08/10/2025
FABIO ISAZA RINCÓN , " EL MICO ISAZA " : EL SANTO FORAJIDO DE LOS POBRES .
Inciamos el dia de hoy Miércoles 8 de Octubre del Presente año 2.025 escribiendoles ésta reseña historica de este personaje que, al estilo del popular al cuento de Robin Hood, cuenta la leyenda que Fabio el ‘Mico’ Isaza era un ladrón bastante reconocido en la ciudad, no solo por los robos sino porque con el dinero que robaba ayudaba a las personas más necesitadas.
Ahora bien , Para los años de 1.960 se paseaba por los Barrios más populares de Cúcuta como son ; Los Barrios Gaitán, Alfonso López y Cundinamarca.
Su muerte estuvo a manos de la policía el 24 de Agosto de 1.964 y desde que fue enterrado en este camposanto, todas las personas beneficiadas con sus aportes cuidaron de su tumba, convirtiéndola hoy en un mausoleo en el que incluso se han hecho esculturas en su nombre.
No era cucuteño y no vivió en Cúcuta más que un par de años de su vida, en los que se dedicó a asolar a los habitantes y transeúntes del Valle de Tonchalá. Nacido en Girardota, Antioquia, Fabio se inició en los caminos del bajo mundo a la edad de 13 años y empezó su carrera delictiva como salteador de campesinos y turistas en los caminos rurales del Valle de Aburrá. Se trasladó siendo aún muy joven a Medellín, donde se ganaba la vida de mala forma como atracador callejero. No pasó mucho tiempo para que la policía le echara mano y lo enviara a una correccional. Nunca llegó allí pues protagonizó la primera de sus múltiples fugas. Esa habilidad de escurridizo, de saltarse por los muros, los árboles, las rejas, los techos y las zanjas para huir de las autoridades de forma ágil y silenciosa, le granjearon una fama de ladrón hábil e incapturable y le propició el sobrenombre que lo haría no sólo famoso sino inmortal: El Mico.
El Mico llegó a Cúcuta huyendo de su amplio y rico prontuario delincuencial y sin más equipaje que los interminables robos y homicidios que pesaban en su espalda pero no en su conciencia. En Cúcuta encontró la base de operaciones de sus sueños. Era 1.963 y la zona de frontera gozaba entonces de la alborada de una época de oro que la hizo famosa por su comercio binacional y que le mereció el título de ‘La frontera más viva de Latinoamérica’. Aprovechando las caravanas de turistas, comerciantes y compradores venezolanos cargados de sobrevaluados bolívares, extendió su red delictiva hacia el Estado Táchira y las poblaciones fronterizas. La vía que une a la capital del departamento con Puerto Santander, punto de partida hacia el puerto de Maracaibo le reportó sus mayores dividendos y duplicó con creces sus arcas, acciones y homicidios desventurados. Luego de probar una pésima suerte en una prisión venezolana, de la cual huyó, como lo hizo de todas las penitenciarías que lo acogieron, pues no hubo nunca muro ni celda capaz de detenerlo, se instaló finalmente en la ciudad, en un sitio que no podía ser más propicio para sus dominios: el antiguo sector de Miraflores, sede entonces del hampa organizada y sin organizar de la ciudad y aposento de ladrones, prostitutas y borrachines sin alma que salvar, que conformaban juntos la célebre zona de tolerancia de La Magdalena.
Fabio Isaza inspiraba miedo y respeto, y seguramente hubiese mu**to como cualquier otro ladronzuelo de barrio, sin pena ni gloria, si no hubiese construido en vida una imagen de santo que lo acompaña hasta hoy día en el lugar de su eterno descanso. Las abuelas no se cansan de contar las acciones heroicas que El Mico realizó en vida. Cuentan que en alguna ocasión robó a un poderoso cambista de la ciudad, despojándolo de una cantidad de dinero tan grande, que le alcanzó para repartirlo entre la gente pobre de los barrios aledaños. Esa no fue su única acción benévola. Cuentan que Fabio Isaza, inteligente y sagaz por naturaleza, encontró la forma ideal de burlar a la policía escondiéndose en casas de familia que lo albergaban en el momento, agradecidos por demás, por el dinero o las joyas que entregaba a la dueña de casa en retribución a su lealtad. Fabio Isaza comenzó a construir desde entonces esa figura bonachona y filantrópica que no le permitió morir jamás y que lo eleva hoy día a la categoría de santo de pobres, leyenda de ricos e inspiración divina de delincuentes y malhechores. “Era una gran persona, un Robin Hood criollo, que robaba a los ricos para dar a los pobres.
Él nunca se robó nada para el mismo, su preocupación era la gente pobre de la ciudad, de los barrios. Les daba comida, les pagaba las deudas, les llevaba dinero para sus necesidades y los defendía. Corría a los usureros que se aprovechaban de la bondad de la gente y no permitía ladrones en las calles” Es el testimonio de don Ángel Pérez Henao con su acento antioqueño, quien no le falla al Mico una visita una vez al mes. “Él no era de aquí pero vivió toda la vida en Cúcuta y aquí fue donde hizo todas las obras buenas. Luego de mu**to empezó a hacer milagros. Mire, mire toda esa cantidad de plaquitas de agradecimiento. A mi me ha sacado de apuros económicos en varias oportunidades. Yo vengo y le rezo. Le pido el favor, le digo: hombre Fabio necesito esto, necesito tanto pa´ pagar este recibo, pa` pagar esta deudita, yo vengo después y te contento… y me hace el milagrito. Ya le tengo su plaquita y le traigo flores”.
“Yo puedo dar fé y testimonio de lo que Fabio Isaza ha hecho por mi”, cuenta doña Francisca. Habla del Mico con la solemnidad con que se habla de un santo. Recuerda cuando fue la primera vez que vino a su tumba. “Eso fue hace como seis años. Yo soy muy pobre. Mis hijos no están aquí. Sólo una hija que vive aquí pero vive lejos y es más pobre que yo. Me iban a sacar de la casita que tenía en arriendo en la parte alta de Gaitán. Vine acá y le pedí que me hiciera el favor y me socorriera. Por esos días me llegó un giro de uno de mis hijos que vive en Ibagué, y que nunca me enviaba dinero. Pague una parte de la deuda y el señor se apiadó y me perdonó la otra”. “En otra ocasión me iban a cortar el agua porque debía 40 mil pesos y me hacían falta 10 mil. ¿Yo de dónde sacaba esa plata, si con esa plata comía? Le pedí al Mico que me hiciera el favor, que interviniera por mi ante todos los santos para que no me fuera a quedar sin agua. Así fue. Mi hija vino y me pagó el recibo. A mi me quedó toda la plata y con eso pude comprar mercado y traerle unas flores a la tumba. Estoy muy agradecida con él”.
Fabio Isaza Rincón fue alcanzado por las balas de la policía en la madrugada fortuita del 24 de Agosto de 1.964. Ese era su destino y así debía ser su muerte. No caería nunca en una cárcel y no moriría de viejo. Esa madrugada se acabó su vida y nació su leyenda.
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