17/01/2025
𝑇𝑟𝑢𝑚𝑝 𝘩𝑎 𝑣𝑢𝑒𝑙𝑡𝑜 𝑟𝑒𝑐𝑎𝑟𝑔𝑎𝑑𝑜 𝑦 𝑐𝑜𝑛 𝑒́𝑙, 𝑒𝑙 𝑖𝑚𝑝𝑒𝑟𝑖𝑎𝑙𝑖𝑠𝑚𝑜, 𝑚𝑖𝑒𝑛𝑡𝑟𝑎𝑠 𝑞𝑢𝑒 𝑒𝑙 𝑟𝑒𝑔𝑖𝑜𝑛𝑎𝑙𝑖𝑠𝑚𝑜 𝑙𝑎𝑡𝑖𝑛𝑜𝑎𝑚𝑒𝑟𝑖𝑐𝑎𝑛𝑜 𝑎𝑡𝑟𝑎𝑣𝑖𝑒𝑠𝑎 𝑢𝑛𝑜 𝑑𝑒 𝑠𝑢𝑠 𝑝𝑒𝑜𝑟𝑒𝑠 𝑚𝑜𝑚𝑒𝑛𝑡𝑜𝑠, 𝑠𝑖𝑛 𝑙𝑖𝑑𝑒𝑟𝑎𝑧𝑔𝑜𝑠 𝑛𝑖 𝑝𝑟𝑜𝑦𝑒𝑐𝑡𝑜𝑠 𝑐𝑜𝑚𝑢𝑛𝑒𝑠.
𝐓𝐑𝐔𝐌𝐏: 𝐒𝐄 𝐕𝐈𝐄𝐍𝐄 𝐄𝐋 𝐌𝐀𝐂𝐇𝐄𝐓𝐄
Por Felipe Limarino
La Constitución estadounidense establece que Donald Trump debe asumir como presidente de su país el 20 de enero del año en curso. A diferencia de su primer mandato, Trump contará con el apoyo de la mayoría del Congreso y el favor de la Corte Suprema para implementar una serie de políticas públicas. En este análisis, me concentraré en su política exterior y los efectos negativos que puede tener sobre 𝘕𝘶𝘦𝘴𝘵𝘳𝘢 𝘈𝘮𝘦́𝘳𝘪𝘤𝘢, como la llamaba José Martí.
𝐓𝐫𝐮𝐦𝐩, 𝐀𝐊𝐀: 𝐌𝐀𝐆𝐀 (𝐌𝐚𝐤𝐞 𝐀𝐦𝐞𝐫𝐢𝐜𝐚 𝐆𝐫𝐞𝐚𝐭 𝐀𝐠𝐚𝐢𝐧)
Trump ha amenazado a Canadá con imponerle un arancel del 25 % a todos sus productos y ha sugerido que ese país podría unirse a la Unión como un estado más, el número 51. Retomando una propuesta de su primer mandato, ha expresado interés en comprar Groenlandia a Dinamarca o en influir en un referéndum independentista —aún no aprobado por el parlamento danés— para que los habitantes de Groenlandia decidan anexarse a Estados Unidos. Ha exigido retomar el control del Canal de Panamá, alegando que las tarifas actuales son excesivas para el tránsito estadounidense. Ha prometido una postura más estricta en temas migratorios y de seguridad en la frontera sur, llegando incluso a considerar una posible invasión de México para combatir a los carteles de droga, con el argumento de que se trata de una medida necesaria para frenar la migración ilegal y la crisis de los opioides, que ha generado una creciente adicción en la sociedad estadounidense.
Está claro que Trump considera a China su némesis geopolítica y continuará con mayor intensidad la guerra comercial iniciada en su primera gestión. Reducirá también el presupuesto destinado a la ayuda internacional y se enfocará en promover los intereses de las empresas de combustibles fósiles estadounidenses, de las cuales él es uno de los principales accionistas.
Si bien Estados Unidos continúa en el Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP), se ha retirado del Plan de Acción Integral Conjunto (JCPOA) con Irán, logrado durante la gestión de Obama y desahuciado en la primera administración de Trump. También abandonó el Tratado sobre Fuerzas Nucleares de Rango Intermedio (INF) con Rusia durante la gestión de Biden. Por tanto, ante el avance de la tecnología de misiles hipersónicos por parte de Rusia, China e Irán, se prevé una expansión significativa del arsenal nuclear estadounidense, incluyendo el desarrollo de nuevas ojivas y sistemas de misiles, la reanudación de pruebas nucleares y el despliegue de armas en Europa y Asia. Trump ha pedido también a los países miembros de la OTAN un incremento del gasto militar hasta el 5 % de su PIB para financiar sus fuerzas convencionales, con el fin de disuadir la agresión rusa.
Por último, ha prometido finalizar la guerra en Ucrania, buscando llevar a Kiev y Moscú a la mesa de negociaciones. Posiblemente pasen meses hasta que se logre un acuerdo satisfactorio entre ambas partes. Es muy probable que apoye incondicionalmente a Israel y, en consecuencia, que aumente la beligerancia con Irán, llegando incluso a bombardearlo.
Todo lo anterior son amenazas que no pueden tomarse a la ligera y que revelan que la política exterior de la era Trump consistirá en abandonar el viejo orden mundial hegemonizado por Estados Unidos desde el final de la Segunda Guerra Mundial —el denominado Rules-Based Order— para optar por un ejercicio del poder que desconoce el derecho internacional y la soberanía estatal. En los hechos, promueve un irredentismo territorial que parecía proscrito desde la descolonización de las décadas de 1960 y 1970.
En realidad, estas amenazas son solo la manifestación visible de una situación estructural de pérdida de hegemonía militar y, cada vez más, financiera, económica y tecnológica. El orden mundial basado en reglas (Rules-Based Order), construido por y para el beneficio de Estados Unidos, resulta incapaz de contener la insubordinación de China, Rusia y otros poderes regionales. Este orden ha entrado en un proceso de entropía irreversible y ya no funciona para afirmar los intereses estadounidenses. Ante ello, a Estados Unidos no le queda más que recurrir a la fuerza y al expansionismo territorial para amortiguar, mediante el control de espacios estratégicos y la explotación de recursos naturales, una decadencia que puede retrasarse, pero no detenerse.
𝐍𝐮𝐞𝐬𝐭𝐫𝐚 𝐀𝐦𝐞́𝐫𝐢𝐜𝐚
Para tener una visión panorámica de lo que sucede en nuestra heterogénea región, podemos enfocarnos en la política exterior de dos de sus jugadores más importantes: Brasil y México.
Brasil asume este año la presidencia de los BRICS+, pero, por la conducta de su cancillería, no parece estar dispuesto a realizar grandes apuestas por la construcción de un mundo multipolar ni por la integración sudamericana. Así lo sugiere la polémica afirmación de Elias Jabbour, economista brasileño y asesor de Dilma Rousseff en el Nuevo Banco de Desarrollo de los BRICS. Según Jabbour(1), la generación de diplomáticos formados en la era neoliberal, con una visión atlantista, es la que ahora dirige Itamaraty (el Ministerio de Relaciones Exteriores de Brasil).
Para esa generación, la integración sudamericana no es una prioridad ni lo es la construcción de un mundo multipolar. Esto explicaría los recientes desacuerdos con Venezuela y el veto de Brasil a su membresía plena en los BRICS durante la última cumbre de Kazán. También explicaría el acuerdo neocolonial entre el MERCOSUR y la UE(2), que beneficia principalmente a la agroindustria. La diplomacia brasileña, en cambio, ha mantenido un fuerte involucramiento con la agenda del G20, organización que Brasil presidió el año pasado con el patrocinio de la Open Society, ONG financiada por George Soros.
¿Y México?
Ante las amenazas de Trump su “presidenta”, vamos a respetar el cómo ella quiere ser nominada, respondió a la sugerencia de Trump de renombrar al Golfo de Mexico con el nombre de Golfo de América, diciendo que es más “bonito” llamarle “América mexicana”, mostrando así que no se tomó en serio las intenciones de Trump.
Pues bien, México será uno de los países más afectados, siempre lo fue, por la política exterior de Estados Unidos y por ello Sheimbaum debería ser más prudente y seria en sus declaraciones. La global politics tiene su propia lógica y hay que comprenderla y para ello veamos qué es lo que se pondrá en juego entre Sheimbaun y Trump, entre México y Estados Unidos de aquí en adelante.
Desde la implementación del Tratado de Libre Comercio de America (TLCAN) del Norte en 1994, reemplazado en 2020 por el USMCA (United States, México y Canadá), México y Canadá aumentaron su dependencia comercial respecto a Estados Unidos. Sin embargo, la calidad de vida en estos países, especialmente en México, disminuyó notablemente. En el caso mexicano, las políticas neoliberales previas a MORENA, el partido de Sheimbaun, exacerbaron esta situación. El TLCAN favoreció el traslado del capital estadounidense a México para reducir costos de producción, gracias a los bajos salarios. Esto generó un déficit comercial para Estados Unidos.
Por otro lado, las tensiones comerciales entre Estados Unidos y China han generado un aumento de las exportaciones chinas hacia México, posicionando al país latinoamericano como un intermediario para sortear las sanciones de Washington. Este fenómeno contradice los objetivos de la política comercial estadounidense, que busca restringir el acceso de productos chinos a su mercado.
La preocupación de Trump por los déficits comerciales se basa en la idea equivocada de que Estados Unidos podría sustituir las importaciones con producción interna a precios competitivos. Sin embargo, más que reducir las importaciones, las tarifas estratégicas parecen estar diseñadas para favorecer a sectores específicos del mercado de capitales estadounidense. Esto no apunta a una reindustrialización del país, ya que dicha estrategia requeriría que el Estado asumiera un rol central y directivo, algo contrario a las creencias profundamente arraigadas en el modelo empresarial estadounidense del cual Trump es un fiel practicante.
En realidad, las amenazas comerciales de Trump han servido para reforzar la explotación de los trabajadores mexicanos y mantener la supremacía estratégica de Estados Unidos sobre México. En este contexto, Claudia Sheinbaum enfrenta el desafío de romper con esta dependencia comercial, que perpetúa el control inflacionario estadounidense. Sin embargo, deberá hacerlo en un escenario marcado por la intransigencia y la beligerancia de Washington.
¿𝐐𝐮𝐞́ 𝐇𝐚𝐜𝐞𝐫?
La pregunta clave es: ¿cómo construir un proyecto postimperial y post-Estados Unidos de manera factible?
Trump ha vuelto recargado y con él, el imperialismo, mientras que el regionalismo latinoamericano atraviesa uno de sus peores momentos, sin liderazgos ni proyectos comunes. Si Brasil y México siguen caminos separados y no coordinan una respuesta común con otros actores, entonces estaremos perdidos ante este nuevo monroísmo recargado. Solo sobreviviremos si nuestras cancillerías buscan activamente coordinar acciones a nivel regional, retoman el proceso de integración latinoamericana, hacen respetar el derecho internacional y se alían con las potencias emergentes no solo en el ámbito económico y comercial, sino incluso en el militar.
La estrategia parece clara, el talón de aquiles son los sujetos capaces de implementarla. Una renovación de los procesos de insubordinación fundante en toda Latinoamerica implica una renovación de los sujetos capaces de impulsarlos.
𝘌𝘭 𝘈𝘭𝘵𝘰, 16 𝘥𝘦 𝘦𝘯𝘦𝘳𝘰 𝘥𝘦 2025
𝙍𝙚𝙛𝙚𝙧𝙚𝙣𝙘𝙞𝙖𝙨
(1) TV 247. (2025, 3 enero). Elias Jabbour: o Brasil está se afastando do BRICS [Vídeo]. YouTube. https://tinyurl.com/ycxbpy9n
(2) Marin, P. (2024, 15 diciembre). Acordo Mercosul/União Europeia: um post mortem. Opera Mundi. https://tinyurl.com/2p9ffftv