Revista de ArteS

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07/09/2025

Un libro está hecho de un árbol. Es un conjunto de partes planas y flexibles (aún llamadas "hojas"), impresas con garabatos de pigmento oscuro. Con solo mirarlo, se oye la voz de otra persona, quizás de alguien que murió hace miles de años. A través de los milenios, el autor habla, clara y silenciosamente, dentro de tu cabeza, directamente a ti.

La escritura es quizás la mayor invención humana, uniendo a personas, ciudadanos de épocas lejanas, que nunca se conocieron. Los libros rompen las ataduras del tiempo: prueba de que los humanos pueden hacer magia.

Carl Sagan; Cosmos

Gracias, Beba Schtivelband  por hacernos conocer esta historia tan hermosa!
05/09/2025

Gracias, Beba Schtivelband por hacernos conocer esta historia tan hermosa!

En las calles húmedas de Lviv, Ucrania, donde el frío parece colarse hasta en los huesos más firmes, vivía Andriy Kovalenko, un anciano violinista. Había tocado en orquestas de teatros importantes en su juventud, cuando las luces y los aplausos eran su pan de cada día. Pero los años, la guerra y la vida misma lo habían dejado con lo esencial: un violín desgastado, una banca en la plaza y una memoria cargada de melodías que no querían morir.

Cada mañana, Andriy salía con su gorro gris y su bufanda raída, se acomodaba frente a la iglesia de San Jorge y comenzaba a tocar. Su música no era perfecta, pero tenía un temblor en las notas que hacía llorar a los más distraídos. No pedía monedas con insistencia; solo dejaba el estuche abierto, como una invitación silenciosa a quien quisiera agradecerle por traer un poco de belleza a la rutina.

Una tarde de noviembre, una niña de unos diez años se detuvo frente a él. Se llamaba Sofiya, llevaba una mochila más grande que su espalda y el cabello recogido en dos trenzas desiguales. Se quedó escuchando, inmóvil, con los ojos fijos en el arco que rozaba las cuerdas. Cuando Andriy terminó la pieza, la niña aplaudió tímidamente y dejó caer una galleta envuelta en papel.

—No tengo dinero —dijo, bajando la cabeza—, pero mamá me puso dos galletas en el almuerzo. Quiero que usted tenga una.

Andriy sonrió, sorprendido por el gesto. Tomó la galleta como si fuera un tesoro.
—Gracias, pequeña. Este regalo vale más que cualquier moneda.

Desde ese día, Sofiya comenzó a visitarlo después de la escuela. A veces llevaba pan, otras un cuaderno donde anotaba preguntas. “¿Cómo se hace para que el violín suene triste?”, “¿Cuál fue la primera canción que tocó en su vida?”. Andriy respondía con paciencia, como si cada pregunta le devolviera años de juventud.

—La música no es solo sonido —le explicaba—. Es memoria, es emoción. Un violín puede llorar, pero también puede reír.

Con el tiempo, Sofiya se atrevió a pedirle que le enseñara. Al principio, Andriy dudó. El violín era viejo, las cuerdas estaban gastadas y apenas lograban resistir el frío. Pero la insistencia de la niña lo conmovió. Así que, sentado en la banca de la plaza, comenzó a enseñarle las primeras notas. La gente que pasaba se detenía a mirar: un anciano de manos arrugadas y una niña de ojos brillantes compartiendo un violín cansado.

Los meses pasaron, y Sofiya aprendió rápido. No era perfecta, pero tenía una pasión que desbordaba. A veces, cuando Andriy estaba cansado, ella tomaba el arco y tocaba por él, devolviéndole las melodías como si fueran un espejo.

Un día, Sofiya llegó con una caja en las manos. Dentro había un violín nuevo, sencillo, pero brillante.
—Lo compramos con mi mamá. No es caro, pero pensé que usted debería tener uno mejor.

Andriy no pudo hablar. Sus ojos se llenaron de lágrimas. Tomó el violín, lo acarició como quien recibe un hijo y luego le devolvió el arco a la niña.
—Entonces tocaremos juntos —dijo con voz entrecortada.

La plaza se llenó de música ese día. La gente se reunió alrededor, algunos grabaron con sus teléfonos, otros simplemente escucharon en silencio. No era una orquesta, pero sonaba como si todo el frío de la ciudad se derritiera en esas cuerdas.

Con el tiempo, Sofiya siguió estudiando música. Andriy se convirtió en su mentor y, aunque los años le pesaban, sentía que había encontrado un legado: alguien que llevaría sus notas más allá de las plazas, más allá del invierno.

“Mientras alguien toque, nunca estaré del todo muerto”, pensaba.

Y así fue: el violín de Andriy, en las manos de Sofiya, siguió resonando, como un puente invisible entre el ayer y el mañana.

05/09/2025

Cuando una ballena muere… no es el final. Es el comienzo.
El cuerpo de una ballena no flota para siempre. Eventualmente, se hunde — lento, silencioso — hacia el fondo del océano.
A esto se le llama un “whale fall” (caída de ballena).
Y allí, en las profundidades, ocurre algo asombroso.
El cuerpo de una sola ballena se convierte en un refugio de vida.
Durante décadas, alimenta a cientos de criaturas marinas: tiburones, cangrejos, pequeños carroñeros y formas de vida únicas que no existen en ningún otro lugar.
De una muerte, nace un ecosistema completo.
De la muerte, brota la vida. Callada. Abundante. Sagrada.
Pero hay más.
Durante toda su vida, las ballenas absorben carbono de la atmósfera.
Y cuando mueren y se hunden, ese carbono se va con ellas al fondo del océano, donde queda atrapado durante siglos.
Incluso en la muerte, ayudan a enfriar un planeta que se calienta.
Incluso en silencio, nos protegen.
Y mientras viven… cantan.
No con palabras, sino con sonidos tan poderosos que pueden viajar miles de kilómetros bajo el mar.
Las madres cantan a sus crías.
Algunos grupos recuerdan a quienes han perdido.
Otros esperan a los que se quedan atrás.
Sus canciones no son solo comunicación.
Son conexión.
El corazón de una ballena azul es del tamaño de un automóvil pequeño.
Y cuando se sumerge a lo más profundo…
late solo dos veces por minuto.
Como si nos susurrara:
Mantén la calma.
Ve profundo.
Muévete con gracia.
Alguna vez, los marineros temieron a las ballenas como monstruos.
Hoy sabemos la verdad:
Son gigantes gentiles.
Guardianes de los océanos.
Portadores de memoria.
Así como los elefantes enseñan compasión en la tierra,
las ballenas la susurran en el agua.
Y ambas nos enseñan:
La grandeza no grita.
Canta. Guía. Y cuando llega el momento…se entrega, convirtiéndose en algo aún más grande...🧡
De la web

02/09/2025

Los gatos tienen dos sistemas para sentir olores, la nariz normal que tienen todos los animales, (circulo rojo) y el órgano de Jacobson en el paladar duro detrás de los dientes incisivos (circulo celeste).

La nariz común detecta los olores normales como los de la comida y además sirve para sentir el olor familiar de los individuos con los cuales conviven en un grupo, este olor indica la pertenencia familiar.

El órgano de Jacobson detecta la feromonas que es un sistema mas sutil de comunicación entre gato, este sistema se conecta con la base del cerebro y produce respuestas instintivas como miedo, relajación o interés sexual. Ambos sistemas son fundamentales para organizar la vida de los gatos.

01/09/2025

El hombre que inventó a un niño eterno

James Matthew Barrie tenía apenas seis años cuando la muerte golpeó su infancia. Su hermano mayor, David, murió en un accidente y el pequeño James, desesperado por llenar el vacío de su madre, comenzó a imitarlo: vestía su ropa, copiaba sus gestos, usaba incluso su voz. Un niño convertido en fantasma viviente para que su madre no quedara tan sola.

Ese dolor fue la primera semilla de un mundo que aún no existía.

Años más tarde, Barrie conoció a los hermanos Llewelyn Davies, cinco niños cuya energía e imaginación lo fascinaron. Se convirtió en figura paterna para ellos, un guardián en medio de la tragedia que los dejó huérfanos demasiado pronto. Pero en su corazón latía un temor: que también ellos crecieran, que el tiempo o la muerte lo despojaran otra vez de quienes amaba.

De ese miedo nació Peter Pan. Un niño que nunca crecería. Un mundo en el que la infancia era eterna y la muerte no tenía poder.

Pero la vida, cruel y persistente, no respetó el pacto: George murió en la guerra, Michael se ahogó y Peter se quitó la vida. Barrie no pudo detener la rueda del tiempo, pero sí dejó un refugio en el que la inocencia nunca muere.

Peter Pan no nació de la fantasía, sino del dolor. Fue la respuesta de un hombre que no soportaba la pérdida. Y con el paso de los años se convirtió en símbolo eterno de la añoranza, del amor que resiste al tiempo y de la necesidad humana de creer que, en algún lugar, siempre habrá un niño que nunca crecerá.

📖 “Inventa a alguien que nunca crezca… y nunca te abandonará”.

26/08/2025
25/08/2025

En el corazón del antiguo distrito de Trastevere, en Roma, bajo lo que hoy es la Villa de la Farnesina, se encontró un fresco fascinante en los restos de una residencia aristocrática. En él, una joven aparece delicadamente vertiendo perfume en una ampolla, una escena que nos transporta a una época donde los aromas eran símbolo de estatus, higiene y hasta de moralidad.

La palabra "perfume" tiene su origen en el latín perfumum, que significa "a través del humo", reflejando la forma en que los romanos solían perfumar sus espacios: quemando resinas, raíces y maderas aromáticas. En la sociedad romana, el olor de una persona era parte fundamental de su presencia. Los satíricos de la época, siempre atentos a las apariencias, no dudaban en criticar tanto a quienes descuidaban su higiene como a aquellos que abusaban de las fragancias. El poeta Marcial, por ejemplo, dejó constancia de esta percepción en sus Epigramas, con la frase: non bene olet qui bene semper olet —"no huele bien quien siempre huele bien"—, sugiriendo que un exceso de perfume podía ser tan sospechoso como la falta de aseo.

A pesar de estas críticas, el uso de perfumes y ungüentos era una práctica común tanto en hombres como en mujeres. En el siglo I, un liberto llamado Cosmo se convirtió en el padre de la cosmética romana, produciendo y vendiendo estos productos en tiendas especializadas conocidas como tabernae unguentaria, ubicadas en el Vicus Unguentarius, el barrio de los perfumistas.

Los ingredientes de estas esencias eran variados y exóticos. Plinio el Viejo dejó constancia de una receta que incluía flor de rosa, aceite de azafrán, cinabrio, cálamo aromático, miel, junco oloroso, flor de la sal, orcaneta y vino. Otro estudioso, Dioscórides, escribió De materia medica, un extenso tratado sobre plantas y sustancias curativas, en el que detalló fórmulas precisas, como la que requería mil pétalos de rosa para elaborar un perfume con la esencia de esta flor.

El fresco, que data del siglo I a.C., es hoy una valiosa pieza de la historia del perfume y la cosmética romana. Actualmente, se encuentra resguardado en el Palazzo Massimo de Roma, recordándonos que el arte no solo captura la belleza visual, sino también los aromas y costumbres de un mundo antiguo que aún nos fascina.

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