14/04/2025
Discurso en homenaje a Justo José de Urquiza: legado y vigencia de un visionario entrerriano
Nos convoca hoy la memoria de un hombre cuya figura trasciende los márgenes del tiempo, un nombre que late en la esencia misma de nuestra provincia y que dejó una huella indeleble en el devenir de la nación argentina. Hablo de Justo José de Urquiza, cuya trágica muerte, el 11 de abril de 1870, no fue sólo el fin físico de un líder, sino también el símbolo de un país que luchaba por consolidarse, por encontrar un rumbo común en medio de los vaivenes de la historia.
Fue, por sobre todo, un estadista. Un hombre que supo mirar más allá de las disputas coyunturales, que comprendió que la construcción de un país no podía fundarse en la dominación ni en la exclusión, sino en el diálogo, en el respeto por las instituciones y en la necesidad de articular unidad en la diversidad. Su figura emerge en un momento bisagra de la Argentina del siglo XIX, cuando era imprescindible superar la fragmentación territorial y sentar las bases de una organización nacional duradera.
Desde Entre Ríos, desde el corazón del Litoral, desde esta ciudad, Urquiza se proyectó hacia la Nación con una propuesta clara: federalismo real, respeto por las autonomías provinciales y una Constitución que diera forma y límite al poder. Y como todos sabemos en 1853, gracias a su impulso, se sancionó nuestra Constitución Nacional, piedra angular del sistema democrático argentino. Ese texto, fruto del acuerdo y la deliberación, sigue siendo hoy la guía de nuestra vida institucional.
La muerte de Urquiza, es uno de esos hechos que duelen aún con el paso del tiempo. No fue sólo un magnicidio. Fue un golpe brutal a la legalidad, un intento desesperado de frenar un proyecto de país que apostaba por el orden constitucional frente al autoritarismo, por la integración frente al enfrentamiento permanente. En Entre Ríos, su as*****to dejó una herida profunda. Pero también encendió una llama que aún hoy nos alumbra: la de la convicción de que el camino correcto es el del respeto, la institucionalidad y el compromiso con el bien común.
Urquiza entendió antes que muchos que el progreso no podía lograrse sin educación, sin infraestructura, sin una mirada estratégica del desarrollo. Fue pionero en abrir caminos, en promover el comercio exterior, en establecer relaciones diplomáticas con sentido geopolítico. Pensó la Argentina como parte de un todo internacional, con visión moderna y pragmática. Promovió la inmigración, el ferrocarril, la navegación de los ríos, anticipando los debates del futuro. En definitiva, pensó al país no desde la improvisación, sino desde un proyecto.
Hoy, en pleno siglo XXI, cuando el mundo parece volver a debatirse entre nacionalismos cerrados y globalizaciones desordenadas, el pensamiento de Urquiza cobra una vigencia sorprendente. Sus ideas sobre el federalismo, la importancia de la Constitución, la necesidad de consensos y el rol del Estado en el desarrollo económico, siguen siendo faros para nuestra acción política e institucional.
En Entre Ríos, hablar de Urquiza no es mirar un retrato en sepia. Es reflexionar sobre nuestras raíces para proyectarnos hacia el futuro. Es recordar que la política no debe ser instrumento de venganza ni de intereses personales, sino un servicio público, una vocación de transformación. Es saber que los liderazgos que perduran son aquellos que construyen puentes, no muros; que promueven acuerdos, no rupturas.
Hoy más que nunca necesitamos retomar aquellas banderas que Urquiza supo levantar con coraje y lucidez. Necesitamos recrear ese espíritu de grandeza que puso a la Constitución por encima de las ambiciones. Necesitamos dirigentes capaces de pensar más allá de los calendarios electorales, comprometidos con una Argentina más justa, más equitativa y verdaderamente federal.
La historia no se repite, pero nos ofrece enseñanzas. Honrar a Urquiza es, en definitiva, comprometernos con una cultura política más responsable, con una ciudadanía más activa y con instituciones más sólidas. No se trata de idealizarlo, sino de entender que su legado nos interpela, nos exige y nos inspira.
A 155 años de su muerte, Justo José de Urquiza sigue hablándonos. Nos convoca desde la historia, pero también desde el presente. Que su pensamiento, su obra y su trágico final nos impulsen a no claudicar nunca en la búsqueda de un país más unido, más humano y más libre.
Lic. Hugo Barreto
Presidente Centro Cultural Urquiza