30/06/2025
Recordando a Piza desde Medellín
Hoy, sentado aquí en Medellín —que a veces me parece otro país dentro de esta mismas tierra—, me vinieron a la mente recuerdos de mi querido Piza. Y no sé por qué, pero cada vez que estoy lejos, el alma se me va pa' allá, como si mi subconsciente estuviera programado para no soltar ese pedazo de cielo, para no perder el rumbo.
Me acordé de un personaje que, aunque parezca cuento, existió y marcó época: el cachaco Abelardo. Fue de los primeros, si no el primero, en ejercer la odontología en nuestro pueblo, cuando por allá nadie soñaba con estudiar eso. Él era de esos que, si te dolía una muela, no se complicaba: te la sacaba de una pa’ que descansaras. Pero también hacía curaciones, y con las manos curtidas por la experiencia, dejaba a más de uno masticando tranquilo por varios años.
Estoy casi seguro de que quien lea esto, si es de Piza o ha pasado por allá, también lo recordará. Porque ese tipo de gente no se olvida. Esa gente deja huella, como las raíces de un árbol que, aunque el viento las cubra de polvo, siguen firmes bajo la tierra.
Tal vez por eso siempre estoy pensando en Piza. Aunque el tiempo y la vida me empujen a adoptar costumbres del interior, hay algo dentro de mí —una voz callada, constante— que me recuerda de dónde vengo. Dicen que para que la mente esté lúcida, hay que recordar lo vivido como si fuera ayer. Y es verdad. Porque quien no recuerda, se pierde.
Por eso escribo, para no olvidar. Para que la memoria no se me apague. Para que Piza, con Z, siga viva en cada paso que doy, así esté lejos.