20/06/2025
Contexto
Por Luis Alberto Franco
Aunque no hay una única versión, algunos textos aseguran que la diosa griega Temis y su hija Dice inspiraron la conocida estatua de la Justicia. Temis representaba la ley de la naturaleza, la justicia, la equidad y la fidelidad a los acuerdos y tratados. Aproximadamente en el siglo XV, la Justicia fue representada como una estatua con una balanza en la mano, una espada en la otra y sus ojos vendados. La balanza simbolizaba la ponderación de los hechos, circunstancias y testimonios; la espada, la fuerza para aplicar la ley, y la venda sobre los ojos, la imparcialidad y objetividad en la decisión. La venda, en definitiva, transmitía la idea de que la decisión del juez no sería influenciada por la identidad del acusado.
La Argentina vive un fallo histórico sobre el que prácticamente todos están informados. Por primera vez, un expresidente de la Nación es condenado en todas las instancias judiciales establecidas por la Constitución y las leyes que de ellas emanan, incluyendo la decisión de la Suprema Corte, que desestimó la queja presentada por la defensa de la acusada, lo cual dejó firme la condena por corrupción impuesta por el Tribunal Oral Federal N° 2 (TOF 2) y confirmada por la Cámara Federal de Casación Penal. A partir de la decisión final del más alto Tribunal de la Nación, las decisiones sobre la ejecución de la pena pasaron al TOF 2, que determinó la prisión domiciliaria de la condenada en el domicilio por ella escogido.
A partir del agotamiento de las instancias judiciales, las fuerzas políticas que sustentan –o aparentan sustentar– políticamente a la exmandataria Cristina Fernández de Kirchner se lanzaron a cuestionar la decisión judicial hasta rechazar lo que decidieron los jueces bajo el pleno estado de derecho y la total vigencia de las instituciones de la república, lo cual, además, fue acompañado por diversos grados de violencia e intimidación rayanos en la sedición que la propia Constitución define en su artículo 22.
Lamentablemente, en el tramo final del proceso, a la Justicia se le corrió el velo que cubre sus ojos al conceder que la expresidente no cumpliera con los trámites que corresponden a cualquier condenado, además de no considerar con la firmeza necesaria que decenas de vecinos inocentes estuvieran sometidos a la violencia de hordas de simpatizantes, instigadores y asociados a la señora Fernández de Kirchner, que han convertido al barrio en un penal en el que quedaron internados tanto la delincuente como las personas de bien.
No caben dudas de que la ciudadanía está ante un delicado punto de inflexión que podría significar la consolidación de un sistema republicano que asegure la plena vigencia de los derechos y obligaciones individuales, y las limitaciones al abuso del poder por parte de quienes lo ejercen. Por lo pronto, la Justicia demostró en sus propios tiempos un avance considerable en su rol de garante último de la ley, lo cual –a pesar de que al final ciertos pruritos hayan cedido al chantaje sedicioide– es en su conjunto un considerable y esperanzador progreso. Sin embargo, la consolidación de este avance institucional dependerá también de la resolución de muchos asuntos pendientes, y muy especialmente de la forma en que la actual administración política respete y haga respetar el orden constitucional con especial foco en lo que podría definirse como la autolimitación a todo exceso, y una especial sensibilidad –hipersensibilidad– ante cualquier posibilidad de uso del aparato estatal para beneficio de algún o algunos funcionarios, conforme a lo que establece la Carta Magna de la Nación Argentina y las normas de ética en que se afirma su texto.
En otro plano se viven logros significativos, como, por ejemplo, la consolidación de la baja de la inflación y la consecuente caída del índice de pobreza. Estos éxitos emparentados son fundamentales y se deben, en buena medida, al liderazgo del Presidente en la conducción de la economía nacional, lo que se suma al formidable esfuerzo casi generalizado de los argentinos, lo cual es otro hito nacional. Por un lado, el Gobierno ha eliminado la causa de la emisión descontrolada de moneda que degrada el tejido social profundamente, esto es el gasto público y consecuente déficit fiscal, lo que a su turno ha significado el paulatino ordenamiento de los precios relativos, es decir, logros importantes alcanzados en un período sorprendentemente breve que son dignos del mayor elogio. Sin embargo, como contrapartida, el tipo de cambio no parecería tener posibilidades de mantenerse indefinidamente dada la evidencia a simple vista del desmesurado incremento del turismo al exterior y, más profundamente, un juego financiero (carry trade) que no está exento de riesgos y sobresaltos en un futuro no muy distante. Esta situación va a demandar que el Gobierno implemente a mediano plazo un plan de largo aliento que posibilite reformas estructurales muy profundas en las relaciones laborales, cambios en el sistema impositivo, la implementación de una desregulación que considere la presión del Estado sobre las empresas existentes y potenciales, y un cambio sustancial para la transformación real de la administración pública, lo cual sólo podrá concretarse si logra sumar una masa crítica de legisladores en las próximas elecciones; caso contrario, sólo quedará el único recurso de mejorar sustancialmente la negociación política con las fuerzas de la oposición más afines. Esta situación previsible o esperable no debería ser considerada grave en absoluto, sino una oportunidad para reencauzar la articulación política en un sentido positivo y hasta sano que podría robustecer el sistema republicano sobre el que se viene reflexionando.
Ante este contexto, sólo se puede agregar que el desafío que tiene la Argentina por delante es enorme, y que la oportunidad para progresar está abierta y casi al alcance de la mano. Dependerá de la mayoría de los argentinos que trabajan o están preparándose para hacerlo, que en esta oportunidad tan compleja que vive la humanidad, el país no pierda lo que se ha logrado.
Demás está decir que los aspectos institucionales aquí señalados afectan también a la aviación civil, ya que si hay algo que necesita imperiosamente la actividad son reglas claras que le permitan crecer en el marco de la libertad y una concepción de autoridad que la haga ágil, competitiva y crecientemente segura.
Se verá.
Por Luis Alberto Franco.
Editorial publicado en la columna semanal “La semana aeronáutica” del 18 de junio de 2025.