Señor, mi corazón no es ambicioso,
ni mis ojos altaneros;
no pretendo grandezas
que superan mi capacidad;
sino que acallo y modero mis deseos,
como un niño en brazos de su madre. Nací en el hermoso municipio de El Paujil, un día de inocentes del 2022. Me crié acompañado por mis papás en una vereda de dicho municipio, allá no había nada de televisión ni energía eléctrica, así que mi infancia fue in
fluenciada por el amor y el silencio. Jugaba solo, construyendo soldaditos de tierra, o salía a caminar con mis dos perros. También jugaba bola con mi papá, y con mi mamá jugaba a patear una pelota de básquet. Después, en los encuentros familiares jugaba fútbol con mis primos. En mi infancia creció el gusto por la lectura, siendo La Biblia el primer libro que leí atentamente. Aunque provengo de una familia pobre, nunca pasé hambre ni necesidad de otra índole, porque Dios siempre está con los pobres, y nunca faltó lo más importante (Dios, vida y salud). Recuerdo con nostalgia el primer día de escuela (a los 7 años), cuando mi mamá me acompañó hasta el salón y con tristeza miré cómo me quedaba solo en un lugar de gente desconocida. Creo que ahí fue la primera vez que me sentí totalmente solo. Cuando llovía, mi papá iba a encontrarme porque había una quebrada grande. A veces, visitaba la casa de mi abuela, que siempre me recibía con alegría, y me daba pan con café, o huevo frito con un delicioso plátano maduro frito, (tajadas). A propósito, ella murió el 31 de diciembre del año 2022. No sé, pero otra realidad de la vida es que cuando estamos amando ya no tenemos a los que queremos amar; o también, cuando estamos aprendiendo a vivir, tenemos que morir...
Íbamos al pueblo cada año a la Fiesta Patronal o a citas médicas. Allá me comportaba como un niño tímido, que no me quería soltar de la mano de mi mamá. Referente a la vocación sacerdotal, no sé ni cómo ni cuándo fue, porque el llamado es un Misterio. Creo, con temor a equivocarme que el llamado surgió a los 7 años, y se dió por el asombro al ver los sacerdotes que subían a Misa cada año. Aún así, el gusto por la lectura permitió que yo leyera alguna oración en la Novena de Navidad, ese fue el primer paso para que después yo dirigiera la Novena. A mi mamá la felicitaban porque según ellos, yo leía y predicaba muy bien. Descarto que la vocación fuese producto de acolitar, o de cercanía con la parroquia o con algún sacerdote, porque no fue así. En fin, la vocación es Misterio del Misterio insondable de Dios. Caminaba dos horas para llegar al colegio de nombre Niña Del Carmen. Allá hice todo el bachiller. Después ingresé al seminario. Pensé que era fácil entrar; sin embargo, fue bastante incomprensible, porque Dios nos hace esperar. La realidad es ésa, esperamos para nacer, esperamos para morir. En la vocación también hay que "darle tiempo, al tiempo". Saber esperar es dejar todo en manos de Dios. Llegó el año de discernimiento, y todo era espera. Después de esperar, llegó la noticia de que era aceptado en el seminario...