02/06/2025
🟡⚫ A 18 años del ascenso inolvidable: el Olimpo de Madelón, el mejor equipo de los últimos 25 años
Un 2 de junio de 2007, el estadio Roberto Carminatti explotaba de alegría. Olimpo, con una campaña impecable, vencía 2-1 a Atlético Rafaela y sellaba su regreso a Primera División. Fue más que un ascenso: fue la coronación de un equipo que dejó una huella imborrable, quizás el mejor que se haya visto en los últimos 25 años.
Ese día, en un Carminatti colmado, los goles de Ismael Blanco y Martín Cabrera pusieron justicia a una temporada en la que Olimpo fue ampliamente superior a sus rivales. Dirigido por Leonardo Madelón, el aurinegro había ganado el Torneo Apertura y también el Clausura, obteniendo el ascenso directo con una contundencia pocas veces vista.
🔥 Los 11 que quedaron en la historia:
Marcos Gutiérrez; Leandro Fleitas, Matías Villavicencio, José Basanta, Cristian Tavio; Martín Cabrera, Martín Wagner, Rogelio Martínez, Federico García; Ismael Blanco y Silvio Carrario.
Luego ingresaron Mauro Olivi, Federico Mancinelli y Franco Quiroga.
📊 Números que impresionan:
38 partidos: 23 ganados, 9 empatados, 6 perdidos.
68,4% de los puntos obtenidos.
65 goles a favor, el más goleador del torneo.
31 en contra, el segundo menos vencido.
13 victorias en 18 partidos como local.
Ismael Blanco, goleador del equipo y del torneo con 30 goles.
A Blanco lo siguieron Cabrera (12), Carrario (5), García (3), Fleitas (3) y Olivi (3). Además, el goleador jugó los 38 partidos de la campaña, seguido por Cabrera y Gutiérrez (37), y Basanta (36).
Incluso desde los doce pasos hubo supremacía: Olimpo tuvo 7 penales a favor, convirtió 6 (todos Blanco), y el único fallado fue contenido por Bernacchia (Chacarita) a Carrario. En contra, también sufrió 7: Marcos Gutiérrez atajó uno ante Pablo Vacaría de Defensa y Justicia.
💬 El equipo que jugaba a ganar
Olimpo no solo ganaba: daba la sensación de que sabía cómo hacerlo. Cuando empezaba perdiendo, lo daba vuelta. Cuando dominaba, no perdonaba. Y cuando tocaba sufrir, aparecían la jerarquía y el carácter.
Ese equipo no fue solo números: fue identidad. Fue la tranquilidad de ir al estadio sabiendo que algo grande podía pasar. Fue fútbol con convicción, con compromiso y con una hinchada que lo empujaba en cada fecha.