Las Vainas de mi Pueblo

Las Vainas de mi Pueblo Un blog diseñado para compartir historias ¿Cuál es la tuya?

28/06/2025

CUANDO UNA MADRE MUERE, UNA PARTE DE TI SE VA CON ELLA.

No se compara con la pérdida de un amor.
Porque un amor se supera,
pero la muerte de una madre…
se habita.
Se arrastra.
Se aprende a callar.

Ella no solo fue quien te cuidó,
fue quien te formó,
quien te dio el cuerpo con el que hoy caminas,
la sangre que corre por tus venas,
los gestos que repites sin darte cuenta.

Y el día que se va, no es solo ella la que muere…
es también el principio de ti.
Tu raíz.
Tu origen.
Tu primer amor.

No es un duelo más…
es el preludio de tu propia muerte.
Porque ya no está quien te dio la vida,
quien te enseñó a decir “mamá”,
quien te sostuvo antes de que tú supieras sostenerte sola.

Ese día, el mundo no se cae…
pero ya no vuelve a ser el mismo.

Ese día, las palabras ya no alcanzan,
y por eso hablamos sin parar antes de su partida.
Contamos cosas que jamás dijimos,
confesamos lo que escondimos incluso de nosotros mismos.
Y entre lágrimas, entre pausas, entre suspiros,
solo hay una certeza:

Que le debemos la vida.

Y por eso, en el silencio más doloroso,
solo queda arrodillarse y decirle:
gracias por haberme dado el regalo de existir.

En las ardientes tierras de la costa norte colombiana, donde el sol picaba como avispa en pleno verano, vivía un campesi...
17/04/2025

En las ardientes tierras de la costa norte colombiana, donde el sol picaba como avispa en pleno verano, vivía un campesino llamado Carmelo. Carmelo era más terco que mula vieja y más despistado que gallina en corral ajeno. Su finca, "El Mango Biche", era famosa por las ocurrencias de su dueño.

Un día, el calor era tan intenso que hasta las iguanas buscaban sombra debajo de las piedras. Carmelo, sudando la gota gorda mientras intentaba arreglar un cercado, suspiró y dijo en voz alta: "¡Ay, Señor, qué calor tan berraco! Si tan solo lloviera limonada, ¡sería la dicha!".

Justo en ese momento, su compadre, Eusebio, un hombre tan flaco que parecía un espagueti con sombrero, pasó por el camino. Al escuchar el deseo de Carmelo, Eusebio se detuvo, se rascó la cabeza calva y con su voz aguda, le respondió:

"Compadre Carmelo, ajá! usted sí pide que cosas... ¡Limonada! ¿Y dónde va a meter uno tanto vaso? ¡Además, imagínese el pegote en los caminos!".

Carmelo lo miró con los ojos entrecerrados por el sol y le contestó, con la seriedad de un b***o en procesión: "Pues se bebe en totuma, Eusebio. ¡Y el pegote se barre con galletas de soda!".

Eusebio soltó una carcajada que espantó a un grupo de chicharras que estaban cantando en un árbol cercano. "¡Ay, Carmelo, usted sí es único! Con razón sus ideas siempre son más calientes que el sancocho de pata'e vaca".

Carmelo, sin entender del todo el chiste, se encogió de hombros y siguió intentando clavar el poste del cercado, imaginando de vez en cuando una refrescante lluvia de limonada que, aunque pegajosa, seguro aliviaría el sofocante calor de la costa. Y así, entre ocurrencias y el implacable sol, seguía su calmada vida en "El Mango Biche".

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