analista como propulsor del acto psicoanalítico, al mismo tiempo escande el pensamiento que es propuesto a la relación de fuerzas del mercado como simple herramienta tecnológica. Ante estos objetos tecnocráticos y producidos tecnológicos de índole industrial, por el contrario, el producido subjetivo es un tipo de tecnología que antecede y no se pliega jamás al montaje capitalista y su reducción a “objeto de utilidad”. Por el contrario, el objeto del psicoanálisis, definido por su negatividad, por su condición de falta en ser, por su inespecularidad y por su indeterminación, es objeto suelto y no objeto determinado, objeto caído y no objeto erigido, objeto desprendido y no objeto acumulado.

Dos posibles referencias sobre arte y happening, sobre arte Pop: el montaje en lienzo u otro soporte material, donde ese produce un matiz a partir de los colores primarios como una línea de montaje transformada, no utilitaria, sino creadora. Siguiendo la línea propuesta por Masotta de un arte en acción, se produce la imprimación y la huella del objeto industrial, pero no se pretende ya allí el arte como proceso industrial convencional, sino siguiendo, una vez más, sus parámetros creadores a partir de la interrogación a la materialidad del objeto situado en esa experiencia. Ese objeto por efecto de dicha interpelación, devendrá objeto político. Una transformación del objeto a partir del lazo puesto allí en juego como política libidinal.

El Pop Art de algún modo queda ligado a una acción que pone en juego la imposibilidad de la totalidad de la experiencia, por su propia definición está ligado al escotoma como disociación en la relación entre sujeto y objeto. Es por lo tanto una oportunidad de interpelación política, una experiencia y una propuesta estética que se pretende en el campo y que, por su propio lance instantáneo, se reconoce como experiencia no totalitaria y disociada. Permite establecer la posición del significante en la serie lingüística -en el lienzo/ soporte del objeto de arte del que se trate en cada caso- como división entre objetos de enajenación de la cultura y procesos de producción. Oportunidad de dividir las aguas y producir una crítica del status quo en la colección do objetos de mercado. A partir de su división avanzamos en la dimensión política del psicoanálisis y del Pop Art, más allá de su lance fundacional que pretendía una interpelación de estos objetos de uso social, pero neutralizados de su fundamento político y de su condición de objetos de consumo, y por ende objetos de enajenación subjetiva.

Condición aplastante y acomodada del objeto burgués, y de cómo el modo burgués se abroquela sobre la lógica y la dinámica de los lazos contemporáneos capitalistas.

¿Y no es acaso, ésta, la posición en la que llegan los pacientes afectados de esa “nada” adormecida y entumecida, como objetos de consumo y de enajenación política?

Cristian Rodríguez

https://www.pagina12.com.ar/833586-cantamos-cristina
13/06/2025

https://www.pagina12.com.ar/833586-cantamos-cristina

Cristina presa y perseguida. ¿Volvemos a las calles y a las plazas a poner el cuerpo, cuerpos visibles y amuchados, cuerpos mancomunados también alrededor de un ideal: memoria, verdad y justicia? Postulación casi homóloga del recordar, repetir y elabor...

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29/05/2025

Si la fotografía es ese intento perdurable que aspira a la eternidad, en el capítulo de Black Mirror, Eulogy, elogio, traducido como Apología --capítulo 5 de la… Fuente: PAGINA12 https://share.google/BvdZAWEOoUyQg4pmb

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Los botelleros Un chico en bicicleta a la puerta de casa revolviendo el contenedor de la basura. Podemos contarlos por d...
19/05/2025

Los botelleros

Un chico en bicicleta a la puerta de casa revolviendo el contenedor de la basura. Podemos contarlos por decenas en un día. Este fenómeno no es nuevo y es el reencuentro con antiguas miserias de la vida en la ciudad. A la par de la creciente y murmurante, silente por momentos y viva multitud de personas que perdieron sus hogares en estos últimos tiempos. De personas en situación de calle. Hay un matiz nuevo que es también un reencuentro con el de los botelleros de nuestras infancias, ahora ya no pasan con el carro tirado por el caballo sino en desvencijadas camionetas con altoparlantes. Y esto sucede desde el advenimiento del actual gobierno en nuestro país. Es una prueba inequívoca de pauperización, también es un signo macroeconómico aunque ocurra en finisterre. Un estilete que escribe y desguaza el modo en que se destruyen los tejidos sociales, los proyectos comunes y la vida de las personas. La vida finita que intentan hacernos creer que es infinita en el arduo parque de diversiones de los pluriempleos, las jornadas laborales emprendedoras e interminables como en el Siglo XIX, sumergidos en deudas impagables como si dispusiéramos de capas vitales de generaciones para poder vivirlas por nosotros mismos, un paraíso advenedizo de las religiones del capital. No somos los dueños de las generaciones, apenas transmitimos a las otras generaciones y vibramos entre generaciones. Estos señores que están en el poder se vuelven también los acreedores de nuestras generaciones, sinopsis desarrollada de un libro conspirativo y rancio en el que se pretenden los dueños de la república, y mientras tanto el progresismo quedó atrapado en el plexo de su sentido común ¿Veremos los zurdos otro capítulo de la república perdida?
Los muy afortunados que no cayeron del mapa se endeudan con créditos hipotecarios, personales, tarjetas de crédito, etcétera. Me pregunto cuál es el mapa en cuestión, porque esta geopolítica es banal, cruda por despiadada y está hecha para recibir a cambio suvenires parciales, amuletos de supervivencia tardía. Todos corriendo la coneja, estirando el cogote para mantener las narices por encima de la línea de flotación, tamaño esfuerzo en los que el maquillaje no esconde los gestos de desesperación para no ahogarnos. Esta contracara de la deslocalización en la que nos encontramos se hizo callo y contexto cotidiano, muchas personas en sus casas están mudándose, están en tránsito, se están yendo, están perdiendo sus hogares y sus referencias cotidianas, simbólicas, sus ambientes y sus hábitats. Están deslocalizándose hacia el conurbano, desde la Ciudad de Buenos Aires hacia las periferias, que es lo que me toca ver y contarles. O van a lugares más pequeños e inhóspitos, hacia reductos oscuros y tal vez inhumanos, incluso eventualmente a la calle de manera intermitente, días que si y días que no, si alcanza para pucherear una pensión. Por último, están los desaparecidos sociales que se volvieron paisaje y chichón urbano, en las veredas y en los puentes, en la vía.
No es nuevo esto que hace de la vivienda, que es un modo de nombrar casa, uno de los aspectos fundamentales del común vivir. Que este tema de acceder a la vivienda se haya vuelto utopía, o mejor decir, distopía, fuera de lugar y de época. Este fuera de contexto es una catástrofe social y subjetiva. Importamos lo peor de Europa, ese tiempo remoto que hace que nos resulte difícil enamorarnos de la idea de tener casa propia. En todo caso, la casa la vamos perdiendo a la par de la arenga del botellero. Compro muebles, heladeras, mesas, sillas, lavarropas, televisores, todo para vender.
Casa propia no tiene nada que ver con el capitalismo, es refugio, pertenencia, lugar común, amor compartido ¿Cuánto del alma se escapa con este antiguo desamparo a cielo abierto? Brutal y deshumanizante. Sin tierra, exiliados, éxodos- Extranjeros en nuestra propia tierra, oxímoron que todos entendemos cuando llegan los gobiernos de ultraderecha.
También están los niños capturados una vez más por el capitalismo, en este caso tecnocrático, a favor de las aplicaciones, de las apps telefónicas y que en realidad encubren nuevos modos de esclavitud. El niño casi nunca fue tenido en cuenta, fue un invento contemporáneo y reciente pensar y decir que los primeros son los niños. Siempre fueron el orejón del tarro, como versa en la hermosa viñeta de Mafalda, donde el tipo al que solo se le ven los pantalones y zapatos, brinda con Miguelito a su salud, bebiéndose su whisky y el de Miguelito también. Miguelito despierta de ese sueño contándole a Mafalda, al final era como siempre, éramos el último orejón del tarro, pero qué respeto.
Recuerdo que en las calles de tierra que todavía anegaban los bordes de la ciudad de Buenos Aires, el botellero proponía más bien un albur. Era verdaderamente un ropavejero, un transportador de ilusiones, también un oficio que tomaba lo desechado para volverlo a la realidad de los usos cotidianos. Esta nueva versión del botellero me recuerda, mejor decir, me convoca a la idea de que hemos sido expulsados a tal punto, que somos la sustancia misma de los ropavejeros. Somos la entidad misma del descarte y el desecho. Ya no descartamos, en realidad nos desangramos como puro descarte a la par de nuestras pertenencias y nuestras referencias simbólicas y culturales. No todo es negativismo en esta arenga, porque escucho también que en esas calles todavía de tierra, olvidadas, enterradas por las políticas públicas de turno, desde allí llega el silbido agudo, discordante y entrelazado del afilador de cuchillos, que nos recuerda que hay filo en la experiencia de la vida y no solo descarte. Darle filo a la experiencia, darle filo al dolor, darle filo a la vida, darnos filo para recuperar aquello que se corta y desgaja aspectos profundos de nuestra memoria, nuestros sentimientos, nuestra identidad, nuestros modos de sentir y de vivir.
Tenía una casa y la perdí podría llamarse este texto. Y sin embargo te quiero, a pesar del espanto, tomando las renuentes notas de los barrios porteños en las palabras poéticas de Borges. Tenía, eso que imprime tanto el sello de lo potencial como lo pretérito. Tal vez podríamos, tendríamos que suplir, transformar y elaborar este dolor en realidad, no en complacencia, sino en trabajo mundano, terrenal, propio de lo cotidiano. Tendría una casa y tendremos un país donde vivir los botelleros.
Cristian Rodríguez

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