16/05/2025
La brutalidad como norma, la dignidad como crimen
Por Martín Illanez (Abogado - Lic. Ciencias Políticas)
La imagen que hoy recorre las redes sociales y los medios de comunicación no necesita pie de foto. Un hombre desarmado, vestido de blanco, rodeado, empujado y violentado por una muralla de escudos y armaduras. No es una escena de una película histórica, es una postal de nuestro tiempo: la nueva Roma ha regresado y su Guardia Pretoriana se arrodilla, no ante el pueblo, sino ante el poder.
Ese hombre, como un nuevo Jesús en su camino al Calvario, representa la paz, la dignidad, la resistencia no violenta. En su rostro, la convicción de quien cree que otro mundo es posible. En su cuerpo, la violencia de un sistema que no tolera la verdad, ni la fe, ni la justicia.
La represión no es un error: es una decisión política. Es el lenguaje de los gobiernos que han abandonado el diálogo para abrazar el garrote. Cada golpe de bastón, cada escudo que empuja, cada casco que niega el rostro humano del otro, es una confesión de fracaso democrático.
Repudio este acto con toda la fuerza de la palabra y la memoria. Porque no olvidamos que hubo un Imperio que crucificó a un inocente para sostener su mentira. Y porque sabemos que, como entonces, la historia no perdona a los que oprimen en nombre del orden.
Llamo a los organismos de derechos humanos, a los movimientos sociales, a los líderes religiosos y a toda conciencia despierta a alzar la voz. La historia se repite, pero también se escribe. Que esta imagen sea testimonio, no de miedo, sino de firmeza. Que donde hay un escudo, se levante una palabra. Y donde hay un golpe, florezca una causa justa.
Nunca más la violencia contra el pueblo. Nunca más un Jesús rodeado por la prepotencia de los pretorianos del poder.