15/09/2025
En mi último viaje al bello municipio de Solita, Caquetá, tierra humilde y bañada por la inmensidad del río Caquetá, me encontré con una historia que toca fibras muy profundas.
Hace más de cincuenta años, en la década de los 70, allí existió una pista de aterrizaje. No era una gran terminal, ni un aeropuerto moderno, pero era el corazón de la comunicación para la comunidad. Por esa pista llegaban aviones pequeños y helicópteros, trayendo medicinas, alimentos, noticias y esperanza. También servía a las fuerzas militares, que velaban por la seguridad en una región marcada por el aislamiento.
Entre quienes vivieron esa época está Doña Nancy, una mujer que nació en 1960 y que guarda en su memoria aquellos tiempos. Con nostalgia me contaba cómo esa pista significaba vida para su pueblo, cómo la gente se reunía a esperar los vuelos, cómo todo se movía alrededor de ese espacio que hoy yace en el olvido.Con la voz quebrada, pero firme, Doña Nancy se convirtió en vocera de su gente. Ella no pide nada para sí misma; lo que pide es para su pueblo. Le pide al presidente Gustavo Petro que escuche este clamor, que recuerde a Solita, que piense en Caquetá, y que devuelva a esta región su pista de aterrizaje, esa que fue vital y que podría volver a serlo, conectando nuevamente a esta tierra con el resto del país.
Porque recuperar la pista de Solita no es un capricho, es devolverle a la comunidad la posibilidad de soñar, de progresar, de sentirse acompañada en medio de la selva. Es abrir una puerta para que los niños tengan acceso más fácil a salud y educación, para que los campesinos puedan mover sus productos, y para que la esperanza vuele de nuevo sobre el cielo caqueteño. ́