26/11/2024
La violencia hacia la mujer está presente de muchas formas, y una de ellas es la violencia estética: los estereotipos de belleza generan comentarios, presiones y actitudes que afectan física y psicológicamente a las mujeres. ¿Cuántas veces hemos escuchado a mujeres sentirse culpables por comer algo o evitar una prenda por su cuerpo? ¿Cuántas veces las mujeres fueron intervenidas por un “¿todo eso vas a comer?”? ¿Cuántas veces, vos, mujer, has recibido esos comentarios o te has sentido así? Esta violencia también está relacionada con la alimentación y genera una mala relación con la comida, el rechazo al consumo de determinados alimentos, la culpa por comer y, en muchos casos, trastornos de la conducta alimentaria (TCA).
Otro aspecto de violencia en los alimentos es la lactancia materna. ¿Cuántas veces hemos escuchado que, si no haces algo de cierta manera, no eres considerada una buena madre? Existen dificultades físicas y psicológicas, como la mastitis, la hipogalactia, el miedo al dolor, el temor a no tener suficiente leche, por las que se dificulta darle el pecho a un hijo. Muchas veces es por un deseo personal por los que no se quiere ser madre lactante y nadie debería de juzgar la forma de maternar de otra persona. En estos casos, las mujeres deben enfrentar varios prejuicios y comentarios sobre su crianza, e incluso una gran presión social, cualquiera sea el motivo que lleva a esa mujer a no amamantar. La presión social lleva a la autoexigencia de las mujeres y a que la lactancia materna, hoy en día, siga siendo un tema tabú.
Se debe respetar a las mujeres que no quieren darle de comer del pecho a sus hijos, así como se debe garantizar que quienes sí desean pero se encuentran con dificultades, puedan y se sientan acompañadas en este proceso. Son decisiones personales y no deben dejar de serlo.