03/06/2025
|| En el corazón del Quindío, donde las montañas abrazan la historia cafetera del país, un nombre resuena con fuerza en la memoria de Circasia: Braulio Botero Londoño, el hombre que desafió el dogma religioso para fundar uno de los primeros cementerios laicos de América Latina: el Cementerio Libre de Circasia.
Corría la década de 1930 cuando el municipio fue sacudido por una polémica decisión del párroco local, quien se negó a permitir el entierro de Valerio Zuluaga, un espiritista proveniente de la vereda La Co**ha. Ni siquiera se le concedió reposo en el llamado "Muladar", reservado para suicidas y herejes. La negativa provocó la indignación de la comunidad y el sufrimiento de la familia, que tuvo que enterrar a su ser querido en una finca privada. Incluso por ese acto fueron encarcelados algunos familiares, bajo el pretexto de “contaminar las aguas del pueblo”.
Frente a este acto de intolerancia, Braulio Botero tomó una decisión histórica: construir un camposanto abierto para todos, sin distinción de religión, ideología o clase social. El proyecto, adelantado en 1932, encontró oposición feroz de sectores conservadores y religiosos. Botero fue encarcelado por edificar sin permiso, pero su convicción fue más fuerte que las rejas. Años después, su iniciativa se consolidó como símbolo de libertad, inclusión y pensamiento crítico.
"Aquí no se pregunta cómo murió, sino por qué vivió", reza la placa que recibe a los visitantes del Cementerio Libre. Esta frase, convertida en lema, encierra el espíritu del proyecto: un espacio donde la dignidad humana está por encima de las creencias.
El legado de Braulio Botero permanece vivo no solo en la arquitectura de un cementerio rodeado de flores y montañas, sino también en el pensamiento de una comunidad que aprendió a valorar la diversidad. En Circasia, su nombre da vida a calles, placas conmemorativas y actos culturales que cada año recuerdan a este pionero del laicismo en Colombia.
Hoy, en tiempos donde el respeto por las diferencias sigue siendo un reto, la historia de Braulio Botero cobra nueva relevancia. Su gesta nos recuerda que la libertad no siempre nace en las plazas, a veces brota, silenciosa, entre lápidas que honran la vida más allá de la muerte.