23/10/2025
En una nueva entrega de su newsletter, escribe sobre las rutas argentinas y los (diversos) límites de velocidad. Empieza así:
"Estuve el fin de semana en Cariló con unos amigos que muy generosamente siempre nos invitan, pero tengo menos cosas interesantes para decir sobre nuestros tres días entre el bosque y la playa que sobre el viaje en auto y las reflexiones que me generó, mientras manejaba, acerca de la ambición regulatoria del Estado y la feminización del transporte vehicular.
Uno se acostumbra al viaje a la Costa porque lo hace como por un túnel, sobre todo desde el desvío en Dolores y la travesía sin humanos hasta Madariaga, por los partidos de Tordillo y Lavalle, que tienen una densidad de población similar a la de Mongolia. Ante tanto aburrimiento sólo queda distraerse con los carteles de los límites de velocidad, que por alguna razón cambian todo el tiempo, sin explicación ni consistencia aparente. En realidad, desde la llegada hace unos años de las cámaras policiales, es casi obligatorio estar alerta a los carteles. Uno queda solo en ante la inmensidad, puro campo y horizonte, ninguna edificación a la vista, pero el Estado se aferra a lo poco que tiene para recordarnos su presencia vigilante. Pre-cámaras, uno iba por la ruta como por un paraíso libertario, solo frente al Universo. Ahora, el Gran Hermano al que le dimos el monopolio de las reglas de convivencia lo ve todo".
El resto en Seul.ar