13/10/2025
“Nunca serás padre”.
Eso fue lo que los médicos le dijeron a mi papá.
Mi papá se llamaba Noah. Nació en un pequeño pueblo de Ohio, el menor de tres hermanos. Era un hombre sencillo, con una sonrisa cálida y un corazón inmenso. Cuando mamá anunció su embarazo, nadie lo creyó posible. Los médicos afirmaron que él no podría criar a un hijo, que su condición y sus limitaciones se lo impedirían.
Pero estaban equivocados.
El día que nací, mi papá me tomó en brazos y prometió que haría todo lo que estuviera a su alcance por mí. Y cumplió. Trabajó en oficios sencillos, ahorró monedas en un frasco, me compró mis primeros libros y jamás faltó a una reunión de la escuela.
Cada mañana me ayudaba a atarme los zapatos, me llevaba de la mano hasta la puerta y me decía con ternura:
—Hazlo mejor que yo.
Algunos vecinos dudaban de él, otros lo juzgaron sin conocerlo. Pero los años pasaron, y todos estaban allí, aplaudiendo, mientras mi papá lloraba de orgullo en mi graduación.
Hoy tengo mis propios hijos. Y cada vez que los miro, recuerdo a ese hombre que transformó un “nunca podrás” en una promesa cumplida.
Porque mi papá no solo me dio amor.
Me dio la prueba viva de que nada es imposible. ❤️
Comprarte ❤️