01/05/2025
🔴 𝗘𝗗𝗜𝗧𝗢𝗥𝗜𝗔𝗟 - 𝗡𝗨́𝗠𝗘𝗥𝗢 𝟭𝟲 "𝗗𝗜𝗦𝗣𝗨𝗧𝗔𝗦 𝗗𝗘 𝗦𝗘𝗡𝗧𝗜𝗗𝗢𝗦 𝗬 𝗥𝗘𝗖𝗢𝗡𝗦𝗧𝗥𝗨𝗖𝗖𝗜𝗢́𝗡 𝗗𝗘 𝗟𝗢 𝗖𝗢𝗠𝗨́𝗡". 𝗣𝗼𝗿 𝗚𝗮𝗯𝗿𝗶𝗲𝗹𝗮 𝗔𝗿𝘁𝗮𝘇𝗼*
En un periodo donde las crisis socioeconómicas, políticas y ambientales se entrelazan, la construcción de una narrativa colectiva que permita entender y dar sentido a nuestra realidad se convierte en un imperativo. Las disputas de sentidos emergen no sólo como manifestaciones de tensión y desacuerdo, sino como oportunidades para la reconstrucción de lo común, un espacio donde la diversidad de voces y experiencias pueden generar alternativas viables, sostenibles y de transformación social.
En Argentina, a partir de la llegada al gobierno del partido La Libertad Avanza en 2023, hemos visto un marcado incremento de la retórica de odio. Los testimonios de quienes experimentan la violencia y la exclusión demuestran cómo estas agresiones refuerzan no solo el dolor personal, sino también la violencia institucional que perpetúa su invisibilidad. Es por esto que, ante este contexto marcado por la emergencia de estos discursos de odio, la construcción de una narrativa colectiva que permita dar sentido a nuestra realidad se torna esencial. El actual gobierno ha hecho uso de esta retórica no sólo para dividir sino también como herramienta de control social, generando un ambiente donde se deslegitiman las voces de las disidencias sexuales y se promueven políticas que afectan negativamente a sectores vulnerables, sumado a una política de represión y violencia a ultranza.
Las luchas contemporáneas en las comunidades rurales y urbanas son un testimonio de esta necesidad ineludible. En el ámbito rural, las mujeres campesinas, que históricamente han enfrentado la opresión estructural del patriarcado y el capitalismo, están dando forma a procesos de resistencia que no solo reivindican sus derechos, sino que también crean nuevas formas de organización social. Este protagonismo se manifiesta en la defensa de sus territorios y en la búsqueda de estrategias que les permitan acceder a derechos básicos, como el agua y la salud, frente a una lógica de despojo y explotación que parece crecer sin freno. Su lucha por el acceso a derechos básicos, se contrapone a ejemplos de políticas que desmantelan redes de apoyo social y desarticulan estructuras de bienestar comunitario, como la reciente transformación del Ministerio de Desarrollo Social hacia una lógica centrada en el “capital humano”.
Simultáneamente, en las ciudades, el agravamiento de los discursos de odio ha legitimado un clima de violencia sistemática contra las identidades no hegemónicas, siendo las disidencias sexuales de la población LGBTIQ+, blanco de prácticas agresivas y descalificadoras. Los testimonios de personas que sufren estas agresiones reflejan un contexto en el que identidades disidentes y expresiones de la diversidad se transforman en riesgo, y la calle, considerada históricamente un ámbito de resistencia, se ha convertido en un espacio de vulnerabilidad para quienes desafían las normas establecidas.
Dentro de este marco, es vital conceptualizar la calle no solo como un espacio físico, sino como una institución social donde se desencadenan interacciones y aprendizajes significativos. Este espacio se torna clave para la visibilidad de las luchas por derechos y justicia social. Las dinámicas de ocupación y apropiación del espacio público permiten a las identidades excluidas articular sus reivindicaciones, dando lugar a una performatividad que desafía la norma y promueve la inclusión.
Las narrativas de resistencia están profundamente arraigadas en la experiencia cotidiana de los movimientos sociales que han estado en el centro de la violencia capitalista neoliberal, la cual extrae todo tipo de energía vital posible y la transforma en un objeto de mercancía/consumo. Las tensiones generadas por el avance de los intereses económicos sobre el territorio evidencian una contemporánea lucha por la tierra, el agua y otros ricos minerales, que no solo atraviesa la defensa de un espacio físico, sino que también implica la preservación de modos de vida, tradiciones y formas de organización que desafían las estructuras de poder establecidas. En este sentido, las luchas por el reconocimiento del valor de lo común se convierten en el eje central para la construcción de una sociedad más justa e igualitaria.
La intervención estatal, en el actual contexto neoconservador, se caracteriza por la reactualización de esquemas tradicionales que privilegian políticas focalizadas, residuales y asistencialistas. Este enfoque fragmentado y desarticulado revela una profunda desconexión con las necesidades genuinas y las realidades territoriales específicas de las comunidades. Lejos de responder a las complejidades socioeconómicas contemporáneas, estas políticas reproducen lógicas que abordan los síntomas sin confrontar las causas estructurales de la desigualdad, profundizando así la brecha entre las acciones estatales y las demandas colectivas emergentes. Por lo tanto, la búsqueda de porosidades entre lo público y lo privado que permitan visibilizar nuevas formas de lo común y garantizar una escucha activa de las demandas de la Argentina actual, se convierte en uno de los principales desafíos que nos convoca en este número 16 de ConCiencia Social, titulado 'Disputas de sentidos y reconstrucción de lo común'.
En un escenario social, político y económico caracterizado por la sistemática crueldad, se hace imperativo reflexionar sobre las intervenciones y las investigaciones que diariamente reconstruimos para dar sentido a lo colectivo, entrelazando lo común y permitiendo así el surgimiento de esperanza.
Las organizaciones de base y los movimientos sociales juegan un papel crucial en este proceso, al dinamizar la demanda de servicios y derechos a través de mecanismos de participación que desdibujan las barreras institucionales. La capacidad de visibilizar las necesidades sentidas por las comunidades es fundamental para reorientar las políticas públicas hacia un enfoque más humano y relacional, que no solo gestione problemas, sino que también potencia sinergias entre actores, sujetos y comunidades para propender a un futuro que nos incluya a todes. Los cuerpos, tanto de quienes solicitan asistencia como de quienes la brindan, son el núcleo central de esta interacción. La corporeidad en la asistencia social pone de manifiesto la importancia de las relaciones interpersonales en la construcción de sentidos, donde el cuidado, la escucha y el apoyo mutuo se manifiestan como acciones que van más allá de una simple transacción administrativa, donde se entrelazan emocionalidad y necesidad en la búsqueda de justicia social.
Ante este panorama, la Revista ConCienciaSocial se propone abrir este espacio para la reflexión crítica acerca de las tensiones que emergen en el contexto actual. La invitación es, entonces, a contemplar las luchas desde múltiples dimensiones, reconociendo que en la intersección de los conflictos radica la posibilidad de reconstruir lo común. Es en esa reconstrucción donde se desafían nuestras certezas y se cimentan las bases para la esperanza colectiva, donde cada voz cuenta y cada acción es un paso hacia un futuro más justo e inclusivo.
*Gabriela Artazo.
Doctora en Ciencias Políticas del Centro de Estudios Avanzados de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC). Docente Concursada de la Carrera de Trabajo Social (Facultad de Ciencias Sociales, UNC). Master Internacional en “MERCOSUR y Unión Europea: Diferencias y Similitudes” y Licenciada en Trabajo Social. Principal línea de investigación: políticas públicas, trabajo social y feminismos latinoamericanos. Integrante del Comité Editorial de Conciencia Social.
*Referencias
De la Aldea, E. (2019). Los cuidados en tiempos de descuido. Chile: LOM Ediciones.