21/07/2025
La semana empezó mal, con la partida de Jorge Aulicino. Es doblemente triste, por la pérdida de un gran y generoso amigo y colaborador, y porque se fue un enorme poeta, cuya dimensión queremos creer que será debidamente apreciada con el tiempo.
"El tiempo es tirano", dicen banalmente en TV, pero su verdadera tiranía no es la que allí deploran. Es la de la cruel enfermedad irreversible. La de tener que transitar ese tramo final con entereza y dignidad. La que nos impone una nueva ausencia, porque el número de ausencias solo sabe aumentar. Y hasta la del reconocimiento tardío, al que con la palabra "legado" le maquillamos la sensación de "demasiado tarde".
Jorge fue reconocido en vida, pero no alcanza a reflejar su importancia en la poesía. Una que se condice con la que la poesía tenía para él. Muchos poetas han estudiado, leen, escriben, y listo; y está bien, no es que sea poco. Pero para Jorge, la poesía era todo en todos lados. Se comprometía en todo ámbito posible. Fue vital para ella en su rol como periodista. Dejó un corpus de traducciones fascinante. La consumió y analizó vorazmente en su departamento rebosante de libros. La debatió en toda mesa de café que le apareciera enfrente. Incluso desde las redes, era una ametralladora de apreciaciones, ironías, republicaciones, y "ESP DE PUBL". Y por último, pero quizá en lo que más faltará, fue un fiel amigo, par, mentor, o benefactor, de incalculables poetas.
Para el Dock fue un gran aliado por más de veinte años. Con nosotros publicó cinco poemarios, una traducción, un ensayo, y hasta una selección de sus infaltables sentencias de Veldevere a Bonturo. Además, los últimos años dirigió nuestra colección Pez náufrago, a la que aún le queda por aparecer un título seleccionado por él, que estuvo activamente vinculado hasta hace pocos meses, mientras pudo. Con su partida la colección entrará en un parate, hasta que tenga un nuevo director y el momento sea correcto, que no lo será por un tiempo.
Si continúa en algún plano, esperamos que sea uno repleto de pipas y gatos, y que el Dante lo reciba en su Paradiso para charlar, sin hacerle realizar primero su arduo recorrido.
Gracias por todo, Jorge.