
02/08/2025
"PAPÁ ESTÁ EN LA ANDROPAUSIA"
… pero nadie lo dice en voz alta.
Porque en esta sociedad tan moderna pero tan hipócrita, si una mujer entra en la menopausia, se vuelve tema de chisme, de burla, de excusa para descalificarla.
Dicen que está insoportable, que ya cambió, que seguro por eso está tan irritable. Pero si papá cambia… es “la edad”, “el estrés”, “los problemas del trabajo”.
No, señores. Papá también cambia.
Y no solo físicamente: cambia su ánimo, cambia su carácter, cambia su forma de ver la vida.
A veces se vuelve más callado, más nostálgico, más desconectado.
Y nadie se atreve a preguntarle cómo se siente.
¿Por qué?
Porque al hombre se le exige ser fuerte, silencioso, estable.
Se le da permiso para estar cansado… pero no para quebrarse.
Se le permite enojarse… pero no llorar.
Y eso es tan injusto como decir que mamá no puede envejecer con dignidad.
La andropausia también existe.
Y aunque no se hable de ella tanto como de la menopausia, es real.
Pero mientras a la mujer se le manda al médico, al psicólogo y hasta al chamán, al hombre se le da una cerveza y se le dice: “Tú relájate, viejo. Ya se te pasará.”
No. No se trata de “relajarse”.
Se trata de ser conscientes de que el tiempo nos cambia a todos.
De que también papá puede estar confundido, triste, emocionalmente agotado.Y que necesita ser escuchado, no ignorado.
Acompañado, no justificado.
Porque algunos padres, en silencio, están lidiando con tormentas internas.
Con el espejo que ya no refleja al joven que fueron. Con las responsabilidades que pesan más que antes. Con la sensación de que ya no son tan necesarios como antes.
Y eso también duele.
Así que si tienes a papá contigo… míralo bien.
Tal vez ya no grita tanto, pero su mirada lo dice todo.
Tal vez ya no participa en todo, pero su presencia sigue siendo una guía.
No lo trates como si nada pasara.
No minimices sus cambios ni su cansancio.
No te burles de su silencio ni de su necesidad de estar solo a veces.
Papá está en una etapa que también requiere apoyo, respeto, comprensión.
Y madurez —sí, madurez de su parte— para aceptar lo que vive y trabajarlo con responsabilidad.
Porque no se vale desquitarse con la familia, ni encerrarse en sí mismo y hacer como si nada pasara.
Hablen. Abrácenlo. Inclúyanlo. Denle su espacio, pero no lo suelten.
Porque también los hombres necesitan sentirse queridos cuando el cuerpo y el alma empiezan a cambiar.
Y sobre todo: que nadie más tenga que decir lo que él no se atreve a confesar.
Papá también necesita ser cuidado. Y no solo cuando ya está enfermo, sino cuando su espíritu empieza a apagarse poquito a poco.