22/07/2025
MAGDALENA, PROMETEDORA TIERRA DEL GRANDIOSO ITÉNEZ
Por: Juan Jonás Cayú Rossel
Ciudad de Magdalena, la tierra de Guayacho, de los Arza y los Gualachavo, se levanta altiva en lo inmenso de la planicie de la tierra colorada del cerrado, con un legado histórico y cultural que hace mantener firme el orgullo y la identidad del itonama (gentilicio del nativo del lugar), que desde el siglo XIX y los tiempos actuales, supo de entrega laboriosa y de renombre en medio de sueños por mejores días que siguen pendientes hasta hoy.
Magdalena, es la 19ava. Misión fundada por los jesuitas, en este caso a cargo del padre Gabriel Ruíz, quien erigió la reducción un 22 de julio de 1720, hace exactamente 305 años, que hoy son recordados con alegría y júbilo por los hijos de la tierra, que así estén lejos, llegan al pueblo para bailar el judas itonama, el yorebabasté, el ciervo o el guaroyane, entre otra decena de danzas autóctonas.
Formó parte del partido de los Baure durante las misiones, tiempo de paz y conocimiento del evangelio teocrático y luego la simbiosis con la cosmovisión milenaria, que se refleja en sus danzas y demás aspectos de la cultura viva que florece en los días la fiesta patronal. En 1691 el gobernador cruceño Benito de Ribera y Quiroga, realizó una visita de inspección a los Moxos, informando de seis reducciones con más de 15 mil indios reductos. El 1720 se funda Magdalena y el 1737 se da cuenta de una población mayor a los 35.000 habitantes en todo Moxos, siendo de importancia la población de los itonamas, que hasta la expulsión de los jesuitas en 1776 se contaban 6.000 habitantes.
Establecido el Departamento del Beni (1842), por su importancia como núcleo humano, en 1843, fue asiento de la Prefectura del departamento del Beni, o sea que en un tiempo fue la capital departamental; coincidiendo con el progreso económico merced a la explotación gomera, lo que movilizó numerosas familias cruceñas que pasaban al norte y otras que al volver se establecían definitivamente en el lugar, dejando su legado racial que se destaca en la zona.
Para bien o para mal, recibió el golpe de la llegada de la segunda colonización, la de los cruceños, que llegaron con ansias de conocer el “Gran Paitití” y luego la riqueza que ofrecía la explotación de la goma elástica, que trajo los “reenganche”, la ley del patrón y un fugaz progreso económico, que fue la base de emprendimientos agropecuarios y comercio en la zona.
El auge de la goma (o auge gomero) se entiende el periodo, comprendido entre finales del siglo XIX y comienzo del siglo XX, en el cual la extracción del caucho del árbol de la siringa (hevea brasiliensis), en la selvas de Beni y Pando, contribuyó notablemente al crecimiento de la economía boliviana, gracias a la exportación de este producto, y marcó una etapa de desarrollo para la región del Oriente boliviano.
En esta zona, los naturalistas Thaddaus Haenke y años después Alcides D'Orbigny, hicieron notables descubrimientos; Haenke encontró a la orilla izquierda del río San Miguel la singular flor acuática, que maravillado la denominó Victoria Regia (Victoria amazonica), en homenaje a la Reina Victoria de Inglaterra, cuyo Gobierno costeó su viaje a la América meridional.
UNA CRÓNICA DE JUAN B. COIMBRA
En su descriptiva obra “Siringa, Memorias de un Colonizador del Beni”, el periodista Juan Bautista Coimbra, ofrece un interesante pasaje sobre la vida en Magdalena, allá a finales del siglo XIX; señalando que “Desde los días coloniales y con mayor intensidad en los tiempos de la República, cruceños fueron los gobernantes, los párrocos, los maestros de escuelas, los administradores de los bienes del fisco y de la iglesia; los comerciantes, industriales y artesanos que figuraron en las primeras planas de fundación de estos pueblos. Influencia cruceña, con todas las virtudes y defectos de la raza, fue la que se esparció por todo el ámbito de la llanura boliviana, desde el Matto Grosso hasta Los Andes.
Bastaría citar algunos de los nombres de los jefes de familia que encontramos a nuestra llegada para saber de lo cruceña que era la sociedad de Magdalena: don Ángel María Dorado, don Gabriel Ortíz, don Hipólito Fernando Durán, don José y Andrés Arza, don Alexis Suárez, don José R. Muñoz, el notable don Pedro Manuel Hurtado, don Simón Dorado, don Nicomedes Ortiz, los jueces Dr. Manuel María Durán y Soleto, Ángel Salvatierra y Elizardo Pedraza Bravo, el cura José Lorenzo de Velasco, etc. Todos ellos apellidos solariegos, que dan la idea de un patrón de los tercios de castellanos destacados a las campañas de Flandes.
Los cambas, como se llama generalmente a los indios del Beni, los cambas itonamas, formaban -como es natural- la gran mayoría del pueblo, siendo notable la circunstancia de que muchos de ellos hubieran sabido ya expresarse en castellano para sus relaciones con los carayanas, nombre que se daba -también de un modo general- a los blancos. Solo dentro de la familia y en sus manifestaciones de regocijo usaban el dialecto que tiene voces flexibles, de amplio significado.
La epidemia de viruela que en 1896, asoló a toda la comarca, viniendo de Santa Cruz, destruyó los troncos raciales, las clásicas cepas aborígenes, dejando solo los retoños. De aquí que se compactara mejor toda la generación de mestizos y criollos, en cuyas venas circulaba esa sangre de vaqueros y cazadores -con veleidades de artistas- de los nuevos indios.
El itonama es sobrio y de costumbres regularmente honestas. Fuerte para el trabajo. Limpio, obediente y laborioso. El alma recelosa que trae de la selva se aquieta en la comprensión de la lealtad y el honor en el sentido castizo. Incorporado a la familia cruceña, se tornó expansivo y obsequioso.
Los hombres visten camisa, pantalón y una chaqueta corta (cuanto más corta, más elegante), aún existe la minoría conservadora que se aferra a la camiseta (camijeta) túnica de algodón, blanca y larga, con pequeñas guardas de vivo color por los costados, camiseta (sic) que para el trabajo amarran a la cintura con una faja recamada de dibujos.
Las mujeres, tradicionalistas por esencia, solo han aceptado embellecer el tipoy con flecos y adornos. Se adornan el pelo con cintas de colores simples y el cuello con varios hilos de cuentas vistosas y en las que no faltan las garras de tigre y los dientes de caimán, encasquillados, así como pequeños caracoles y toda la variedad de semillas (sirari) pintadas que hay en los bosques.
Aficionados a la música, tocan sus flautas acompañados de tambores y a su compás, surgen en las fiestas los cánticos y las danzas seculares por veces diabólicas, por veces amorosas y abstraídas.
El gran día para los itonamas es el 22 de julio, en que se celebra a la “patrona”, la Santa a cuya advocación se ha entregado el pueblo. Bajo la devota efigie de ojos penitentes alzados al cielo, los cabellos esparcidos y esa ostentosa capa tachonada de chaquiras con que los “donantes” se empeñan en ataviarla, florecen alrededor del yorebabasté, armoniosas y rítmicas, las mejores piezas del folclore musical, que mueven interminables cadenas de danzantes.
En las profundas capas de la indiada -impermeables a las ideas predicadas por los curas- aún se practica aquella especia de espiritismo por el cual, reconociendo a un ser superior y sobrenatural, en él los aborígenes ven al árbitro inexorable de los destinos del hombre. A este genio tenebroso lo denominan Choquigua.
En medio de una suerte de misa negra que se oficia a oscuras, en el mayor misterio, con temblor de exorcismo y ruido de manipuleos, Choquiga es invocado por lo brujos que lo “sienten” e interpretan. Ni más ni menos que el oficio conocido de los yatiris entre los aymaras del altiplano. Y tal es el poder de sugestión en todo caso que, cuando la voz del augur anuncia la muerte de cualquiera de los circunstantes, el sujeto se resigna, languidece y muere, fatalmente. Hubo choquigueros, como Andrés Guayacho, cuya fama traspasó la frontera provincial”.
LOS TIEMPOS ACTUALES
Los años vividos por el pueblo itonama, con sus vicisitudes y esperanzas, lo mantiene vivo y firme en la brega constante por mejores días para sus hijos; por lo que ahora se tiene un municipio con más de 13 mil habitantes, que demandan la atención que tricentenariamente les negó el gobierno central, como a todos los pueblos del Beni.
Varios simposios, talleres, planes, ideas, fueron transmitidas por sus pobladores, quedando al final en proyectos, que no se cumplieron por falta de recursos económicos y la falta de voluntad política de los administradores del poder fiscal. Los itonamas identificaron su máxima prioridad en el mejoramiento de su vía caminera, para una conexión estable y permanente con la capital Trinidad y los demás municipios de la provincia Iténez, de la que es su capital.
La idea planteada a los representantes departamentales, en el reciente encuentro sobre la “Agenda del Desarrollo del Bicentenario del Beni”, es que trabajen como se debe y actualicen la Red Vial Departamental, como paso previo para seguir otros mecanismos legislativos que permitan la declaración de Red Fundamental hasta Remanso y Cafetal, que es frontera con Brasil y el otro ramal que conecte a la Red Fundamental que llega desde Santa Cruz por el lado de Santa Rosa en la Chiquitanía.
Con una vía a nivel de ripio y luego asfaltada, los productores de la región se verán incentivados a ingresar a la competitividad, hacer uso de las bondades del nuevo Plan de Uso de Suelos y mirar con mejores perspectivas al vecino Rondonia, con quien se puede negociar y dar paso a la agroindustria o el turismo.
Trinidad, 22 de julio de 2025.
BIBLIOGRAFÍA:
- Paz, Zoilo. Resumen Cronológico de la Historia de Moxos Beni, Imprenta El Dorado, Trinidad Beni, 2025.
- Coimbra, Juan B. Siringa, Memorias de un colonizador del Beni, Biblioteca del Bicentenario de Bolivia, Imprenta Artes Gráfico Sagitario S.A. La Paz, 2016.
- Banzer, Emma, Monografía de Exaltación, Imprenta Color Oriente, Santa Cruz de la Sierra, 2004.
- Bello et al. Agenda de Desarrollo del Bicentenario del Beni (borrador), 2025.