Leyendas de Santa Fé y el Mundo

Leyendas de Santa Fé y el Mundo Leyendas , anécdotas e historias oscuras de la ciudad

NUNCA DEJES LOS PLATOS SUCIOS PARA EL OTRO DÍA...Las abuelas repetían siempre el mismo consejo: “Antes de dormir, limpia...
24/08/2025

NUNCA DEJES LOS PLATOS SUCIOS PARA EL OTRO DÍA...

Las abuelas repetían siempre el mismo consejo: “Antes de dormir, limpia la mesa y lava los platos”. No era solo por costumbre, sino por una antigua creencia.

Se decía que los “espíritus hambrientos”, también llamados carniceros, rondaban de noche buscando restos de comida. No podían alimentarse como los vivos, pero atraídos por migajas y sobras, se acercaban a la cocina. De ahí los ruidos extraños que muchos juran escuchar en la madrugada: cubiertos que se mueven, vasos que tintinean…

El verdadero peligro comienza cuando los espíritus descubren que no pueden saciarse con comida y entonces buscan otra cosa: el alma de quien duerme más cerca.

Así que ya sabes… si escuchas platos moviéndose en la noche, quizás no sea el viento.

Dato curioso: en varias culturas asiáticas existen también los “espíritus hambrientos” o preta, condenados a vagar eternamente buscando alimento que nunca pueden probar.

El Hombre FríoEn un barrio antiguo de Santa Fe todos conocían a un hombre extraño, al que nadie se le acercaba. Siempre ...
23/08/2025

El Hombre Frío

En un barrio antiguo de Santa Fe todos conocían a un hombre extraño, al que nadie se le acercaba. Siempre solo, siempre de noche, con bufanda, gorra y unos anteojos antiguos que brillaban a la luz tenue. Tenía un aire elegante, sofisticado… pero jamás habló con nadie. Los chicos lo temían, y en voz baja los vecinos le pusieron un nombre que lo acompañó para siempre: El Hombre Frío.

En invierno aparecía con frecuencia, pero en verano casi nunca se lo veía. Una sola vez alguien juró cruzárselo en pleno calor, pero después desaparecía sin dejar rastro. Era como si en esa época del año simplemente no existiera.

Su casa, hermética y cerrada, parecía abandonada, salvo por la presencia ocasional del hombre entrando con bolsas llenas de latas. Nunca más que eso.

Hasta que un verano ocurrió lo inesperado. Un perro callejero logró entrar a la vivienda. Durante días se lo escuchó llorar, gimotear, lanzar alaridos de terror que helaban la sangre. Nadie se atrevía a entrar, y con el paso de las noches, el lamento fue apagándose hasta quedar en silencio. El hedor que salió después fue insoportable, y los vecinos creyeron que el Hombre Frío había mu**to.

La policía irrumpió. Adentro encontraron un aire húmedo y pesado, con la cocina repleta de latas abiertas. Al fondo, una habitación trabada desde adentro. Cuando la derribaron, esperaban encontrar un cadáver.

En un pequeño patio interno, dos agentes se toparon primero con el origen del hedor: el cuerpo del perro callejero. Estaba en avanzado estado de putrefacción, hinchado, con la piel abierta y los huesos empezando a asomar. El hallazgo estremeció a los policías, que sabían que todavía les quedaba encontrar al dueño de la casa.

Pero lo que vieron no lo pudieron contar sin estremecerse.

En una cama angosta, de una plaza, yacía el Hombre Frío. Estaba envuelto en lo que parecía una sábana pegajosa, pero que al acercarse se notaba como un capullo tejido alrededor de su cuerpo. Su rostro estaba chupado, casi como un esqueleto, con la piel mimetizada con aquella tela viscosa. Sus ojos, negros y consumidos, permanecían cerrados, como si durmiera profundamente. Su piel se desprendía a pedazos, como si estuviera mudándola lentamente.

Según los testimonios de los policías, uno de ellos se atrevió a tocar el capullo. En ese instante, el Hombre Frío reaccionó apenas: una sola respiración. Durante todo el tiempo que los policías estuvieron dentro, apenas respiró dos o tres veces, como si estuviera atrapado en un sueño letárgico, profundo y extraño.

Nadie sabía qué hacer. La forma del cuerpo, la transformación de la piel, los movimientos mínimos, los ojos hundidos… todo parecía apuntar a algo que no era del todo humano. Algunos testigos dijeron después que les recordó a un insecto que hiberna, un híbrido imposible entre hombre y otra criatura.

No dejaron constancia oficial de lo que pasó. Nadie supo qué hicieron después: si lo trasladaron, si lo taparon, si lo dejaron allí. Lo cierto es que, tras aquella noche, el Hombre Frío desapareció para siempre.

El caso quedó envuelto en rumores. Los vecinos dicen que los policías jamás se animaron a describir lo que realmente vieron. Solo se repite una frase entre murmullos:

—El Hombre Frío no estaba mu**to… estaba invernando.

Y desde entonces, en las noches de invierno, de vez en cuando se escucha el aleteo de unas alas, como algo chocando en la oscuridad. Nadie se atreve siquiera a salir a juntar la ropa en la cuadra… porque cualquiera podría sentir, en ese instante, que algo acecha justo fuera de la puerta, rozando la oscuridad con su presencia.

23/08/2025

💀-Un seguidor de Villa Hipódromo nos envió esto por mensaje pidiendo que compartamos su anécdota y no digamos su nombre:

Hola buenas tardes yo quisiera contar una anécdota de hace varios años mas o menos 2011/2012 era un adolescente fue una noche de invierno no muy tarde al rededor de las 23hs/00hs Pero era una de esas noches donde ya no se veía nadie, todos estaban dentro de casa. Imposible olvidarlo, nosotros vivíamos con mi familia en Barrio Villa Hipódromo, en mi casa teníamos el baño afuera en el patio trasero, y más alejado teníamos la canilla ! Esa noche de invierno me acuerdo como si fuera ayer, mis padres ya estaban durmiendo y mis hermanitos acostados estábamos mirando dibujitos, yo salgo al patio a esa hora a tomar agua 23:30/ o 12 no recuerdo bien, cuestión que cuando me voy acercando a la canilla siento los ladridos de los perros pero no andaba nadie yo ispiaba a través de unas chapas que teníamos Pero no se veía nada solo el ruido del viento, hasta que empiezo a escuchar ruidos de cadenas que se arrastraban por el suelo del lado de afuera, vuelvo acercarme a mirar y no había nada, mi cuerpo ya estaba temblando de miedo por qué era todo muy extraño. Cuando me agachó a buscar agua, siento un cadenaso que me pega en la espalda y entraba por el costado de la chapa donde yo observaba... paralizado quedé y ahí estaba una sombra de una persona con ojos rojos y un sombrero vestido todo de negro. Luego de segundos que quede paralizado corri a los gritos para dentro a levantar a mis papás y contarles los que paso luego de eso quede mudo por unos minutos sin poder hablar de lo paralizado que estaba... Siempre en mi barrio se comento que se han visto muchos cosas paranormales hasta que me tocó vivirlo en carne y huesos a mi. Desde ese día nunca más salí a mi patio a buscar agua solo

EL VISITANTE GRISEl campo santafesino de noche tiene un silencio particular. Solo el canto lejano de los grillos, el lad...
23/08/2025

EL VISITANTE GRIS

El campo santafesino de noche tiene un silencio particular. Solo el canto lejano de los grillos, el ladrido perdido de algún perro y el crujido de la madera vieja de las casas interrumpen la calma.

Esa madrugada, en una estancia perdida cerca de San Javier, Juan se había quedado a dormir solo, custodiando la cosecha. Afuera, la luna iluminaba apenas los pastizales que se mecían con el viento. El aire olía a tierra húmeda y a soledad.

De pronto, sus dos perros —grandes y guardianes— comenzaron a ladrar furiosos. Rasgaban la puerta con desesperación, gruñían hacia la ventana, como si presintieran algo que Juan aún no veía. Un zumbido extraño empezó a llenar la noche, un sonido que parecía venir de todas partes.

El hombre, nervioso, se levantó para mirar. La cortina temblaba con la brisa. Y entonces lo vio.

Dos ojos negros, enormes, lo observaban pegados al vidrio. La piel ceniza del rostro se hundía contra el cristal, y la cabeza alargada se ladeaba como estudiando cada detalle de la habitación… y de él.

Los perros lanzaron un aullido desgarrador. El ser apenas inclinó la cabeza hacia ellos, como quien contempla algo insignificante. El zumbido creció, y en un parpadeo, el visitante gris ya no estaba.

La madrugada se hundió en un silencio antinatural. Cuando llegó el amanecer, Juan buscó a sus perros. No había rastros de ellos, solo sus huellas en el barro, que se perdían en la nada. Dentro de la casa, descubrió algo más: en la pared, frente a la ventana, había quedado una marca quemada, indescriptible, como escrita en un idioma imposible.

Juan nunca volvió a dormir en esa casa. Y en las madrugadas de campo, cuando el viento sopla fuerte entre los pastizales, algunos aseguran que todavía se escucha ese zumbido extraño flotando en el aire… y, a veces, un par de aullidos perdidos que parecen venir de la nada.

EL PÁJAROVolví de una juntada con amigos, con la tormenta encima. Agua y viento en la cara. Pisé un charco y me largué a...
22/08/2025

EL PÁJARO

Volví de una juntada con amigos, con la tormenta encima. Agua y viento en la cara. Pisé un charco y me largué a reír, bah… también venía medio cargado de alcohol.

En los bolsillos: un encendedor, unos billetes húmedos y nada de celular —me lo había olvidado en casa. Menos mal.

La madrugada estaba cerrada como un luto: cielo negro, viento que cortaba y esa llovizna que no moja, pero cala. Ni un alma en la calle.

Llegué a casa empapado. Apenas abrí el portoncito escuché al perro ladrar desde adentro. Me quedé duro: yo lo había dejado afuera.

Antes de pensar otra cosa, un soplido helado me pegó en el oído. Y del otro lado, un silbido agudo, metálico, como dentro de un tarro oxidado. Venía del patio.

Ahí lo vi.

Un pájaro. Negro, enorme, casi un metro de alto. Estaba parado en la rama mu**ta del viejo árbol contra el tapial. La luz amarillenta del poste del vecino lo recortaba como una sombra torcida.

Pero no era sombra. Tenía cara. Cara de persona. Ojos blancos, sin pupilas, fijos.

El silbido volvió. Me atravesó la columna como un clavo helado.

No era la primera vez.

Lo había visto en otra tormenta, una mañana en que saqué una cobija del patio. El perro lo notó primero: frenó en seco y se le erizaron los pelos. Yo alcancé a mirarlo justo cuando abrió las alas. Eran desmesuradas, cubrían el fondo del cielo. El grito que lanzó no se parecía al de ningún ave. Fue más agudo, más largo… como si me hubieran enhebrado la médula con una aguja.

Esa vez entramos corriendo. El perro temblaba. Afuera se escucharon aletazos y pasos afilados sobre el techo, hasta que un rayo cortó la luz y quedó todo en negro. Me abracé a él y lo negué. Lo negué todo.

Pero ahora lo tengo de nuevo enfrente.

La luz volvió a cortarse. Estoy abrazado a mi perro en la oscuridad, escuchando cómo respira nervioso. Afuera, ese silbido. Ese aleteo pesado.

Hay algo más: escucho el sonido que hacemos los humanos cuando tenemos frío y calentamos las manos con el aliento. Pero no hay nadie más que yo.

Me mareo. No sé si es el alcohol o el miedo. El perro gruñe bajo.

El viento sopla. El pájaro me está mirando.

Un trueno sacude la casa. La silueta en la rama ya no está.

Y siento… siento que me está respirando en la nuca.

La leyenda del “Loco de los Techos”Marzo de 2005.Santa Fe amaneció con un rumor que se volvió noticia y, en cuestión de ...
22/08/2025

La leyenda del “Loco de los Techos”

Marzo de 2005.
Santa Fe amaneció con un rumor que se volvió noticia y, en cuestión de horas, se transformó en miedo colectivo.

En los barrios Centenario, El Arenal, San Lorenzo y Sur, se empezó a hablar de un ser extraño, bautizado por la gente como “el Loco de los Techos”. Los vecinos lo describían como un hombre vestido de negro, con ojos rojos encendidos, capaz de hacer acrobacias imposibles: saltos de cinco metros en el aire, zancadas que lo llevaban de un techo a otro como si tuviera resortes en los pies.

La policía no tardó en intervenir. Más de veinte patrulleros montaron operativos nocturnos para atraparlo. Nadie pudo. El Loco parecía moverse con una facilidad sobrehumana, burlando tanto a la fuerza pública como a los propios vecinos.

El comisario de aquel entonces, Gabriel Leegstra, pidió calma y advirtió a los pobladores que no intentaran hacer justicia por mano propia. Pero el miedo ya había calado hondo. En el sur de la ciudad, muchos esperaban las noches armados con machetes, cuchillos o palos. Algunos, incluso, contaban que le habían disparado varias veces sin lograr herirlo.

“Lo vimos saltar de calle en calle, de techo en techo. Se movía como si el aire mismo lo llevara. No era normal”, aseguraban los testigos.

Las llamadas a la policía se multiplicaban. Hubo noches en que tres barrios distintos juraban estar viéndolo al mismo tiempo. Esa imposibilidad —ese don de estar en todas partes— solo reforzó la idea de que lo que rondaba Santa Fe no era un simple mortal.

Con el correr de los días, los avistamientos se fueron apagando. El Loco se esfumó en la oscuridad, dejando tras de sí un eco de miedo y preguntas sin respuesta.

Hoy, dos décadas después, sigue siendo un mito urbano. Un espectro de los techos santafesinos. Algunos dicen que fue un hombre de carne y hueso. Otros, que se trató de un espíritu inquieto, nacido de las tragedias que marcaron la ciudad.

Creer o reventar.

EL SILBADORSanta Fe, madrugada.Una pareja salía de un boliche y decidió acortar camino por una calle lateral. El calor e...
21/08/2025

EL SILBADOR

Santa Fe, madrugada.
Una pareja salía de un boliche y decidió acortar camino por una calle lateral. El calor era tan sofocante que dejaron de tomarse de la mano, caminaban apurados, hablando de lo vacío que estaba el barrio.

El silencio de la noche se quebró con un silbido claro, humano, demasiado cercano.
Se giraron. Nada. Solo árboles quietos y farolas amarillas alumbrando sombras largas.

Caminaron unos metros más. Otro silbido. Y otro.
“Vamos rápido, ya estamos a dos casas”, susurró él, convencido de que alguien los acechaba para robarlos.

Pero el siguiente silbido no vino de atrás, sino de frente.
Ella lo jalaba desesperada para entrar a su casa, pero él se quedó paralizado, mirando una silueta oscura entre los árboles: humanoide, con un sombrero enorme. No tenía rasgos, salvo dos ojos blancos que brillaban en la penumbra. Y sonreía.

Un silbido ensordecedor explotó en sus nucas y corrieron hasta su puerta, sintiendo que el trayecto se alargaba como un pasillo interminable.

Dentro, con la puerta trabada, él tomó un anotador y dibujó lo que había visto.
Era la misma figura sombría, con los ojos blancos, huecos, imposibles de ignorar.

Desde entonces, vecinos afirman escuchar el mismo silbido en las madrugadas. Ninguno fue atacado, pero todos coinciden en las secuelas: noches enteras de pesadillas, visiones de familiares convertidos en sombras de ojos blancos, y el recuerdo perturbador de ese silbido que nunca se apaga.

ALGO DE MAGIA NEGRAMás de uno habrá oído acerca de alguien que encontró algo así en su hogar.El sapo es un símbolo poder...
26/02/2024

ALGO DE MAGIA NEGRA

Más de uno habrá oído acerca de alguien que encontró algo así en su hogar.

El sapo es un símbolo poderoso dentro de la vieja hechicería. Es un animal sumamente indefenso, y propenso a las angustias, al estrés, y al sufrimiento. Pero al mismo tiempo es un animal sumamente tóxico y bastante resistente, por lo cual es de tener una vida más o menos larga si tiene humedad y alimento, y como especie de adapta a los ambientes más hostiles, fué de los primeros animales en adaptarse a ser completamente congelado en invierno y descongelarse en verano, seguido por los tritones.

Sus propiedades lo hacen un sujeto especialmente propicio para invocar y unir algo o alguien a las mismas penurias.

Hechizos así buscan el sufrimiento y el dolor, la angustia, la opresión, y en última instancia la enfermedad más bruta posible, siempre alargando aquello tanto como se pueda.

Sea como fuere, el hechizo ese es para generar agonía, ruina, enfermedad, y muerte. Si el objeto dentro del sapo es parte de un lugar, el efecto recaerá sobre el lugar al que pertenece el objeto. Si es un objeto personal, recaerá sobre la persona. Es una regla totalmente sencilla conocida dentro de la magia como "Efecto testigo". Es decir: el hechizo afecta a aquello a lo cual representa o pertenece el objeto sobre el cual se aplica y que forma parte del hechizo.

Para hacer una comparación y que se entienda, lo que lleva el sapo dentro de la boca viene a tener el mismo efecto que las uñas o cabello que se unen a los muñecos vudú: representar algo a lo cual afectar y ligar el hechizo a ese "algo" por medio de una simple muestra que hace las veces de conexión.

¿Viste algo así? ¿Conocés algo acerca de esto?

-"Acompañame".Juan siguió caminando, esquivando unos pozos de agua. El camino mojado se complicaba cuadra a cuadra y las...
25/02/2024

-"Acompañame".

Juan siguió caminando, esquivando unos pozos de agua. El camino mojado se complicaba cuadra a cuadra y las pocas luces que iluminaban el barrio aún mas. -"Si no se los roban los rompen"- Murmuró mientras veía los vidrios de un foco roto mezclandose con el barro.

-"Acompañame". Volvió a escuchar, y se dió vuelta. La luz de una moto lo encegueció un instante y quiso enfocar la mirada hacia el pedido que escuchaba. No veía nada.

Continuó unos pasos y hundió un pie en un pequeño pozo.
-Pero la p**a madre... -Se quejó.

-"Acompañame".

-¿Pero quién mi**da me habla? - Volvió a quejarse Juan, solo que esta vez si vió una silueta pequeña. Al parecer un nene con un paraguas en la oscuridad.

-¿Que pasa enano, te perdiste? Mirá como llueve, que hacés solo acá... -Dijo Juan mientras esquivaba otro pozo.

-"Acompañame". - Volvió a escucharse.

-Pá, estoy llegando tarde a casa, me mandé un cagadón y... Tch... Bueno, ¿Dónde está tu casa pibe?

-"¿Dónde está la tuya?" - Preguntó la pequeña silueta y levantó un poco el paraguas que cubría su cara.

El grito desesperado de Juan se escuchó hasta más fuerte que las ráfagas de viento que golpeaban las ventanas, más profundo que los ladridos nerviosos de los perros a su alrededor y más fuerte que el rayo que acababa de caer.

Leyenda del Colibrí: Según la leyenda del pueblo nativo de Paraguay, el avistamiento de un colibrí significa que un fami...
22/02/2024

Leyenda del Colibrí:

Según la leyenda del pueblo nativo de Paraguay, el avistamiento de un colibrí significa que un familiar fallecido te está visitando. Esto porque cuando a un ser humano le llega la hora de abandonar el plano terrenal, su alma se desprende de su cuerpo y vuela hasta posarse en una flor.

Los aztecas los veían como un símbolo de energía ante las adversidades
En el caso de los aztecas, los colibríes eran los mensajeros entre hombres y dioses. Debido a lo territoriales que son los colibríes, así como la forma en que defienden a sus hembras, los aztecas usaban amuletos con la figura de estos animalitos para atraer energía, fuerza, disposición a pelar y la habilidad para usar armas. Aunque hoy en día ya no hay batallas como tal, las personas siguen enfrentando adversidades en su día a día, así que llevar un accesorio o incluso un tatuaje de colibrí los recargará con la energía y habilidades necesarias para enfrentar cualquier reto. ¡Si ves uno, probablemente los dioses te quieren enviar energías para seguir adelante!

¿Sabés algo sobre esta casa?
21/02/2024

¿Sabés algo sobre esta casa?

Esta sí es una verdadera leyenda santafesina.

Desde el lado de lo racional, una antigua y hermosa casa, que ha estado sola en la esquina de 3 de Febrero y Freyre ya bastante tiempo. Por falta de un buen comprador quizás. Fué sede de alguna fiesta electrónica también, y ahí sigue. Sola en su esquina.

Ya pasando al lado más folclórico, una pregunta que varios se deben hacer: ¿Porqué nadie la compra? ¿Será ridículamente cara?.

Y aquí comenzamos con las situaciones paranormales: ¿Porqué, cómo y cuándo esta casa tuvo fama de embrujada?

Sería muy bueno leer opiniones tanto racionales como las del "boca en boca". Seguramente alguien conoce a sus antiguos habitantes y algo de su historia. Ya que para bien o mal,es una esquina reconocida de la ciudad.

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