26/10/2025
"TUTO" QUIROGA EL JEFE DE CAMPAÑA DE PAZ QUE POSIBILITO LA VICTORIA DEL PDC.-
La Guerra Sucia que Impulsó el Triunfo: Cómo las Acusaciones de Quiroga Contra Paz Movilizaron al Voto de Izquierda en Bolivia.
Las elecciones generales de 2025 culminaron no solo con el fin de dos décadas de dominio del Movimiento al Socialismo (MAS), sino con una lección brutal sobre los riesgos de la guerra sucia electoral.
Rodrigo Paz Pereira, el senador centrista del Partido Demócrata Cristiano (PDC), se alzó con la presidencia el 19 de octubre en la segunda vuelta, derrotando al conservador Jorge "Tuto" Quiroga con un 54.6% de los votos frente al 45.4%. Pero detrás de esta victoria histórica, que marca el primer giro a la derecha en 20 años, late una estrategia fallida de Quiroga: una campaña de descrédito que tildaba a Paz de "masista encubierto" y de izquierda radical. Lejos de hundir a su rival, este ataque movilizó a los desencantados del MAS y a la izquierda boliviana, que optaron por Paz como el mal menor, sellando así su inesperado triunfo.
Las elecciones del 17 de agosto habían dejado un panorama fragmentado: ni Paz ni Quiroga lograron la mayoría absoluta en la primera ronda, donde el centrista sorprendió con un 32.8% y el exmandatario conservador se quedó con el 26.4%. El colapso del MAS, azotado por la crisis económica –inflación del 23%, escasez de dólares y combustible– abrió la puerta a una polarización entre dos figuras de la derecha.
Sin embargo, Quiroga, líder de la alianza Libre y ex presidente entre 2001 y 2002, vio en Paz no a un aliado ideológico, sino a un peligro: un "centrista tibio" que podía robarle votos moderados. Fue entonces cuando su equipo de campaña, encabezado por asesores extranjeros, desató una ofensiva de guerra sucia.
A través de spots televisivos, memes virales en redes sociales y declaraciones incendiarias, Quiroga y sus aliados pintaron a Paz como un "masista reciclado". "Rodrigo Paz no es de derecha, es de izquierda disfrazada. Habla de 'capitalismo popular' pero defiende las políticas de Evo Morales que nos llevaron al abismo", declaró Quiroga en un mitin en Santa Cruz a fines de septiembre, según grabaciones difundidas por medios locales.
Sus ataques se centraron en el linaje de Paz –hijo del ex presidente Jaime Paz Zamora y en su propuesta de reformas graduales, como eliminar subsidios al combustible de forma paulatina y ofrecer préstamos blandos a emprendedores. "Eso es populismo masista puro", repetían los anuncios pagados, que circularon ampliamente en TikTok, YouTube y Facebook, plataformas clave en una Bolivia donde el 80% de la fuerza laboral es informal y rural.
Quiroga lo tildó de masistas también al candidato a Vice de Paz "aliado de los sindicatos masistas", insinuando vínculos con protestas indígenas de años pasados. Pero esta táctica, lejos de aislar a la dupla Paz-Lara, generó un efecto bumerán.
Analistas electorales coinciden en que la guerra sucia de Quiroga alienó precisamente a los votantes que el conservador necesitaba: los desencantados del MAS que buscaban cambio sin traumas. "Al llamarlo masista, Quiroga legitimó a Paz como opción viable para la izquierda huérfana", explica la socióloga Luciana Jauregui, de la Universidad Mayor de San Andrés.
Regiones tradicionales masistas como el altiplano y el Chapare, optaron por el centrista. "No quería a Tuto con su FMI y sus recortes duros; Paz al menos promete trabajo sin quitarnos todo", confesó Wendy Cornejo, una ex simpatizante masista de El Alto, en entrevistas postelectorales.
La estrategia de Paz, en contraste, fue de contención y expansión. Visitó 220 de los 327 municipios bolivianos, bailando en fiestas folclóricas y prometiendo "capitalismo para todos": recortes a la burocracia, cancelación de deudas para pequeños negocios y una apertura gradual al Mercosur. "La ideología no pone comida en la mesa. Lo que importa es el derecho al trabajo y la seguridad jurídica", declaró Paz en su discurso de victoria en La Paz, apoyado por Lara, quien añadió: "Reconstruiremos la economía sin venganzas; el pueblo sufre, y la corrupción termina aquí". Esta narrativa moderada, reforzada por el carisma digital de Lara –cuyos videos virales sumaron 5 millones de vistas durante la campaña–, contrastó con el tono elitista de Quiroga, percibido como desconectado de las colas por gasolina y los mercados informales.
La campaña de Quiroga, financiada por empresarios del ex banco fassil apostó por polarizar para consolidar la derecha dura, pero subestimó el rechazo a la austeridad radical.
Propuestas como pedir prestado al Fondo Monetario Internacional evocaban los traumas de los 90, cuando Bolivia vivió hiperinflación y privatizaciones controvertidas.
Hoy, a una semana de la victoria, Bolivia mira hacia noviembre con esperanza cauta. Paz asumirá en medio de una economía en ruinas –escasez de divisas, inflación galopante– pero con un Congreso fragmentado donde el PDC y aliados controlan solo una porción. Y como era de esperar hoy Paz por sus primeras declaraciones se posiciona como un presidente de derecha y pro EEUU lo contrario de lo que Quiroga y su gente lo acusaba.
La ironía es clara: la guerra sucia de Quiroga, pensada para destruir, terminó construyendo puentes. En la política boliviana, donde el voto indígena y popular es rey, acusar a alguien de "izquierda" en tiempos de crisis no siempre es un pecado mortal; a veces, es un salvavidas.
RMLA