13/09/2025
🫢🔴 El colegio utiliza inhibidores de teléfonos móviles, que lo estudiantes meten a los forros y bloquea la señal de inmediato.
En el amplio patio de un colegio en el noreste de Santiago los adolescentes han cambiado las pantallas, las conversaciones virtuales y los videojuegos por partidos de voleibol, disputas de ping pong, ensayos de coreografías musicales o simplemente charlas con amigos.
La rica comuna de Lo Barnechea implementó un programa piloto que utiliza inhibidores de teléfonos móviles en sus dependencias, una apuesta por reintegrar la comunidad escolar e incentivar el bienestar de los estudiantes en tiempos de hiper conexión.
La iniciativa está en fase de prueba en el colegio Lo Barnechea Bicentenario y, según la alcaldía, será implementada paulatinamente en otros colegios de la comuna.
“Hicimos un plan integral en donde, además, hay más juegos ahora en el patio, juegos de mesa en la biblioteca, fútbol, tenis, baloncesto, hay campeonatos”, explicó a The Associated Press el director del establecimiento, Humberto Garrido. “Tiene mucha vida el recreo ahora”.
Por ahora la medida sólo se aplica a los alumnos del octavo año, de 13 o 14 años, pero se extenderá próximamente a los 500 estudiantes de la escuela. Nada más llegar a clases los jóvenes deben dejar sus dispositivos en un estuche bloqueador de frecuencia móvil que sólo pueden volver a utilizar una vez terminada la jornada escolar.
Los primeros días de desintoxicación digital fueron de adaptación, pero a pocas semanas de su lanzamiento el programa ha tenido buena recepción entre alumnos, profesores y padres.
“Me siento más libre, paso más tiempo en los recreos, convivo más con mis compañeros. Juego mucho, hago mucho más deporte. Antes solía pasar en mi teléfono, viendo TikTok, Instagram”, contó a la AP José David, de 14 años.
Ahora, a diferencia de los intentos anteriores en los que los estudiantes debían dejar sus aparatos guardados en cajas, ellos permanecen en posesión de sus teléfonos.
“A mí me daba ansiedad entregarlo, entonces no lo entregaba por si se me rompía, si se me perdía, si le pasaba algo. Ahora con los estuches me siento más cómoda porque lo tengo yo, lo cuido yo”, relató a la AP la estudiante Francisca Susarte, de 13 años.