30/10/2025
Qué pasó con la humanidad?
Hubo un tiempo en el que las llamadas eran el lenguaje del alma. Uno podía pasar horas al teléfono, sin mirar el reloj, simplemente disfrutando de la voz de quien se quería o se valoraba. Aquellas conversaciones eran puentes que unían corazones, aun cuando los kilómetros se interponían.
Hoy, en cambio, parece que hay que pedir permiso para llamar. La espontaneidad se perdió entre notificaciones, chats y audios que reemplazaron lo más humano: el diálogo directo. Los teléfonos, que alguna vez se inventaron para acortar distancias, ahora parecen haber construido muros invisibles entre las personas.
Las palabras ya no fluyen como antes; se escriben con prisa, se borran, se editan, se dejan en “visto”. La voz, que antes transmitía emoción, ternura o nostalgia, se sustituyó por mensajes fríos y emojis que intentan llenar el vacío de la conexión real.
Y entonces uno se pregunta: ¿en qué momento la tecnología, creada para acercarnos, terminó alejándonos? Tal vez el problema no está en el teléfono, sino en nosotros, que olvidamos que escuchar también es una forma de querer.
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