15/05/2025
“No sabía qué dolía más: tener hambre o que nadie notara que existía.” 🥀🥣
Camila creció en un barrio donde los disparos eran más comunes que las canciones de cuna. Su papá estaba preso, su mamá desaparecida y su abuela —la única que la criaba— murió cuando ella tenía trece. Después de eso, la calle fue su único hogar. Vivió entre portones cerrados, miradas de desprecio y policías que la levantaban por “sospechosa”. Comía de la basura y dormía donde no la corrieran. A veces, ni siquiera se acordaba de su edad. 🧊🧥
A los 17, quedó embarazada de un tipo que desapareció al saberlo. Dio a luz en un hospital público sin nadie que la acompañara. El médico le dijo: “¿Tienes a alguien que venga por ustedes?” Ella solo negó con la cabeza. Salió con su hija envuelta en una cobija rota y un miedo que pesaba más que el hambre. No tenía dónde ir, ni cómo alimentar a la bebé. Tocó puertas. Le cerraron todas. “No damos ayuda a menores sin cédula”, le dijeron. 📄🧸
Una noche, mientras buscaba algo para comer en una caneca, encontró una caja vieja con esmaltes, limas y tijeras. No supo por qué, pero se la llevó. En un parque donde pasaba las tardes, le pidió a una señora que la dejara pintarle las uñas gratis. “¿A cambio de qué?”, preguntó desconfiada. “De que me deje practicar”, respondió Camila. La señora aceptó. Y al terminar, sonrió. “Tenés buena mano, niña.” 💅🪞
Desde entonces, comenzó a ofrecer manicuras por monedas. Se sentaba en una esquinita con su caja, su bebé dormida en un coche prestado y un cartel hecho con cartón: “Uñas a $2.000, hechas con amor.” Al principio, solo algunas se acercaban por lástima. Pero pronto notaron su talento. Hacía dibujos diminutos con precisión, flores, letras, detalles que parecían imposibles en un parque. ✨👩🍼
Una clienta le regaló una mesa plegable. Otra, un kit profesional. Una tercera la recomendó en redes. Con el tiempo, alquiló un espacio diminuto en un local de belleza. Lo llamó “Uñas con historia”. Atendía con su hija al lado, quien ahora jugaba con esmaltes vacíos mientras su mamá trabajaba. Camila no solo hacía uñas; escuchaba, abrazaba, daba palabras a quienes llegaban rotas por dentro. Porque ella también venía de ese lugar. 💖🧷
Hoy tiene un pequeño estudio decorado con colores vivos, espejos sin grietas y fotos de su hija en cada rincón. A veces, cuando termina la jornada, se sienta en silencio y acaricia las manos que un día temblaron por hambre. Ya no lo hacen. Ahora tiemblan por emoción, por gratitud, por todo lo que costó llegar. 🏡💫
“Mis uñas no brillan por moda… brillan porque un día creí que nunca saldría del barro.” 💅🌙