14/10/2025
Cuando era presidente, De Gaulle consideraba que el dinero público debía permanecer sagrado.
En el Palacio del Elíseo se negaba a que el Estado pagara cualquier gasto personal.
Su esposa, Yvonne de Gaulle, llevaba un pequeño cuaderno en el que anotaba meticulosamente todos los gastos familiares: electricidad, comida, ropa, jabón…
Cada mes, hacía un cheque al Tesoro Público para reembolsar esos gastos privados.
Un día, el contable del Elíseo le dijo que no era “necesario”. Ella respondió:
“Señor, todo lo que no es público es privado, y lo que es privado, lo pagamos nosotros.”
Incluso sus hijos y nietos no tenían derecho a utilizar los coches oficiales para asuntos personales.
Rechazaba los privilegios de su cargo (pagaba sus facturas personales en el Elíseo, hasta el costo del jabón y de las comidas familiares).
Rechazó el salario presidencial, viviendo únicamente de su pensión como general.
A su muerte, no poseía ninguna fortuna, solo su casa en Colombey-les-Deux-Églises, comprada antes de la guerra.
Se cuenta que incluso enviaba cheques al Tesoro Público cuando creía que algún gasto privado podía haberse pagado por error con dinero del Estado.