
24/07/2025
José Smith logró más de lo que cualquier otro ser mortal hubiera podido lograr en un período de tiempo tan breve.
Durante sus 38 años y medio de vida, José Smith fue un hombre de la frontera: joven, emotivo, dinámico y tan amado por su pueblo, y accesible a este, que con frecuencia lo llamaban “hermano José”.
Su relativa juventud dominó su ministerio profético. Tenía 14 años cuando ocurrió la Primera Visión; 21 cuando recibió las planchas de oro y solo 23 cuando terminó la traducción del Libro de Mormón (en un plazo de entre 65 y 75 días de trabajo).
La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días se organizó cuando José Smith tenía 24 años, y más de la mitad de las revelaciones de nuestro libro de Doctrina y Convenios se dieron por medio de este profeta cuando tenía 25 años o menos.
Además, “[Él] fundó ciudades, incluidas Kirtland, Far West y Nauvoo; llamó y capacitó a cientos de líderes de la Iglesia; estudió hebreo y la Biblia […]; dirigió empresas, en solitario y con socios; fue promotor inmobiliario y construyó templos; escribió y publicó artículos y editoriales; […] sirvió en diversos cargos cívicos, por ejemplo, comandante en jefe de una gran legión de milicianos y alcalde y juez superior de la ciudad de Nauvoo […]; atrajo a decenas de miles de seguidores, que empujaron a olas de conversos a emigrar a los Estados Unidos” (Gordon A. Madsen, Jeffrey N. Walker y John W. Welch, editores, Sustaining the Law: Joseph Smith's Legal Encounters; Provo: BYU Studies, 2014, págs. xi-xii).
La única explicación posible es la ayuda celestial.
Tal como escribió uno de sus colegas poco después de su martirio: “José Smith, el Profeta y Vidente del Señor, ha hecho más por la salvación del hombre en este mundo, que cualquier otro que ha vivido en él, exceptuando solo a Jesús” (Doctrina y Convenios 135:3).