17/10/2025
Cuando el Boletín Oficial también debería dar el ejemplo
En el encabezado del Boletín Oficial de la Provincia de Misiones, edición N.º 16.459, correspondiente al "Viernes 17 de Octubre de 2025", salta a la vista un detalle aparentemente menor, pero que en realidad revela un problema más profundo: el uso indebido de mayúsculas en los nombres del día y del mes.
La Real Academia Española (RAE) es clara y categórica: los nombres de los días de la semana y los meses del año se escriben con minúscula inicial, salvo cuando encabezan una oración o forman parte de un nombre propio. Es decir, lo correcto sería escribir:
Posadas, viernes 17 de octubre de 2025.
No se trata de una cuestión meramente estética. La ortografía, además de reflejar conocimiento, expresa respeto por el idioma y por los lectores. Y cuando un organismo oficial, el mismo que publica leyes, decretos, edictos y resoluciones, incurre en un error tan básico, transmite un mensaje preocupante: el de la desatención hacia las normas que, paradójicamente, deberían guiarlo en todos sus actos.
El Boletín Oficial no es un simple compendio administrativo: es la voz escrita del Estado. En sus páginas se formalizan decisiones que afectan derechos, obligaciones y garantías de los ciudadanos. Por lo tanto, su redacción debería ser un modelo de corrección, precisión y pulcritud.
No es exigible que todo funcionario sea un lingüista, pero sí es razonable esperar que quienes tienen a su cargo la publicación de los actos del Estado conozcan, o al menos respeten, las reglas básicas del idioma. Si desde los ámbitos oficiales no se cuida el lenguaje, ¿con qué autoridad se puede exigir a los ciudadanos o a las escuelas que lo hagan?
Los organismos públicos tienen una responsabilidad pedagógica implícita: deben enseñar con el ejemplo. Y hacer docencia no siempre implica dictar cursos o editar manuales; a veces, simplemente, significa escribir correctamente.
Por eso, más allá de la anécdota tipográfica, el error del Boletín Oficial debería servir como recordatorio: el respeto por la lengua también es una forma de respeto institucional. Un Estado que escribe bien comunica mejor, y un Estado que comunica con rigor demuestra que entiende su papel formador en la sociedad.
En tiempos en que la educación y la claridad son valores cada vez más escasos, cuidar la palabra es una manera concreta de recuperar la seriedad.