
05/06/2019
El Wall Street Journal suele comenzar sus notas humanizándolas. Un caso, un exponente, con la palabra de los protagonistas, para luego pasar a los números, las mediciones, la dimensión objetiva que coloca al “caso” relatado como expresión de una situación relevante para un conjunto lo suficientemente amplio de la vida social.
Hay una forma opuesta de publicar que es sostenida trabajosamente por psicoanalistas que abominan de su posición social, hubieran querido ser otra cosa, estrellas de rock, periodistas televisivos o mediáticos. Es decir captar la atención de muchos sin mucha atención a lo que se dice. En la revista POLVO, de noviembre de 2018, Luciano Lutereau publicó una nota de título Juntos pero solos, que comenzaba así: “Hoy en día la mayoría de las parejas no logran pasar de “estar con el otro” (presencia) a “hacer cosas juntos” (ausencia) y viven en un presente continuo de aburrimiento, paranoia y miedo al abandono”
Lo que sigue es la interpretación de los dichos de algunos pacientes que le permiten llegar a la conclusión sobre La pareja actual: “No estamos en condiciones de irnos a vivir solos”, dijo una mujer, a propósito de la propuesta de su novio de convivir. “Pero no se irían a vivir solos, sino juntos”, le dije y ella se rió. Y yo pensé que en ese modo en que el “solos” reemplaza al “juntos”, sustitución que reenvía al “irse a vivir solo” como equivalente de dejar la casa de los padres, pero también a la manera de estar a solas con otro, etc., está la clave de muchas de las parejas jóvenes (y no tanto) de nuestro tiempo, que viven “juntos, pero solos”.
La cuestión es dónde sale y cómo se determina la afirmación que, colocada al comienzo, sostiene la pretensión de que el artículo sea leído: “Hoy en día la mayoría de las parejas”
Más o menos es siempre lo mismo. Ahora, hoy en día, o cualquier referencia temporal vaga que habla de un presente sin inicio, ni delimitación. Lo que permite que casi cualquier cosa dicha pueda ser tomada como probable ya que no se menciona el momento que sirva de contraste. Pero esto se sigue de una afirmación poderosa “la mayoría de las parejas” Esto nos incluye de alguna manera, ya que si no habla de cada uno de nosotros está hablando de muchos de los que nos rodean y con los que interactuamos. ¿Y cómo se establece una cantidad tan categórica? La mayoría de las parejas. Sin ella el texto es anecdótico, pero para afirmar algo así debería haber una fuente. Pero si la fuente no existe, se puede apelar a la cita de autoridad. Lo dice alguien que no se cansa de exhibir (lo que significa que antes supo lograrlos) sus doctorados mientras forma parte militante del gobierno universitario que ha llevado a la facultad de psicología adónde hoy se encuentra.
La ventaja de apelar a la autoridad en lugar mediciones, informaciones, estadísticas o cualquier otra referencia al mundo en que vivimos es que permite situarse en una perspectiva en que todo es posible y nada es refutable. Aún cuando el texto no habla de sujetos singulares, sino de la sociedad en sus dimensiones cuantitativas (mayoría de parejas) supone que basta con que un “doctor” lo diga. Quizás es una interpretación solipsista de la afirmación de Lacan “el analista se autoriza sólo por sí mismo”
Sin embargo debería tenerse cuidado con este tipo de textos, factible de ser transformado en “Hoy en día la mayoría de los psicoanalistas no logran pasar de “facturarle al otro” (negocio) a “analizarlo” (clínica) y viven en un presente continuo de avaricia, paranoia y miedo al abandono” y luego con par de casos justificarlo. Desde que hay un psicoanálisis conformado como organización política la apropiación de la “mayoría” es una necesidad tan inevitable como absurda.