
25/07/2025
LA CANTINA DE “MACHO SOLO”
En la antigua calle Real de Arjona, conocida en otros tiempos como El Pondo, existió durante muchos años una cantina muy popular y bulliciosa. Su nombre era peculiar: “Macho Solo”, y no era por azar. Allí, la clientela era exclusivamente masculina. Un espacio sagrado para los hombres del pueblo, donde el ron, la música y la tertulia eran parte de la liturgia.
El lugar estaba atendido por su propietario, Narciso Díaz, conocido y querido por todos como “Nalso”. Hombre atento, fiestero y siempre de buen humor, hacía sentir a cada cliente como en casa. Su cantina era más que un sitio para beber: era un rincón de desahogo, camaradería y fiesta.
Pero el alma de la cantina no era solo el trago, sino el pico, ese gran aparato de sonido que retumbaba con las voces desgarradas de Antonio Aguilar, Miguel Aceves Mejía, o con los porros sabaneros de Andrés Landero, Aníbal Velázquez, Colocho Mendoza y los inconfundibles Corraleros de Majagual. No faltaban los suspiros con Magaly o Rosa Angelina, canciones que removían las p***s que el ron no podía ahogar.
Los clientes, muchos sin plata en los bolsillos, le pedían a Nalso que les fiara la botellita de tornillo —el ron popular de la época— y, de paso, una hora de pico. Porque allí, la música se contrataba por horas, y cuando se acababa la plata, era Nalso quien, generoso como siempre, permitía que el ambiente siguiera vivo. Esa era la verdadera hora de pico: no la de más clientes, sino la de más sentimiento.
Y como en todo buen cuento de pueblo, no podía faltar Nicolás el fotógrafo. Con su cámara al hombro, sabía que en “Macho Solo” siempre habría alguien dispuesto a posar con sombrero nuevo, camisa planchada o simplemente con el vaso en la mano. Los colocaba frente a la cerca de caña brava, buscando el fondo más pintoresco para congelar el momento. Cada foto era un recuerdo con olor a aguardiente, a tierra mojada y a canción dolida.
La cantina de “Macho Solo” fue más que un lugar: fue un símbolo de una época. Un espacio donde se curaban las p***s cantando, se sellaban amistades entre tragos, y donde el pico no era solo una máquina de música… era el corazón que latía al ritmo del pueblo.
Autor: Cruz Vanoir
leyenda arjonera