20/05/2025
Tercer conversatorio: Rituales de introspección
La luz temblorosa de las velas marcó el inicio de un rito que trascendió la palabra. El pasado 17 de mayo, en los confines oscuros de Hagen Metal Bar, las almas presentes fueron convocadas al tercer conversatorio de Hordas de Metal Negro Zine, esta vez con la banda Asmodeus como protagonista. Lo que allí ocurrió no fue simplemente un diálogo: fue una invocación.
En un encuentro privado, entre acordes callados y miradas encendidas, los músicos, asistentes y moderadores conjuraron memorias, pasiones y revelaciones. Se habló desde las entrañas, sin máscaras ni eufemismos, reafirmando el pacto inquebrantable con aquel demonio que, desde las sombras, inspira las líricas más densas y punzantes de la banda. Asmodeus no solo ejecuta su arte con técnica precisa, sino que lo encarna con alma. Cada palabra dicha, cada nota evocada, fue testimonio de una verdad que no teme al abismo.
El metal negro, más allá de sus formas, fue desentrañado como un lenguaje de experiencias, heridas, pensamiento y resistencia. El conversatorio se tornó confesión y fuego, con la escena bogotana como telón de fondo y la historia como carne viva: guerras, creencias, arte y música tejidas en una misma sangre. Paganini y Bach, demonios del virtuosismo, se revelaron como espectros tutelares de la banda, influencias clásicas que aún soplan en sus composiciones como un eco antiguo que nunca muere.
Pero también se alzaron voces sobre el deseo y la traición, sobre los falsos rostros de quienes se llaman amigos, mientras el demonio susurra en la nuca de los desprevenidos.
La velada alcanzó su cenit cuando la percusión y las guitarras rompieron el silencio en un acto acústico inesperado, que terminó por hechizar a los presentes. La música, una vez más, tomó forma de espíritu y habló en lenguas que sólo los iniciados comprenden.
Hordas de Metal Negro agradece a Asmodeus, a cada asistente y a Hagen Metal Bar por abrir las puertas a un espacio donde el arte negro puede ser escudriñado sin restricciones. Lo que se vivió no se borra: el eco de este ritual seguirá resonando en quienes se atrevieron a mirar más allá del velo.