
02/08/2024
Otra noche para los jabalíes.
Era de esperar que esta noche
—que se vuelve a repetir—
robarían los frutos de nuestra vid.
¡Qué aprieto!
Jabalíes siempre hay,
comenzaron a arruar;
con sus horrendos colmillos
van devorando los retoños,
y luego van atropellando
con sus demonios.
Y después de tanta miseria,
de tanta hambre,
después de tantas masacres,
y tantas mentiras,
quieren refrenar la voluntad,
de quienes luchan.
¡también luchan!,
—¡y oran!—
también oran,
con papeletas, cacerolas,
flores y acuarela en las manos,
trabajan para poder pintar con luz
y con moral un nuevo día —el fruto—.
Pero necesitan ayuda,
y tienen Su ayuda,
pero queda sólo hambre
y esta noche donde se niegan las estrellas,
—y el rojo que brota de las venas—
¿les pasará igual que al negro
que de primero iba,
o como al que silenciaron en Berruecos,
o reposaran igual que aquel joven: bajo tierra?,
como pasa siempre
cuando la conciencia
no es quién guía los pasos,
cuando el corazón se rompe en
más de siete millones de pedazos por la conchupancia de esta piara sucia.
Pero recordemos:
¡patria no es él!
el que grita con zapatos lustrados,
y un reloj caro en la muñeca;
ni siquiera ellos,
¡somos todos nosotros!
así que elevemos la voz luminosa,
o naufragaremos esta noche,
sin impulso —en fin: sin guía—
como ocurrió en Cuba,
como le pasó a Haití.
Es tiempo de avanzar,
fortalecernos,
evolucionar,
y rezar para que sea Dios
quien guíe nuestros pasos esta vez.
Así que vamos a luchar,
y vamos a orar,
y vamos a edificar un país,
ese que Él mismo plantó.
¿Qué cuánto quedamos?
Mucho más que siete millones,
y veinticinco estrellas brillarán en libertad.
¡Vendrá a rescatarnos!