
23/09/2025
Desde la que ciudad de las diagonales nos llegan estas palabras sobre Manigua, de Carlos Ríos /
Dice R67, a propósito de esta novela publicada en 2009:
«Yo creía que una novela muy corta y, sobre todo, aparentemente repetitiva, no podría ser mucho más que un prolijo ejercicio de escritura, una manifestación de fuerza técnica, o que la trataría como un cuento largo. La trama, sobre un hombre que es enviado a buscar una vaca que sacrificar en el nacimiento de un hermano, en un entorno entre difuminado y lisérgico, abonó también preconceptos con los que entré al texto. Nada de eso resultó así.
La primera clave nos es ofrecida, con lealtad y transparencia extraordinarias, en el título. Hay la historia de un destino completo (no recuerdo quién decía que esa es característica fundamental del género novelesco), descripciones amplias como el espíritu de un pueblo, enorme cantidad de detalles, imágenes de gran potencia tanto ilustrativa como simbólica, toda una gestualidad que notamos recién cuando ya hace decenas de páginas que estamos leyendo, un cauce de poesía brutal como un aluvión, otro cauce, paralelo, simultáneo, de poesía como la filigrana que vertebra el espíritu.
Es una de esas obras cuya mínima exégesis justa ocuparía el espacio de varias relecturas de la novela. Antes dije lo mismo de otras obras: acá no puedo más que sugerir, apenas, lo que encontré en la novela. Creo haberlo hecho. Sólo agrego un par de las tantas líneas que no pude no releer con fascinación:
“Nada de lo que has dicho será repetido por otra boca que no sea la mía. Soy tu herencia, dijo Apolon a su hermano, soy tu pesada herencia y tu única maldición.”
“Si era la mujer que yo había conocido en el ómnibus, estaba irreconocible. Su cara era del color de los frutos que se recolectan sólo por las noches”.»