16/07/2025
Cascajal, un pueblo con profundas raíces religiosas y tradiciones culturales, se encuentra en un momento crucial. Las celebraciones religiosas que antes marcaban el calendario y unían a la comunidad, como las del 16 de julio y las festividades del 21 y 22 de noviembre, ya no resuenan con la misma intensidad. Se percibe una palpable pérdida del sentido de pertenencia, esa chispa que hacía que cada habitante se sintiera parte fundamental de la organización y el disfrute de estas importantes fechas. El espíritu comunitario parece haberse diluido, dejando un vacío donde antes florecía un arraigado fervor.
Es desalentador observar cómo el apoyo de los muchos profesionales y habitantes de Cascajal, quienes poseen el conocimiento y los recursos para revitalizar estas celebraciones, se ha vuelto escaso. En lugar de un esfuerzo colectivo, ahora son un puñado de personas quienes, con tenacidad y tocando puertas incansablemente, luchan por mantener vivas estas tradiciones. Su dedicación es admirable, una luz de esperanza ante la apatía generalizada, pero el peso de preservar el legado cultural de Cascajal recae de manera desproporcionada sobre sus hombros.
En este contexto, es fundamental expresar un sincero agradecimiento a aquellos que, a pesar de las circunstancias, permanecen firmes en su compromiso. Son ustedes quienes, con su lealtad y apoyo desinteresado, hacen posible que las "cosas del pueblo" no perezcan por completo. Su presencia y contribución son vitales para recordar la importancia de nuestras raíces y para persuadir a otros a unirse a esta noble causa. Sin embargo, la realidad es que hoy en día Cascajal es más reconocido por el fandango del 6, un evento que atrae a vacacionistas y que, quizás por su naturaleza más efímera y orientada al disfrute inmediato, capta mayor atención.
Las fiestas patronales, por su parte, merecen ser restauradas a su antiguo esplendor. Necesitan una banda musical de primer nivel que evoque la magnificencia de antaño y una logística impecable que no solo garantice el disfrute de los que aquí habitan, sino que también atraiga a visitantes, reviviendo así esos "tiempos dorados" donde nuestras celebraciones eran un referente de alegría y tradición a nivel local y nacional. Es hora de que Cascajal recupere el orgullo de sus festividades religiosas, reconociendo su valor intrínseco y trabajando juntos para que vuelvan a ser el corazón latente de nuestra comunidad.
Por: José Alfredo Jiménez Pérez