
14/08/2025
El campesino: alma y fuerza de la tierra.
El campesino no se jubila, porque su vida no entiende de relojes ni calendarios. Antes de que amanezca, ya ordeñó 50 vacas y saludó al perro que lo acompaña a todos lados. Fuma, bebe, cuenta cuentos, y aunque huele a tierra y a sudor, su aroma es el mismo que nutre las cosechas de frijol, papa, yuca, maíz, plátano, cacao y caña.
Sabe silbar y con un silbido llama a las gallinas. Reconoce un aguacate maduro sin apretarlo y con la mirada calcula el peso de un bulto o de una vaca. Porta un machete siempre listo, pero nunca lo ha usado para pelear. Su celular es viejo, casi sin señal, y aún así todos confían en él. No sabe de redes sociales, pero saluda hasta 52 veces al día y se despide tres.
Su vida es de sol a sol: no le da flojera, no le tumban las gripes, sabe cuándo lloverá y falla menos que cualquier meteorólogo. Come lo que la tierra le da, toma café hirviendo sin quemarse y disfruta un agua de papaya como si fuera un manjar. No teme a los truenos, espanta la lluvia y, si toca, espanta también los males con un escapulario.
Cree en las noticias de la radio AM, en la ruda y el paico para curar, en el ángel de la guarda que nunca lo ha abandonado. A cualquiera le dice “ingeniero” y a él todos le dicen “Don”. No sabe cambiar la llanta de un carro, pero pesca, cosecha, carga, siembra, cosecha otra vez… y nunca se queja.
Su mundo es pequeño, pero su trabajo sostiene el de todos. Sin él, la comida sería escasa, la mesa estaría vacía y la vida, prácticamente imposible.
¡Vivan los campesinos! Los que con manos ásperas y corazón grande nos enseñan que la tierra vale más que el oro, porque es la única que nos da de comer.