03/12/2025
La decisión tomada por el gobierno boliviano de de no exigir visas a ciudadanos israelitas es una decisión inminentemente ideológica.
El razonamiento es el siguiente: todo turista, independientemente de su procedencia nacional, su historial individual, incluyendo la posibilidad de haber prestado servicio militar en conflictos internacionalmente controvertidos o el contexto geopolítico de su país, es valorado principalmente como un agente económico. Su bienvenida se justifica por su contribución al crecimiento económico, dejando en un segundo plano cualquier evaluación sobre su potencial vinculación con violaciones de derechos humanos o conflictos armados.
Un razonamiento de ese tipo es propio de una racionalidad psicópata que, como sostiene Manzano-Arrondo (2016), calza con la personalidad del Homo Economicus (https://n9.cl/gvpmj), una subjetividad individualista concebida como un actor puramente racional, egoísta, centrado en la maximización de su beneficio, con información completa y carente de dimensión ética o empatía. La aplicación de este modelo a la política estatal implica tratar a los turistas y a la sociedad receptora principalmente como unidades de intercambio económico, soslayando su condición de sujetos políticos y éticos.
La decisión se justifica denunciando que la prohibición anterior era ideológica. No obstante, la decisión de levantarla es, a su vez, intrínsecamente ideológica. Parte de una premisa central: la concepción del ser humano como un agente económico fundamental, reducido esencialmente a una unidad de intercambio.
En este marco, todo lo que trasciende el cálculo mercantil, la naturaleza, la historia, el dolor, e incluso la vida misma en su dimensión no cuantificable queda relegado a un plano secundario o simplemente desaparece. Esta reducción del ser humano a mera función económica es la esencia misma del neoliberalismo.
El gobierno de Rodrigo Paz representa un proyecto neoliberal que busca restaurar, de manera gradual, ese modelo de vida y orden civilizatorio específico. Su alineamiento con la política exterior de Estados Unidos y su actitud de tolerancia hacia las acciones de Israel en Gaza no son, por tanto, decisiones casuales, sino elementos coherentes con ese proyecto que, en las circunstancias actuales toma partido por el retorno del imperio a su backyard y el fascismo como forma de hacer política.
Sin embargo, el problema central no radica únicamente en el retorno al poder de una agrupación política que busca maquillar esos objetivos o en la reacción de un imperio en decadencia. El verdadero riesgo yace en el proceso mediante el cual esta ideología crea el espacio para el fortalecimiento de un tipo de subjetividad acrítica, cínica, guiada por criterios de eficiencia y eficacia y carente de conciencia histórica, que en el largo plazo resiste la transformación de las jerarquías coloniales, raciales y epistémicas necesarias para una sociedad mas justa y racional.
Este ciudadano internaliza una racionalidad concomitante, que puede resumirse en el principio: No me importa el origen del dinero ni la humanidad de su portador; solo me interesa el dinero mismo. Renuncia así a la consciencia y se abandona a la fuerza compulsiva de los hechos porque tiene fe en su gracia, se convierte a la religión del mercado. En efecto, el neoliberalismo opera como una religión, donde la economía y la fe secular en sus dogmas son inseparables. Este es su gran secreto, mientras denuncia constantemente a sus antagonistas políticos por comprender la realidad desde sus propias ideologías, trata constantemente de esconder el altar que ha levantado al Capital en su corazón y su mente.
El resultado de esta fe es el pragmatismo que no sabe a dónde va ni de dónde viene; solo le importa hacerlo bien en el mejor de los mundos posibles y exclama cínicamente: “Pero acaso restablecer relaciones es ser sionista? El turismo israelí es super importante, trae dólares que son super necesarios.” No le importa en absoluto si está cortando la rama del árbol sobre la cual está sentado o si lo que está cortando es el cuello de quien lo lleva en hombros, solo sabe que gana dinero por hacerlo.
Mientras tanto, los sacrificios humanos llevados adelante por el ejercito israelita en la franja de Gaza continúan y los soldados israelíes, una vez finalizado su servicio, son recibidos en Bolivia no como sujetos políticos responsables de una matanza, sino como portadores del dios dinero. Se les acoge porque encarnan al Mamón moderno de esta cosmovisión neoliberal, donde el valor de cambio suplanta cualquier otra consideración ética o humana.
El Alto-Bolivia, 2 de noviembre de 2025
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Del Post: Felipe Limarino