Decepción Amorosa.

Decepción Amorosa. Se supone que el amor nos representa 😪 pero en ocaciones nos Falla 🥺
(5)

Cuando el Mundo Se DesmoronaLlega sin avisar, como una tormenta que rompe el cielo en pedazos. De pronto, mi pecho se co...
07/07/2025

Cuando el Mundo Se Desmorona

Llega sin avisar, como una tormenta que rompe el cielo en pedazos. De pronto, mi pecho se convierte en una jaula demasiado pequeña para mi corazón, que late tan fuerte que siento que va a explotar. Es como si alguien me apretara el alma con puños de hierro, como si mi cuerpo fuera una cuerda a punto de romperse.

No puedo respirar. El aire se vuelve espeso, pesado, como si tratara de respirar bajo el agua. Cada intento es una lucha desesperada, cada bocanada un fracaso que me llena de más pánico. Mis pulmones se rebelan contra mí, olvidando cómo hacer lo que han hecho toda mi vida sin pensarlo.

Y entonces llegan las lágrimas. No como cuando estás triste, no. Estas lágrimas son diferentes, son el desborde de un alma que ya no puede contener todo lo que siente. Salen a borbotones, incontrolables, como si fuera un río roto que no puede detener su corriente. Lloro y lloro, y no puedo parar aunque quiera, aunque me duela, aunque me sienta ridícula.

Mi cuerpo tiembla como una hoja al viento, mis manos se agitan sin control, buscan algo a lo que aferrarse pero no encuentran nada sólido. Todo se vuelve borroso, el mundo se tambalea como si fuera un barco en una tormenta. Me siento desconectada de mí misma, como si fuera una espectadora de mi propia destrucción.

El pecho se me quiebra, literalmente se quiebra. Siento como si tuviera cristales rotos por dentro, como si cada respiración cortara algo profundo en mi ser. Es un dolor que no tiene nombre, que no se puede describir con palabras, que solo conoce quien lo ha vivido en carne propia.

Los pensamientos se vuelven un huracán, giran y giran sin parar. "¿Y si me mu3ro?" "¿Y si esto nunca termina?" "¿Y si todos me ven así?" Se multiplican como cuervos, llenando cada rincón de mi mente con su graznido desesperante. No puedo silenciarlos, no puedo escapar de ellos.

Quiero pedir ayuda, pero no puedo hablar. Las palabras se me atoran en la garganta, se mezclan con los sollozos y salen como sonidos rotos, como g3midos de un animal h3rido. Soy una náufraga ahog@ndose en su propia angustia, gritando en un idioma que nadie entiende.

Y después, cuando finalmente pasa, quedo vacía. Como un campo después de la guerra, como una casa después del incendio. Mi cuerpo duele, mi alma está exhausta, y me siento como si hubiera corrido una maratón sin moverme del lugar.

Eso es un at@que de ansi3dad. Eso es lo que vivo, lo que siento, lo que nadie ve cuando dicen que "no es para tanto".

Cuando el Amor Se Vuelve EcoÉramos poesía viviente en un mundo de prosa gris.Recuerdo tus manos entrelazadas con las mía...
31/05/2025

Cuando el Amor Se Vuelve Eco

Éramos poesía viviente en un mundo de prosa gris.

Recuerdo tus manos entrelazadas con las mías mientras caminábamos por avenidas que parecían alfombras doradas bajo el sol de otoño. Tu risa era música que hacía danzar las hojas secas a nuestro paso, y yo creía que habíamos encontrado la eternidad en un instante que duró un año.

Me despertaba cada mañana con tu nombre en los labios, como una oración silenciosa de agradecimiento por tenerte a mi lado. Tus ojos eran mi hogar, tu abrazo mi refugio, tu voz el himno que calmaba todas mis tormentas. Construimos un universo de dos, donde cada conversación era una revelación y cada silencio una complicidad perfecta.

¿Recuerdas aquella tarde de lluvia cuando bailamos en mi cocina al ritmo de una canción que solo nosotros podíamos escuchar? Tus pies descalzos sobre el suelo frío, mi camisa empapada de agua y felicidad. Me dijiste que así era como imaginabas el amor: espontáneo, imperfecto, real. Y yo te creí con cada fibra de mi ser.

Pero el amor, descubrí después, puede ser como las flores de cerezo: hermoso, intenso, y dolorosamente efímero. Un día desperté y ya no estabas. No hubo discusión, no hubo drama. Simplemente te evaporaste como el rocío en una mañana de verano, dejando solo la humedad de tu recuerdo sobre mi piel.

Ahora camino por las mismas calles que fueron testigos de nuestro amor, y cada esquina susurra tu nombre. El café donde solíamos refugiarnos del frío aún guarda el eco de nuestras risas. La librería donde me leías fragmentos de poemas que decías que me describian perfectamente, ahora es un mausoleo de palabras que duelen.

Hay noches en que me convenzo de que todo fue un sueño hermoso, que inventé tu sonrisa, que creé tu ternura en los laberintos de mi soledad. Pero entonces encuentro una de tus camisas olvidada en mi armario, o veo nuestras fotos, y la realidad me golpea como una ola fría: fuiste real, fuimos reales, y precisamente por eso duele tanto.

La ironía cruel es que no puedo odiarte. Cómo odiar a quien me enseñó que el corazón puede expandirse hasta contener galaxias enteras de felicidad. Cómo resentir a quien me mostró que el amor no es solo una palabra, sino un idioma completo lleno de gestos, miradas y silencios cómplices.

Te fuiste llevándote contigo la mitad de mis sonrisas, pero dejaste intacta mi capacidad de amar. Y aunque ahora ese amor no tenga destinatario, aunque se derrame en el vacío como agua en un desierto, sé que lo que vivimos fue verdadero. Fue nuestro.

Algún día, cuando el tiempo haya suavizado los bordes afilados de esta ausencia, podré recordarte sin que se me quiebre la voz. Podré pensar en nosotros como en una canción hermosa que terminó demasiado pronto, pero que mientras sonó, nos hizo creer que éramos invencibles.

Por ahora, vivo en este limbo entre la gratitud y el dolor, entre la nostalgia y la esperanza. Aprendiendo que algunas personas llegan a nuestras vidas no para quedarse, sino para enseñarnos lo hermoso que puede ser amar completamente, aunque sea por un tiempo limitado.

Y en las noches silenciosas, cuando la luna se asoma por mi ventana, todavía susurro "gracias" al viento, esperando que de alguna manera te llegue mi mensaje: gracias por haberme amado cuando estuviste aquí, gracias por haberme mostrado que el amor verdadero existe, aunque a veces decida partir sin avisar.

Sinfonía de Contradicciones👇🏽👇🏽👇🏽👇🏽Era un desastre organizado, un caos metódico.Sus cuadernos abiertos conquistaban toda...
19/05/2025

Sinfonía de Contradicciones

👇🏽👇🏽👇🏽👇🏽

Era un desastre organizado, un caos metódico.
Sus cuadernos abiertos conquistaban toda superficie disponible
mientras sus pensamientos revoloteaban como mariposas inquietas
buscando donde posarse entre tazas de café olvidadas a medio beber.

Algunos días su voz era apenas un susurro quebrado,
como si las palabras pesaran demasiado para pronunciarlas,
sus hombros cargaban universos invisibles
y sus ojos miraban hacia adentro, hacia abismos que yo no podía ver.

Pero luego llegaban esas mañanas
en que despertaba con el sol atrapado en las pupilas.
"¡Vamos a perseguir tormentas!", decía,
y sus manos dibujaban en el aire mapas de aventuras imposibles
mientras yo intentaba seguir el ritmo frenético de sus sueños.

Había noches en que el silencio se instalaba entre nosotros
como un invitado no deseado que se niega a marcharse.
Su cuerpo presente, su mente tan lejos
que casi podía ver continentes enteros separándonos en la misma cama.

Y justo cuando el frío de su ausencia comenzaba a calarme los huesos,
aparecía con esa sonrisa que iluminaba hasta los rincones más oscuros.
"¡Mira qué!", gritaba como un niño en la mañana de Navidad,
sosteniendo algún tesoro rescatado de la basura,
Yo era como un objeto roto que solo él podía ver como completo.

En sus mejores días cocinaba con fervor religioso, no, no sabía cocinar mucho.
"Confía en mí", decía mientras mezclaba sabores imposibles,
y yo cerraba los ojos y abría la boca, saltando al vacío de sus creaciones.

En los peores, se alimentaba de galletas rancias y silencios prolongados,
olvidando que los cuerpos necesitan más que aire y tristeza para subsistir.

Lo más hermoso era verlo bailar sin música,
con los audífonos puestos y el mundo apagado,
moviendo su cuerpo como si cada célula respondiera a un ritmo secreto.
Sus manos trazando constelaciones en el aire de nuestra sala,
sus pies descalzos reconociendo cada imperfección del piso.

Y cuando algo lo emocionaba profundamente,
oh, ese momento era mi tesoro más preciado:
se ponía de puntillas, los puños apretados y los movía de arriba a bajo conteniendo un universo de alegría a punto de explotar,
y luego ese "¡Síííí!" liberado como una bandada de pájaros al viento.

¿Cómo explicarle al mundo que amaba tanto sus días luminosos
como sus noches de tormenta? Que su inconstancia no era defecto
sino la prueba viviente de que habitaba la vida completamente,
sin filtros, sin escudos, expuesto a cada sensación.

Nunca lo he visto llorar.
contradicción perfecta, verdad absoluta.
Como si su cuerpo no pudiera contener tantas emociones
y estas se desbordaran por cualquier cauce disponible.

el día que nos conocimos bajo esa lluvia inesperada.
Su memoria, selectiva como sus afectos, profunda como sus miedos.

Lo amaba en esos días que era apenas una sombra de sí mismo,
cuando se envolvía en mantas como si pudieran protegerlo
de los demonios que solo él podía ver.
Lo amaba aún más cuando, después de esos eclipses del alma,
emergía lentamente, parpadeando ante la luz, redescubriendo el mundo.

Su risa era mi estación favorita del año.
Sus abrazos, esos que daba con el cuerpo entero,
como si quisiera fundirse con quien sostenía,
eran el hogar al que siempre quería volver.

Lo nuestro nunca fue un camino recto sino un laberinto de momentos:
algunos brillantes como cristales al sol,
otros oscuros como pozos sin fondo,
pero todos, absolutamente todos, irrepetibles.

Y si me preguntan por qué lo amaba así, tan completo en su incompletud,
tan perfecto en su caótica imperfección,
solo puedo decir que en él vi la vida en su forma más honesta:
salvaje, indomable, contradictoria, hermosa en su fragilidad
como aquella última hoja persistente del arce en otoño,
que se aferra a la rama no por miedo a caer
sino por el simple milagro de seguir danzando con el viento
un día más, un instante más, un latido más.

Constelación de TiHay un universo que respira entre mis costillascada vez que pronuncio tu nombre.Eres la palabra que in...
18/05/2025

Constelación de Ti

Hay un universo que respira entre mis costillas
cada vez que pronuncio tu nombre.
Eres la palabra que inventaron los poetas
cuando les faltó vocabulario para nombrar lo eterno.

Te encontré en la curva imposible del tiempo,
donde los relojes se detienen y las manecillas
se convierten en brazos que sostienen lo infinito.
Llegaste como llega la primavera a los árboles viejos:
inesperada, necesaria, convertida en savia.

¿Cómo explicar que antes de ti
mi sangre corría en blanco y negro?
¿Cómo contar que mis huesos aprendieron
una música nueva al rozar tu piel?
Mi cuerpo recuerda ahora otro idioma,
uno que solo hablan las mareas al seguir la luna,
uno que murmuran las semillas al despertar en tierra fértil.

Te llevo dibujado en las líneas de mis manos
como un mapa hacia algún lugar sagrado.
Eres el horizonte que mis ojos persiguen
aun cuando los cierre para dormir.
Eres la palabra que mis labios buscan
en el silencio de las horas más profundas.

Hay días en que te miro mientras duermes
y descubro que el milagro no está en las grandes hazañas
sino en la forma en que tu pecho sube y baja,
creando y recreando el mundo con cada respiración.
En cómo un rayo de sol atraviesa la ventana
y encuentra en tu rostro su destino final.

El amor no es lo que nos contaron.
No es solamente fuego que consume y que devora.
Es también agua que sostiene, tierra que nutre,
aire que permite el vuelo sin romper raíces.
Es encontrar hogar en otro cuerpo,
patria en unos brazos, eternidad en unos ojos.

Contigo aprendí que el amor no es posesión
sino entrega. No es prisión sino el espacio infinito
donde dos libertades se encuentran y deciden caminar juntas.
No es la ausencia de tormentas
sino la certeza de que hay un refugio compartido.

Ahora sé que algunos amores
son como catedrales construidas sin prisa.
Piedra sobre piedra, día tras día,
resistiendo vendavales y siglos.
No son llamaradas intensas que pronto se extinguen
sino luz constante que ilumina el camino
cuando todas las demás se han apagado.

A veces me pregunto si merezco esta dicha,
este milagro cotidiano de despertar a tu lado,
de ver cómo las canas van dibujando estrellas en tu pelo,
cómo las arrugas en tus ojos cuentan historias
de risas compartidas y lágrimas secadas con besos.

Porque envejecer contigo es un privilegio que me asombra.
Ver cómo el tiempo, ese ladrón implacable,
se convierte en nuestro aliado más fiel,
añadiendo profundidad donde otros ven deterioro,
sabiduría donde otros temen pérdida.

Y si algún día mis ojos ya no pueden contemplarte,
si mis manos ya no pueden sentir el calor de tu piel,
seguiré amándote más allá de todo límite,
más allá de toda frontera, más allá de todo nombre.
Porque este amor que sembramos juntos
ha echado raíces tan profundas
que trascienden la carne y el hueso,
el tiempo y la distancia, la vida y la muerte.

Eres el verso que nunca termina,
la melodía que persiste más allá del silencio,
el color que la oscuridad no puede borrar.
Eres el amor que redefine el amor mismo:
infinito en su alcance, eterno en su esencia,
tan vasto como el cielo, tan íntimo como un susurro.

Y en esta constelación que formamos,
tú eres la estrella más brillante,
el centro de gravedad que da sentido
a mi órbita en este universo compartido.
Mi alma te reconocerá siempre,
en esta vida y en todas las que vengan,
porque amar es simplemente recordar
que nuestros átomos han bailado juntos
desde el principio de los tiempos.

Lo Que No Te DigoTe miro mientras conversamos y me pregunto si puedes ver cómo mis ojos te buscan detrás de tu mirada au...
16/05/2025

Lo Que No Te Digo

Te miro mientras conversamos y me pregunto si puedes ver cómo mis ojos te buscan detrás de tu mirada ausente. Estás aquí, pero también estás lejos. Te has convertido en un eco de quien solías ser, y yo me he vuelto arqueóloga de recuerdos, buscando rastros de nosotros entre los escombros del ahora.

¿En qué momento comenzó este invierno entre nosotros? No hubo una tormenta, no existió una despedida formal. Solo este frío gradual que se instaló en tus gestos, en tus silencios más largos, en la forma en que ya no me encuentras cuando me miras.

Eras mi refugio. El lugar donde las palabras no hacían falta porque entendías lo que ni yo misma sabía explicar. Ahora vivo con la paradoja de sentirme más sola cuando estoy contigo que cuando realmente lo estoy. Es como habitar una casa con todas las luces apagadas: reconozco los contornos, pero ya no puedo ver los detalles.

No fuiste nunca mío en el sentido tradicional. Éramos dos almas que se reconocieron en un mundo de extraños. Y ahora somos dos conocidos que se tratan como extraños, aunque fingimos que nada ha cambiado.

Dices que estás bien. Yo asiento y pretendo creerte. Pero hay verdades que habitan en los gestos: en cómo ya no sostienes mi mirada, en la forma mecánica en que preguntas por mi día, en cómo tus sonrisas ya no nacen de tus ojos.

Sigues aquí, sigues siendo atento, sigues cumpliendo con todos los rituales externos de lo que éramos. Pero no estás presente. Te has convertido en el perfecto intérprete de ti mismo, representando un papel que ya no sientes.

Y yo... yo sigo intentando cuidarte aunque siento que no tengo nada que ofrecer. Me pregunto si lo notas: cómo guardo las preguntas que realmente quiero hacerte, cómo mido mis palabras para no parecer demandante, cómo he aprendido a conformarme con versiones diluidas de lo que solíamos compartir.

No quiero perderte, aunque a veces pienso que ya te perdí y solo estoy aferrada a un recuerdo con tu rostro. No sé qué guerra libras en silencio, qué batallas enfrentas sin decirme. Solo sé que construiste un muro y dejaste una puerta tan pequeña que ya no sé cómo atravesarla.

Si pudieras ver a través de mis ojos, sabrías que para mí sigues siendo ese universo completo que descubrí. Que no necesito que seas perfecto, solo real. Que puedes mostrarme tus heridas, tus miedos, tus dudas. Que no necesito que lo hagas todo por mí; solo necesito que estés realmente presente cuando estés conmigo.

Extraño la forma en que me mirabas como si fuera un libro que querías leer página por página, sin prisa. Ahora me ojeas como quien revisa un texto ya conocido, buscando solo confirmar que nada ha cambiado.

No sé qué nos pasó. No sé en qué momento el silencio dejó de ser cómplice para volverse muro. No sé cómo nombrarlo, porque nunca nombramos lo que teníamos. Solo sé que existe este vacío entre nosotros que crece con cada conversación superficial, con cada abrazo protocolar, con cada "estoy bien" que ambos sabemos que es mentira.

Quizás nunca leas estas palabras. Quizás nunca encuentre el valor para desnudar así mis pensamientos frente a ti. Pero si alguna vez lo hago, quiero que sepas que sigo esperando. No a que vuelvas a ser quien eras —todos cambiamos, todos evolucionamos— sino a que me permitas conocer a quien eres ahora, con tus nuevas sombras y tus nuevas luces.

Porque para mí, sigues siendo ese alguien especial que no quiero dejar ir. Y si hay un camino de regreso hacia la sinceridad entre nosotros, quiero encontrarlo contigo, paso a paso, verdad a verdad, aunque eso signifique descubrir que ya no somos quienes éramos y que lo nuestro también debe transformarse.

No te pido que vuelvas. Te pido que realmente estés aquí, sea cual sea la verdad que cargas. Porque prefiero una verdad dolorosa a este limbo de medias presencias y sonrisas vacías. Porque lo único que siempre valoré de nosotros fue esa honestidad sin filtros que nos hizo diferentes a todo lo demás.

Y si decides quedarte realmente, no como un fantasma de ti mismo, aquí estaré. No porque no tenga a dónde ir, sino porque ningún lugar me ha hecho sentir como ese espacio invisible que creamos cuando realmente estábamos juntos.

Kilometers of Silence👇🏽👇🏽👇🏽They say distance is just a number. That when two souls are meant to be, not even oceans can ...
16/05/2025

Kilometers of Silence

👇🏽👇🏽👇🏽

They say distance is just a number. That when two souls are meant to be, not even oceans can separate them. I believed that little white lie while counting the days on the calendar to see you, falling asleep hugging the phone after hearing your voice break up due to bad signal.

I remember the first time I saw you in person, after months of only seeing each other through screens. The airport, people passing by with their luggage, and suddenly there you were. Real. Tangible. My heart beating so hard I thought everyone could hear it. That hug I had imagined so many times, finally made real. Your eyes, which in person had a sparkle no camera had ever captured.

Those days together felt like borrowed time. Every minute counted, every second treasured as if it were the last. Walking down unfamiliar streets, feeling like I was finally in the right place. Your fingers intertwined with mine, your lips saying my name without the interference of technology. I naively thought that kind of intensity would be enough to carry us through whatever came next.

It wasn’t until the return trip, alone and surrounded by strangers, that I started to notice the first cracks. That strange feeling that something important had been left unsaid, floating in the air between us. Your messages taking longer to arrive. Your “I miss yous” sounding like rehearsed lines, not heartfelt truths.

I became an expert in reading between the lines. In deciphering your silences. In calculating time zones so I wouldn’t seem too needy, too present. In interpreting the exact tone of a “I’m busy” to know if you really were or just avoiding me. In counting the minutes it took you to reply and building theories about what it meant.

I gave so much, you know? I reorganized my entire life around our calls. I turned down opportunities that would’ve taken me farther from you. I explained to my friends again and again why it was worth loving someone I could only touch through a screen. I defended what we had like someone guarding a sandcastle while the tide crept in.

And you… you gave me crumbs. Small moments of attention that I cherished like jewels. A midnight message. An unexpected call. A vague promise to see each other soon. And when I told you I needed more, you made me feel greedy, like I didn’t appreciate your efforts. “I’m doing what I can,” you’d say, and I’d swallow my tears because I feared even that was too much to ask for.

The second time we saw each other, something had changed. There was a distance that wasn’t physical. Your hugs felt calculated, your kisses measured. I watched you while you slept and wondered if you were dreaming of me or of the freedom I was taking from you. In your eyes, there was a flicker of panic whenever I spoke of future plans, of closing the distance for good.

“I’m confused,” you finally said, as if confusion had simply happened to you, not something you had nurtured. As if you hadn’t had months—years—to examine your feelings before letting mine grow like vines around a structure that turned out to be made of paper.

The most painful part wasn’t losing you. It was realizing I never really had you. That while I was building bridges to reach you, you were building walls to keep me at a safe distance. That when I said “I love you” with the full weight of those words, you repeated them back like an echo, empty of commitment.

Now I understand that it wasn’t the geographic distance that separated us. It was the kilometers of silence between what I offered and what you were willing to receive. Between what I needed and what you were willing to give. Between my desire to build something real and your fear of anything that couldn’t be deleted with a simple “block contact.”

The last time we talked, you said it had never been enough. That my efforts, my sacrifices, my tears spilled in airports, my sleepless nights waiting for your calls—none of it had been enough. And you said it as if it was my failure, not yours. As if loving you with all I had was somehow a flaw.

What you didn’t understand is that it was never about giving “enough.” It was about giving the right thing. And while I offered you an entire garden, you gave me a withered flower and expected it to be enough. While I opened up my whole life to you, you only showed me the empty rooms of yours.

Now I look at the stamps missing from my passport like scars from battles I never got to fight, a time when hope weighed more than evidence. It reminds me that real distance isn’t measured in kilometers, but in willingness.

I’ve stopped calculating how much a ticket would cost to see you one last time. Not because I’ve stopped loving you, but because I finally love myself enough to realize I deserve more than crumbs disguised as banquets. And yes, I’m not ungrateful—I do recognize your effort.

And if one day, in some anonymous city, our paths cross again, I hope I have the strength to look you in the eye and thank you. Not for the love you gave me, but for the love you taught me to give myself when you couldn’t. For showing me that the most important distance isn’t the one that separates two bodies, but the one between what we deserve and what we accept.

Entre Tus Huellas y Mi Memoria👇🏽👇🏽👇🏽Te busco en los espacios vacíos que dejaste. En el hueco de la almohada donde tu cab...
15/05/2025

Entre Tus Huellas y Mi Memoria

👇🏽👇🏽👇🏽

Te busco en los espacios vacíos que dejaste. En el hueco de la almohada donde tu cabeza descansaba. En el silencio que ahora ocupa el lugar donde solía estar tu risa. En ese instante breve entre despertarme y recordar que ya no estás.

No fue el adiós lo que me quebró. Fue darme cuenta, en esos días posteriores, que había estado amando a alguien que solo existía en fragmentos. Que mientras yo construía un "nosotros" sólido y completo, tú solo me permitías ver esquinas iluminadas de quien realmente eras. El resto quedaba en sombras, en esos silencios que confundí con profundidad cuando solo eran ausencia.

Hay objetos en esta casa que siguen esperándote. El libro que dejaste a mitad, marcado con un boleto de tren. La taza que prefería tu boca sobre las demás. Ese suéter tuyo que deliberadamente olvidaste y que a veces, en las noches más frías del alma, todavía me pongo buscando un abrazo que ya no existe.

¿Sabes lo que significa reconstruir cada certeza? Volver a aprender a dormir en una cama que de pronto parece demasiado grande. Cocinar para una persona cuando las recetas que conoces son para dos. Caminar por las calles evitando los lugares donde fuimos felices, como si fueran precipicios donde podría caer de nuevo en tu recuerdo.

Es extraño cómo los sentimientos se transforman. Cómo lo que una vez fue calor y seguridad ahora se convierte en este frío que me recorre cuando pienso en todas las verdades a medias, en todas las promesas que pronunciaste mirándome a los ojos, sabiendo que no tenías intención de cumplirlas.

Me pregunto si alguna vez temblaste como yo tiemblo ahora. Si alguna vez te despertaste a mitad de la noche con esta sensación de haber sido despojado de algo esencial. Si alguna vez sentiste que las palabras "te amo" eran tan pesadas en tu boca que apenas podías pronunciarlas sin que se rompieran entre tus dientes.

Lo más difícil no es perderte. Es perder la versión de mí que existía cuando creía en nosotros. Esa persona que se sentía segura, que confiaba, que podía entregarse sin miedo. Esa persona que no calculaba el costo emocional de cada "buenos días", que no buscaba mensajes ocultos en frases simples, que no había aprendido a traducir el silencio en distancia.

Ahora camino por nuestros recuerdos como quien visita ruinas. Contemplo momentos que creí eternos y que resultaron ser tan frágiles. Noches enteras donde nos prometimos futuros mientras el presente ya se estaba desmoronando. Esos "para siempre" que no duraron ni un suspiro cuando la realidad se interpuso.

Hay días en que me pregunto si estuve ciego o simplemente elegí no ver. Si ignoré señales que ahora parecen tan evidentes o si realmente fuiste tan hábil ocultando tu verdad. Me pregunto si amé a una persona real o a un espejismo cuidadosamente construido para que yo cayera en él.

Mi cuerpo guarda memoria de ti. Mis brazos aún recuerdan la forma exacta de abrazarte. Mis manos aún sienten el peso de las tuyas. A veces, cuando estoy a punto de dormir, mi piel recuerda tu calor como si fuera actual, no un eco de algo perdido.

Y sin embargo, entre tanto dolor, hay una verdad que emerge como un brote terco entre escombros: esto también pasará. Este dolor que ahora parece infinito, esta ausencia que parece no tener fondo, este frío que ninguna manta puede mitigar... todo ello se transformará.

No hoy. No mañana. Quizás ni siquiera este año. Pero llegará un día en que tu nombre no sea un puñal en mi garganta. En que pueda pasar por los lugares que fueron nuestros sin que el suelo se tambalee bajo mis pies. En que las canciones que eran nuestras vuelvan a ser solo canciones.

Mientras tanto, aquí estoy. Recogiendo pedazos de quien fui. Aprendiendo a querer las partes de mí que tú no pudiste amar. Descubriendo que la soledad, aunque duela, es preferible a la ilusión. Que es mejor estar verdaderamente solo que falsamente acompañado.

Y si algún día nuestros caminos vuelven a cruzarse, quizás ni siquiera me reconozcas. No porque mi rostro haya cambiado, sino porque mis ojos ya no te mirarán como si fueras la respuesta a todas mis preguntas. Porque habré aprendido que algunas preguntas no tienen respuesta, y eso también es parte de vivir.

En el eco de tu ausencia, en el hueco de lo que pudo ser y no fue, estoy aprendiendo a escuchar mi propia voz. A reconocer mi propio latido. A habitar este cuerpo y esta vida que, aunque marcados por tu paso, siguen siendo únicamente míos.

Y tal vez ese sea el verdadero aprendizaje: que incluso en las noches más oscuras del alma, cuando tu recuerdo pesa como plomo, sigo respirando. Sigo aquí. Y eso, aunque ahora parezca poco, es el comienzo de todo lo que vendrá después de ti.

Lo Que No Pudimos Decirnos 💔👇🏽👇🏽👇🏽Todavía guardo ese mensaje que nunca te envié. Ese donde finalmente me atreví a decirt...
14/05/2025

Lo Que No Pudimos Decirnos 💔

👇🏽👇🏽👇🏽

Todavía guardo ese mensaje que nunca te envié. Ese donde finalmente me atreví a decirte todo lo que callé mientras sonreía, asintiendo a tus planes en los que yo era cada vez más pequeña, más invisible.

Anoche encontré la taza donde bebías café. La que dejaste olvidada aquella mañana de domingo, cuando dijiste "vuelvo pronto" con la ligereza de quien realmente piensa regresar. La lavé por última vez, sintiendo en mis dedos temblorosos el último rastro físico de tu presencia. Y entonces, como una inundación silenciosa, llegaron todas las palabras que nunca nos dijimos.

¿Recuerdas cuando me miraste a los ojos y prometiste que siempre seríamos honestos? Yo te creí. Con esa fe ciega de quien entrega las llaves de su alma sin pedir garantías. Y mientras tú construías silencios entre nosotros, yo interpretaba tu distancia como cansancio, tus ausencias como necesidad de espacio, tus mentiras como temor a lastimarme.

La decepción no llegó el día que descubrí la verdad. Llegó en pequeñas dosis, en cada momento en que intuí que algo no encajaba pero decidí no ver. En cada noche que me dormí abrazando dudas. En cada mañana que desperté tragándome preguntas. La decepción fue ese veneno lento que fui bebiendo mientras fingía que todo estaba bien.

Hay noches en que despierto con tu nombre atrapado en la garganta. Noches en que el eco de tu risa regresa como un fantasma cruel. Y me pregunto si alguna vez fuiste real o si solo construí una versión de ti en la que pudiera creer. Si amé a una persona o a un espejismo que se deshizo entre mis dedos cuando intenté sostenerlo con más fuerza.

Lo más doloroso no es que te hayas ido. Es darme cuenta de que nunca estuviste completamente aquí. Que mientras yo te entregaba mapas detallados de mis heridas y mis sueños, tú me mostrabas únicamente las habitaciones vacías de quien ya ha decidido marcharse.

Mi madre solía decir que el amor verdadero está hecho de tiempo compartido. No hablaba de grandes momentos, sino de esa cotidianidad sagrada: desayunos en silencio, enfermedades cuidadas, problemas resueltos juntos. Ahora entiendo que entregué años de mi vida a alguien que solo estaba de paso, que plantó flores en mi jardín sabiendo que no estaría para verlas florecer.

Me duele reconocer que aún te busco. En canciones que juramos eran nuestras. En películas que vimos abrazados. En restaurantes donde nos miramos a los ojos prometiéndonos eternidades que duraron menos que el postre compartido. Me duele saber que fuimos tan genuinos en momentos tan efímeros.

A veces me pregunto qué fue lo que realmente perdí. Si fue tu amor o la idea que tenía de él. Si fue tu presencia o la seguridad que sentía al creer que había encontrado un hogar en otra persona. Si lo que lloro es tu ausencia o la muerte de quien fui cuando creía en nosotros.

La decepción más grande no es descubrir que no me amabas como decías. Es descubrir que yo tampoco te conocía como creía. Que amé con devoción a alguien que quizás solo existía en mi necesidad de ser amada.

Y aun así, en las noches más oscuras, cuando el silencio pesa como plomo, hay una verdad que me sostiene: sobreviviré a esto. Las mismas manos que sostenían las tuyas aprenderán a sostenerse a sí mismas. El mismo corazón que latía acelerado al verte aprenderá nuevos ritmos. La misma voz que pronunciaba tu nombre como plegaria aprenderá a decir "estoy bien" y, algún día, será verdad.

La decepción me ha enseñado que el amor no siempre nos salva. A veces nos rompe. Nos desmiembra. Nos obliga a recoger pedazos de nosotros mismos esparcidos en habitaciones vacías. Pero en ese doloroso reencuentro con nuestros fragmentos, quizás encontremos partes de nosotros que habíamos olvidado.

Hoy guardé tu taza en una caja. Junto con las fotografías, las entradas de cine y ese mensaje que nunca envié. No para olvidar, sino para recordar que sobreviví. Que la decepción, por grande que sea, no me definirá para siempre. Que este dolor que ahora parece infinito, algún día será solo una cicatriz que me recuerde mi propia fortaleza.

Y tal vez, solo tal vez, la próxima vez que alguien me pregunte "¿estás bien?", podré responder sin que la voz se me quiebre. Podré decir "estoy sanando" y será el comienzo de una nueva verdad.

Dirección

Medellín

Teléfono

+573104853556

Página web

Notificaciones

Sé el primero en enterarse y déjanos enviarle un correo electrónico cuando Decepción Amorosa. publique noticias y promociones. Su dirección de correo electrónico no se utilizará para ningún otro fin, y puede darse de baja en cualquier momento.

Contacto La Empresa

Enviar un mensaje a Decepción Amorosa.:

Compartir

Categoría