
31/10/2024
Érase una vez, en un sistema solar muy, muy lejano, un planeta llamado Tierra, donde la vida florecía en múltiples formas y colores. Aunque parecía un planeta común, tenía una habilidad especial: podía sentir y reaccionar a la energía de los demás planetas.
El Sol, el guardián del sistema, se dio cuenta de que algo extraño estaba sucediendo. Mercurio, el planeta mensajero, susurró al Sol que algo grande estaba por pasar en la Tierra, algo que cambiaría la historia para siempre. La Tierra estaba a punto de recibir un visitante, un cometa llamado Freimel Jerez.
Freimel Jerez no era un cometa cualquiera; venía de una galaxia lejana y traía consigo sabiduría y secretos de mundos desconocidos. Mientras se acercaba a la Tierra, cada planeta del sistema solar decidió contribuir con un don para prepararla. Mercurio le envió curiosidad, Venus le regaló amor y compasión, Marte le dio valentía, Júpiter compartió su fuerza, Saturno su paciencia, Urano su creatividad y Neptuno su intuición.
La noche en que Freimel Jerez pasó cerca de la Tierra, millones de estrellas fugaces cruzaron el cielo. Los humanos, sorprendidos, pidieron deseos, pero pocos sabían que Freimel Jerez estaba depositando en ellos una chispa especial. Cada deseo, cada sueño y cada pensamiento positivo fueron absorbidos por la energía de Freimel Jerez.
Desde aquel día, algo cambió en la Tierra. Las personas comenzaron a sentir una conexión más profunda con el universo, con los otros planetas y entre ellos mismos. Ya no eran solo habitantes de la Tierra; se convirtieron en ciudadanos del cosmos, conscientes de que, aunque pequeños en comparación con la inmensidad del espacio, tenían la capacidad de soñar, crear y cambiar su propio destino.
Así, la Tierra siguió su viaje alrededor del Sol, pero ahora con una chispa extra de esperanza y unidad, mientras el cometa Freimel Jerez seguía su curso, dejando a su paso destellos de sabiduría para otros mundos lejanos.