02/08/2025
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Agosto 2, 2025
Plan de lectura bíblica diaria:
Día 214 — Leer Isaías 17-22
🤔 ¡INIMAGINABLE… PERO POSIBLE!
«Pues el Señor de los Ejércitos Celestiales dirá: "Bendito sea Egipto, mi pueblo; bendita sea Asiria, la tierra que yo hice; bendito sea Israel, mi posesión más preciada"» (Is 19:25 NTV).
La profecía proclamada por Isaías en el siglo VIII a.C. es verdaderamente asombrosa. No solo revela el futuro glorioso del plan redentor de Dios, sino que también pone en evidencia su carácter amoroso, paciente y perdonador. En ella se describe una alianza internacional sin precedentes, formada por tres antiguas potencias que un día estuvieron separadas por el odio, la guerra y la idolatría: Egipto al sur, Asiria al norte, e Israel justo al centro. Juntas, estas naciones no solo coexistirán en paz, sino que cooperarán activamente en la promoción del conocimiento y la adoración al único Dios verdadero.
En ese «gran día del Señor», cuando Jesús de Nazaret —el glorioso Retoño del linaje de David— reine sobre la tierra, se abrirá una súper carretera que conectará estos tres territorios, facilitando una libre y multitudinaria movilidad de peregrinos, adoradores y pueblos enteros que fluirán hacia Jerusalén como un río de naciones sedientas de verdad y justicia. ¡Qué escena tan grandiosa y conmovedora!
Ahora bien, para los oyentes del profeta Isaías, esa visión debió haber parecido un sueño remoto, incluso absurdo. Asiria y Egipto eran entonces imperios brutales, enemigos acérrimos de Israel, responsables de saqueos, deportaciones, esclavitud y devastación. Y aún hoy, las naciones modernas que ocupan esos antiguos territorios —Irak, Siria, Turquía, Irán y Egipto— se mantienen, en su mayoría, como regiones adversas al evangelio, endurecidas por ideologías religiosas, conflictos y persecuciones. Pero, ¡no hay imposibles para el Espíritu Santo!
Jesús mismo nos enseñó que el Espíritu de Dios es como el viento: no sabemos de dónde viene ni a dónde va, pero lo cierto es que sopla con poder, llevando vida, luz y salvación a los rincones más oscuros del mundo. ¡Y lo seguirá haciendo! Según Isaías, llegará el día en que cinco ciudades egipcias se volverán al Señor, hablarán hebreo —la lengua del pueblo escogido— y levantarán un altar en medio de Egipto en honor al Dios de Israel. Una transformación cultural y espiritual completa.
Esto no solo implica conversión personal, sino también reconciliación entre naciones, redención de la historia y sanación de viejas heridas. Es un anticipo de ese Reino de paz universal que será plenamente establecido con el regreso glorioso de Cristo. Por ello, no debemos perder la esperanza ni dejar de orar por los pueblos que aún viven en tinieblas. Como dice el Salmo 96:2-3: «Canten al Señor, alaben su nombre, anuncien día tras día su victoria. Proclamen su gloria entre las naciones, sus maravillas entre todos los pueblos».
Dios aborrece el pecado, la incredulidad y la idolatría, pero ama intensamente al pecador, sin importar su nacionalidad, historia o religión. Ama al asirio, al egipcio, al israelita, al europeo, al latinoamericano y al africano. Su corazón late por las naciones y su deseo es que todos se salven y lleguen al conocimiento de la verdad.
Así que, ¡cantemos al Señor! Bendigamos su nombre y compartamos su Palabra. Oremos fervientemente por aquellos que viven en tierras hostiles al evangelio, para que los hijos de la luz —nuestros hermanos en Cristo que viven allí— brillen con más fuerza que nunca y, con su testimonio, aceleren el cumplimiento glorioso de esta antigua, poderosa y esperanzadora profecía.
—Carlos Humberto Suárez Filtrín