
22/07/2025
Hay momentos que cambian todo.
Ese segundo en que escuchas un diagnóstico para tu hijo o hija…
El mundo se pone en pausa.
El corazón se acelera.
Y aparecen mil preguntas, miedos, vacíos.
He estado ahí. No como mamá, pero sí al lado de muchas familias que han pasado por eso. Y aunque no hay una fórmula para que duela menos, sí he visto algo que se repite una y otra vez:
el miedo no desaparece solo… se transforma cuando empezamos a movernos.
Moverse puede ser tan simple como buscar información.
Porque entender lo que pasa da un poquito más de calma.
Porque cuando las palabras raras se vuelven conocidas, ya no asustan tanto.
Moverse también es abrirse a otros.
Hablar con quien está viviendo algo similar.
Escuchar, compartir, llorar si hace falta.
Hay una fuerza enorme en no sentirse solo en esto.
Y a veces moverse significa escribir.
Tener una libreta, un cuaderno, una nota en el celular.
Anotar dudas para no quedarte con nada guardado.
Y también registrar los avances, los detalles pequeños que para otros pueden parecer nada… pero para ti, son todo.
He visto cómo una rutina amorosa puede cambiar el ánimo de una familia.
No solo por la terapia, también por el espacio para jugar, descansar, conectar.
Ese equilibrio que da estructura, pero también respiro.
Si estás pasando por este momento, quiero decirte algo desde el fondo del corazón:
No estás sola. No estás solo.
Y aunque ahora todo parezca incierto, cada paso que des cuenta.
El miedo no se borra, pero cuando lo enfrentamos con apoyo, información y amor, empieza a ceder.
Y ahí, poco a poco, empieza a nacer algo nuevo: esperanza.🫶