20/07/2025
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El pueblo la pasa como el orto, y ellos pelean por cargos:
El vacío es dejarse mentir.
Una vez más, el peronismo bonaerense muestra su peor cara: una cúpula ensimismada, ajena al sufrimiento de las mayorías, enfrascada en una guerra de lapiceras mientras el pueblo no llega a fin de mes. En vez de discutir un programa de gobierno de liberación nacional, se encierran a pelear por carguitos, bancas y lugares en las listas como si estuviéramos en tiempos de abundancia, no en medio de una crisis brutal que pulveriza salarios, derechos y esperanzas.
El cierre de listas para las elecciones bonaerenses fue el más caótico de las últimas décadas. Lo que debería haber sido una instancia de síntesis política, con sentido estratégico, terminó siendo una novela de miserias y codazos, con final a los tumbos, pasadas las dos de la mañana, gracias a una prórroga judicial de último momento. Si no se la daban, no presentaban las listas. Así de irresponsables.
Los mismos nombres de siempre. Los mismos métodos. Las mismas miserias. Mientras tanto, en las calles se multiplican los comedores, las changas ya no alcanzan ni para la SUBE y el pueblo mira con asco cómo se reparten las sobras de un poder partidario sin alma.
El Frente Fuerza Patria —esa unidad “instrumental”, como ellos mismos la llaman— es un rejunte a la fuerza, más por miedo que por convicción. Ya no hay conducción ni proyecto. El kirchnerismo perdió la lapicera exclusiva y Kicillof avanzó casilleros, pero no por la construcción de una nueva esperanza, sino por cálculo interno. Lo cierto es que Cristina ya no ordena ni contiene, y su hijo, lejos de renovarse, se enreda en la misma lógica sectaria de siempre. Massa, mientras tanto, hace de mediador entre cúpulas, pero sin pueblo.
El resultado es elocuente: un peronismo “roto pero amontonado”, sin programa, sin conducción, sin horizonte. ¿Quién discute un nuevo modelo de país con los mismos candidatos de hace 30 años? ¿Cómo se puede hablar de liberación nacional si el debate es una carnicería de listas?
Pero los dirigentes están en otra: negociando en la madrugada, como cardenales en el Vaticano, sólo que sin fe, sin doctrina y sin vergüenza...