
04/09/2025
¡La máscara de Petro cayó en el Senado!
La derrota de Gustavo Petro en el Senado con la elección de Carlos Camargo como magistrado de la Corte Constitucional desnudó sus verdaderas intenciones: controlar la Corte para abrirse paso hacia la reelección. Su candidata, María Patricia Balanta, era la ficha con la que buscaba someter uno de los órganos más importantes de la democracia a su voluntad. Pero el Congreso le dio la espalda y le recordó que Colombia no es su finca ni el poder judicial su juguete.
La reacción de Petro fue inmediata y vengativa: ordenar la renuncia de tres ministros Antonio Sanguino, Julián Molina y Diana Morales, representantes de partidos que hasta ayer eran aliados de su gobierno. El mensaje es brutalmente claro: en su lógica, quien no se arrodilla, sobra. No hay lugar para la independencia ni para los matices; solo vale la obediencia ciega a su proyecto personalista.
Con esta movida, Petro no solo rompe lo poco que quedaba de su coalición en el Congreso, también deja al desnudo su verdadera obsesión: perpetuarse en el poder a cualquier costo. Las amenazas a congresistas durante la votación, el chantaje burocrático y ahora la purga ministerial muestran un presidente que no gobierna para los colombianos, sino para sí mismo.
Petro perdió en el Senado, pero lo que realmente perdió fue la máscara. Su plan de capturar la Corte Constitucional para allanar el camino a la reelección quedó frustrado, y su derrota dejó al descubierto lo que muchos advertían: detrás de su discurso de cambio se esconde un proyecto autoritario que busca arrasar con las instituciones.
Hoy quedó claro: Petro no acepta la democracia, la combate. Y mientras más se le cierren las puertas de la legalidad, más evidente será su desesperación por retorcer las reglas de juego. Colombia debe estar alerta: lo que está en riesgo no es una votación ni un nombramiento, es la libertad misma frente a un presidente que ya no disimula su ambición desmedida.