10/11/2025
CHILE
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Ecología | Biodiversidad |
Chile está sufriendo una degradación alarmante de sus suelos, estudios revelan la perdida de sus recursos más vitales.
El Quillen
Santiago, 9 de noviembre de 2025, Chile
Dos estudios revelan alarmantes signos de degradación de suelos en Chile: un llamado urgente a la acción política y conservacionista
Chile está perdiendo silenciosamente uno de sus recursos más vitales: el suelo. Así lo revelan dos recientes publicaciones científicas que forman parte de la tesis doctoral de Ignacio Núñez-Hidalgo, geógrafo de la Universidad de Chile y doctor en Ciencias Biológicas de la Universidad Católica afiliado al Instituto de Ecología y Biodiversidad -IEB-, bajo la tutoría de la investigadora del IEB, Aurora Gaxiola.
Ambos estudios constituyen los primeros diagnósticos nacionales con enfoque espacial sobre la degradación del suelo en Chile. Uno, publicado en Journal of Applied Ecology, está centrado en el carbono orgánico del suelo; el otro, en la revista Catena, aborda la erosión hídrica. Juntos conforman una radiografía inquietante sobre el estado actual y futuro de los suelos chilenos. «Los suelos son fundamentales. Son la base de los ecosistemas, de todo lo que ocurre sobre y bajo la superficie», explica Núñez-Hidalgo. «Forman parte de la llamada zona crítica del planeta, una delgada franja de la que dependen procesos esenciales como el flujo de energía, el ciclo de nutrientes y la biodiversidad».
— El carbono invisible y el valor oculto del suelo
El primer estudio estimó que los 30 centímetros superficiales del suelo chileno almacenan cerca de 1,37 petagramos de carbono. Aproximadamente el 80% de este carbono se encuentra en ecosistemas de baja intervención humana, como los bosques templados del sur del país. Sin embargo, muchos de estos ecosistemas no están dentro de la red de áreas protegidas.
«El bosque esclerófilo, por ejemplo, aún conserva altos niveles de carbono, pero se encuentra en zonas altamente vulnerables, sin protección legal y expuesto a incendios o actividades agroforestales. Aun manteniendo altos niveles de carbono, estimamos que su stock remanente representa el 45,26 % del valor histórico, con más del 10 % de su superficie afectada por incendios entre 2014 y 2024», señala el investigador.
El estudio revela una marcada desigualdad en la protección del carbono del suelo, mientras los parques nacionales concentran grandes reservas, otras zonas clave como estepas, matorrales y bosques caducifolios quedan fuera de la conservación formal.
Erosión hídrica: el enemigo silencioso
El segundo artículo se enfoca en la erosión hídrica del suelo, proceso natural de degradación del suelo provocado principalmente por la acción del agua, que genera la meteorización del sustrato en la superficie terrestre. Sin embargo, este proceso puede intensificarse drásticamente debido a la intervención humana, especialmente por el cambio en el uso y cobertura del suelo. Utilizando el modelo RUSLE y datos satelitales entre 2001 y 2020, el equipo estimó que Chile perdió 2,91 mil millones de toneladas de suelo en dos décadas.
“Lo más preocupante es que los climas mediterráneos, como los del centro del país, están registrando tasas de erosión incluso superiores a las de zonas más lluviosas del sur”, advierte Núñez-Hidalgo. “Esto se debe, en gran parte, a actividades humanas como la agricultura y las plantaciones forestales, que debilitan la cobertura vegetal y reducen la capacidad del suelo para resistir el impacto de las lluvias. También influye la megasequía, que ha provocado una aridificación progresiva en Chile central, disminuyendo tanto la humedad del suelo como la cobertura vegetal nativa. A esto se suma el aumento de los incendios forestales, que han deteriorado aún más esa cobertura, y el incremento en la intensidad de las precipitaciones debido al cambio climático, lo que genera más eventos extremos y agrava la escorrentía en suelos ya degradados”, destacó.
El estudio identifica 5,57 millones de hectáreas que requieren medidas urgentes de control de erosión, particularmente en las regiones del Biobío, Maule y La Araucanía. Según el investigador, las plantaciones forestales y la agricultura intensiva son los principales factores que intensifican la degradación, «los suelos se compactan, pierden nutrientes y se vuelven más vulnerables a incendios. En la agricultura, la remoción de vegetación y la pérdida de carbono orgánico son especialmente críticos», señaló el investigador.
— Evidencia para las políticas públicas.
Uno de los principales objetivos de estos estudios es influir en políticas de conservación basadas en evidencia científica. La información recolectada podría servir como insumo para actualizar la red de áreas protegidas de Chile, incorporando el carbono del suelo como un criterio clave. «La ley marco de suelos está durmiendo en el Congreso», lamenta Núñez. «Nuestros datos apuntan a la urgencia de retomar esa conversación y vincularla a los compromisos internacionales sobre cambio climático, como los Objetivos de Desarrollo Sostenible y los planes de neutralidad en degradación de tierras», destacó.
— De la geografía a la conservación de suelos
Ignacio Núñez-Hidalgo comenzó su carrera como geógrafo en la Universidad de Chile, luego realizó un magíster en Ciencias Biológicas junto a Ramiro Bustamante -IEB- y más tarde ingresó al doctorado descubriendo el mundo del suelo quedando fascinado por su relevancia ecológica.
La motivación para desarrollar, junto a Aurora Gaxiola y su equipo, el primer estudio nacional sobre erosión hídrica del suelo surgió al detectar un vacío crítico: la falta de estudios geoespaciales, restringidos a escalas locales, y validados por pares sobre esta problemática en Chile. Este diagnóstico buscó aportar evidencia concreta para el diseño de políticas públicas efectivas en conservación de suelos.
Ambos artículos, profundamente conectados, conforman una misma narrativa científica. El primero modela la distribución y vulnerabilidad del carbono orgánico del suelo en el país; el segundo analiza cómo el cambio en la cobertura vegetal intensifica la erosión hídrica y la degradación física del suelo.
Sobre las zonas más críticas, Núñez-Hidalgo plantea que la prioridad dependerá del enfoque conservacionista: proteger lo que aún es prístino, evitar la degradación futura o restaurar lo ya dañado. Sin embargo, advierte que la franja de transición entre los climas mediterráneo y templado —especialmente en Biobío, Maule y parte de La Araucanía— debe ser una prioridad. Son zonas con alta biodiversidad, importantes reservas de carbono y una creciente presión por actividades forestales e incendios.
«Aunque no almacenan tanto carbono como los suelos del sur austral, estos ecosistemas tienen un rol ecológico clave. Su conservación es vital para evitar un daño irreversible», concluye.
Por: IEB Instituto de Ecología y Biodiversidad