12/05/2025
¡HORA DE DESPEDIRSE DE LA BOLIVIA VÍCTIMA, FRACASADA Y CONFORMISTA!
Los Bolivianos nos venimos contando una historia de derrota por demasiado tiempo.
Nuestra Narrativa nacional está plagada de lamentos: “nos quitaron el mar”, “el mundo nos roba”, “siempre somos los últimos”. Y como si fuera poco, nos enseñaron a festejar la mediocridad, a encontrar orgullo en migajas. Hoy, más que nunca, es urgente despedirse de esa Bolivia víctima, fracasada y conformista. Esa Bolivia que sobrevive, pero que no progresa.
¡La mentalidad de la derrota!
Perdimos el mar, sí. Perdimos territorios en guerras, sí. Pero también hemos perdido oportunidades, tiempo y talento por seguir culpando al pasado. La historia nos sirvió para entender nuestras debilidades, pero no puede seguir siendo excusa para justificar nuestros constantes fracasos. Esa mentalidad de derrota se ha metido hasta en la cultura popular: si un joven sueña en grande, lo bajan con un “no seas loco”, “en Bolivia eso no se puede”.
¡Festejar el fracaso!
Desde hace 31 años se festeja como hazaña una clasificación al Mundial. No se ganó nada, solo se clasificó, y eso ya fue tratado como gloria nacional. En los últimos Juegos Olímpicos, Bolivia salió en el puesto 61, sin medallas, y aún así hubo quienes lo calificaron como un “avance” y casi linchan a una periodista por llamarlo mediocre al atleta. Es el reflejo de una sociedad que ya no apunta a ser la mejor, sino simplemente a existir. El consuelo reemplazó a la ambición.
La mediocridad ya no es la excepción, es la norma. Y lo más peligroso es que se ha romantizado. Se admira al que sobrevive con poco, no al que arriesga para crecer. Se premia al obediente, no al competente. Se mantiene al político que promete pan, no al que construye industria.
¡Un país rico, pero con mentalidad pobre!
Bolivia no es pobre. Tiene litio, gas, minerales, agua, cultura, juventud. Pero esa riqueza ha sido sistemáticamente mal administrada. El litio duerme en papeles. El gas se quema sin industrialización. El turismo queda para discursos vacíos. La educación está capturada por ideologías a las que les conviene la igonarancia y la salud es una ruina. Lo que nos falta no son recursos, es rumbo.
¡Los mismos de siempre, otra vez!
Como si no fuera suficiente, los mismos políticos de siempre ya están en campaña. Con nuevas promesas, viejas mañas y el mismo cinismo. Algunos incluso pretenden reelegirse después de haber destruido el país por años, como si no hubieran tenido ya su oportunidad. Bolivia no necesita más de lo mismo, necesita todo lo contrario.
Seguir eligiendo a los mismos es garantizar que nada cambie. Son parte del problema, no de la solución. No se puede construir un futuro distinto con los mismos de siempre que llevan décadas aferrados al poder, repartiéndose el país como si fuera un terreno de los que están acostumbrados a lotear.
¡Bolivia necesita otra clase de líderes!
Es momento de abrir espacio a una nueva generación de líderes: gente preparada, honesta, con valores y visión de país. Necesitamos empresarios que hayan generado empleo, economistas que entiendan cómo crecer sin endeudar, profesionales con experiencia real, jóvenes con hambre de transformación.
Necesitamos una política donde entren los mejores, no los más fieles; donde se premie el mérito, no la lealtad partidaria. El poder debe dejar de ser refugio de los incapaces y convertirse en un servicio de los competentes.
¡Basta de Caudillos y excusas!
Cada gobierno que llega promete ser “el cambio” y termina siendo una repetición del pasado. Se llenan de poder, de privilegios, de propaganda, y dejan a Bolivia exactamente donde estaba: atrás. Mientras tanto, la gente común sobrevive, migra, se endeuda, se resigna.
Pero ya es hora de decir basta. Basta de esperar a un salvador. Basta de creer que el mundo nos debe algo. Basta de normalizar la derrota como identidad. Bolivia necesita ciudadanos con hambre de victoria, no conformistas. Con visión, no miedo. Con coraje, no excusas.
¡Despedirse es Renacer!
No se trata de negar lo que fuimos. Se trata de decidir qué queremos ser. Despedirse de la Bolivia derrotada no es traición, es evolución. Es decir: ya no acepto menos. Ya no me sirve un país que solo sobrevive. Quiero uno que compita, que gane, que lidere. Uno que deje de llorar y empiece a construir.
Y esa Bolivia, créeme, es posible. Pero solo si primero despedimos, sin nostalgia, a la que nos mantiene atados al pasado.
Por: Raúl Tambaré Rojas.