16/09/2023
Llegados al número 60 de esta colección iniciada hace ya más de treinta años, hemos tomado la decisión de discontinuar la serie. Este número 60, dedicado paradójicamente a pensar el futuro por venir, será entonces el último de Psicoanálisis y el Hospital, consumando con él la culminación de un ciclo. Y lo hacemos, desde luego, con alegría. Porque nunca hubiéramos siquiera imaginado llegar hasta aquí.
Por supuesto, hay condicionantes que han favorecido nuestra determinación. Las consecuencias de la pandemia se hacen sentir en la distribución y en la circulación de las publicaciones en papel, la afectación de los sistemas de salud repercute en la práctica y en el funcionamiento de los servicios de psicopatología, en sus actividades de atención, enseñanza y formación. Pero mucho más allá de todas esas cuestiones que, probablemente, tendrán la duración de lo transitorio, el número 60 porta en sí una pregnancia que nos permite mirar hacia atrás con cierto asombro, y valorar la extensión y la prolongación del trayecto recorrido. Habremos quizás aportado un granito de arena a la propagación de la peste psicoanalítica, tan rica y generosa en nuestro país con sus distintas vertientes y sus diversidades.
Si ha habido, hay y seguirá habiendo publicaciones hospitalarias de orientación psicoanalítica, la nuestra tomó a la institución hospitalaria en su conjunto, como un ámbito en el que el psicoanálisis demostraba poder dialogar e interpelar a las distintas disciplinas de la salud mental, con una influencia y una intensidad como solo ha demostrado poder hacerse en nuestro medio. Por ello, organizados en torno a una convocatoria central, los primeros números se centraron en la particularidad clínica que plantea el carácter público y gratuito que singulariza a nuestros hospitales, la cuestión de la admisión, el tiempo, la duración, la falta de pago, la presencia de la institución en cada tratamiento. Con el tiempo, avanzamos hacia un intento de articulación de la clínica uno por uno propia del consultorio, con la dimensión colectiva del síntoma social en lo que, con una expresión auspiciosa, un significante en busca de su significación, denominamos 'hacia una clínica de la cultura'. Esa orientación ha marcado el verdadero sentido de nuestro recorrido.
Quiero agradecer en primer lugar a las primeras residencias de psicopatología del Hospital Argerich, así como a las de los hospitales Piñero, Álvarez, Eva Perón (ex Castex) y, también, especialmente, a las sucesivas residencias y concurrencias del Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez, quienes desde el inicio no sólo acompañaron sino que impulsaron la difusión, la circulación y la lectura de la revista, instaurándola como un elemento de consulta. En segundo lugar, a todos los que escribieron a lo largo de estos años, muchos con asiduidad, otros más ocasionalmente, todos valorados colaboradores que encontraron también una motivación y un medio donde exponer elaboraciones o argumentaciones que, de otro modo, permanecerían quizás in statu nascendi. En fin, agradezco también mucho mucho a los miembros del enlace y gestión, desde luego y en primer lugar a los lectores, y a tantos libreros con quienes, en estos años, hemos establecido una relación de amistad.
No digo por lo tanto adiós, no digo tampoco, como de costumbre, hasta el próximo número. Me despido, esta vez, hasta la próxima serie. Un gran abrazo a cada uno. Mario Pujó