18/09/2025
[OPINIÓN]
¿QUÉ HACEMOS CON EL DOLOR?
Por Ezequiel Andreatta.
En Argentina, se estima que alrededor del 5,7% de la población general padece algún trastorno del estado de ánimo, con tasas que han aumentado significativamente, especialmente en adolescentes y adultos jóvenes.
Los factores de riesgo incluyen la pobreza, el desempleo y la violencia, y la pandemia de COVID-19 exacerbó la situación, llevando a un aumento del malestar emocional y una mayor demanda de servicios de salud mental.
Las mujeres presentan tasas de prevalencia más altas que los hombres, y se observa que la desigualdad socioeconómica y la falta de acceso a servicios de salud mental adecuados son problemas importantes.
Datos y Estadísticas:
Prevalencia general: Un 5,7% de la población argentina sufre algún trastorno del estado de ánimo.
Variación por género: Las mujeres son más propensas a experimentar depresión, con una prevalencia del 7,8% frente al 3,4% en hombres.
Población joven: Los adolescentes y adultos jóvenes presentan altas tasas de depresión; se estima que un 20% de los adolescentes entre 13 y 17 años en Buenos Aires mostró síntomas.
Malestar general: Un estudio reciente del Observatorio de la Deuda Social Argentina de la UCA reveló que uno de cada cuatro argentinos experimentó malestar psicológico (ansiedad y depresión) en 2023.
Ante todos estos disparadores nos preguntamos qué hacer con la angustia, la ansiedad y la desesperación proyectada desde la frustración hacia los demás.
No queremos juzgar, ya que el dolor de cada uno, es respetable y se vive a su modo. Pero el tema está en la mencionada proyección: libero mi ira a través de proyectar mis problemas en los demás. Este es el drama que también nos atraviesa como sociedad: el odio y el veneno que muchos argentinos presentan.
Frustraciones de ayer, inconvenientes del hoy. A veces, el político o el periodista suele ser el blanco fácil de ese centenar de frustrados, que impunemente hacen del odio, un manjar. Una manera despiadada de tirar manteca al techo, de escupir rabia y problematizar absolutamente todo.
Los índices que presentamos al comienzo del escrito, dejan en evidencia el enorme flagelo que nuestro país presenta.
Ojalá que podamos construir una sociedad más justa, libre e igualitaria. Un país en dónde existan personas apasionadas, altruistas y fundamentalmente humanas.
Entonces:
¿Qué hacemos con el dolor?
Lo dejamos fluir, lo atravesamos y tratamos de transformar lo profano en lo sagrado. A lo diáfano, lo convertimos en algo superior.
De este modo, pasamos una vida más apacible, armoniosa y gentil.