19/09/2025
Escribir sobre el jockey Irineo Leguisamo en un medio dedicado al turf, es una tarea por demás difícil si se pretende no caer en el lugar común, en el dato conocido y repetido: que era uruguayo, de orígen humilde, que ganó diez veces el GP Pellegrini y catorce estadísticas seguidas, que fue un gran amigo de Carlitos Gardel y corrió a su caballo Lunático, que varios tangos lo mencionan, que se retiró a los 71 años, que fue como un padre para el cantante Palito Ortega, su único heredero, que le decían El Pulpo o El Maestro, que es considerado el mejor jinete Sudamericano del siglo XX...
En la Redonda de Palermo Legui siempre está presente: su busto orientado hacia la pista parece proteger con su mirada a cada jockey que sale a la cancha en busca del triunfo.
Pero no. Legui no está ahí. En realidad (y acá se viene el dato tal vez poco conocido) las cenizas de Leguisamo se encuentran descansando al pie del mástil mayor, en el centro de pista del Hipódromo de Palermo, con una placa conmemorativa en la que el paso del tiempo borroneó las letras que intentan decir : “Aquí yacen las cenizas de Irineo Leguisamo. 20/10/1903 – 2/12/1985. En homenaje al 21º Aniversario de la muerte de nuestro célebre jockey. 02 de Diciembre de 2006. Hipódromo Argentino de Palermo”.
El moho negro y el óxido de la placa transmiten una sensación de olvido inevitable, pero por suerte Legui tampoco está ahí, porque desde hace mucho tiempo que ocupa un lugar resplandeciente en la memoria de nuestro pueblo.
Texto y fotos Silvana Boemo