23/09/2025
Santo de los estigmas que falleció el 23 de septiembre de 1968 en su celda del convento de los Frailes Menores Capuchinos de San Giovanni Rotondo (Italia).
Cada 23 de septiembre la Iglesia Católica celebra a San Pio de Pietrelcina (1887-1968), a quien afectuosamente el mundo llama ‘Padre Pio’.
Este fraile y sacerdote franciscano, nacido en Italia, recibió los estigmas de Nuestro Señor Jesucristo, quien quiso asociarlo de una manera especial a su Pasión a lo largo de su vida. El Padre Pío, como Jesús, se hizo ofrenda viva para cargar en carne propia los dolores y sufrimientos ajenos, consecuencia de la caída del género humano. Por eso, no por error, le llamaron ‘el crucificado sin cruz’.
Llevar las llagas del Señor constituye un don de tal magnitud -tanto en su principio último como en sus manifestaciones- que supera toda explicación científica, razonamiento o cálculo humano. Quizá ayude un poco para un acercamiento justo a este hecho que constituye un auténtico misterio las palabras del propio santo: “Oh Jesús, mi suspiro y mi vida, te pido que hagas de mí un sacerdote santo y una víctima perfecta” (San Pío de Pietrelcina).
De nombre, Pío
Francesco Forgione -nombre de pila del Padre Pío- fue un fraile y sacerdote de la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos (O.F.M. Cap.).
‘Pio’ fue el nombre que Francesco adoptó al recibir el hábito franciscano, pensando probablemente en la belleza que porta su significado (“devoto”, “misericordioso”, “benigno”, “compasivo”), así como en honrar, al mismo tiempo, a San Pío V, Papa al que profesó una gran devoción.
Un corazón moldeado por la gracia
Fray Pío nació en Pietrelcina, Campania (Italia), el 25 de mayo de 1887.
A los cinco años tuvo su primera visión: Cristo se le presentó como el Sagrado Corazón de Jesús. El Señor se le acercó y posó su mano tiernamente sobre la cabeza del pequeño Francesco, quien, en respuesta, le prometió que sería su servidor a ejemplo de San Francisco de Asís, por quien le fue dado su nombre en el bautismo.
Desde ese momento, el futuro fraile cultivaría una estrechísima relación con Jesús y su Madre, la Virgen María, en la oración diaria y a través de sus visitas continuas a la iglesia local. Ella, la Madre de Dios, también se le aparecería en distintos momentos de su vida.
Con 15 años cumplidos, Francesco se presentó al convento franciscano de Morcone con la intención de ser admitido. Allí los hermanos lo recibieron con afecto y consideración. Ese sería el lugar donde viviría años intensos de formación, marcados por las visiones del Señor y de la Madre, en las que se le reveló que habría de librar duros combates contra el demonio en el futuro -batallas de las que salió airoso por gracia de Dios-.