12/10/2025
Dennis Stefani trabajaba en Yamaha Motorcycles y ese año, 1983, su empresa organizó un evento junto a The Police, la banda que reinaba en los radios y en las portadas. Como parte de la promoción, Dennis consiguió pases para que su hija conociera a los músicos. No sabía que estaba abriendo una puerta que el tiempo cruzaría en silencio.
Y ahí estaba ella. Nada más y nada menos que Gwen. Trece años, mirada tímida, zapatos planos blancos, shorts caqui, top amarillo y peinado de nueva ola. Frente a ella, Sting: motorizado, rubio decolorado, estilo punk, en la cúspide de su carrera. Él firmó un póster sin saber que esa adolescente, que con respeto apenas se atrevía a hablarle, algún día estaría a su lado sobre un escenario. Ella tampoco lo sabía. Pero el destino sí.
Décadas después, Gwen Stefani se convirtió en la voz de No Doubt, en ícono de estilo, en artista que había crecido escuchando a The Police. Y el destino, que no improvisa, los volvió a cruzar. Esta vez en un escenario en medio de luces, respeto y música compartida. Sting reconoció aquel encuentro, y ella entendió que lo que parecía una casualidad fue, en realidad, una cita con el futuro.
A veces hay días que parecen comunes, pero están escritos de alguna forma. Hay momentos que más encuentros imposibles, se vuelven pactos silenciosos. Hay padres que, sin saberlo, entregan a sus hijos el primer hilo de su historia.