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21/08/2025
 LA CONVIVENCIA Y LA ACADEMIA  TOMADAS DE LA MANOPor: Juvenal Nieves Herrera“Es el diálogo y la intersubjetividad el que...
17/08/2025


LA CONVIVENCIA Y LA ACADEMIA TOMADAS DE LA MANO

Por: Juvenal Nieves Herrera

“Es el diálogo y la intersubjetividad el que permite a las personas que se encuentren y se desencuentren una y otra vez, que construyan sus propias existencias, que se libren y se emancipen” Paulo Freire.
El tema que abordamos invita a los integrantes de la sociedad a debatir y pronunciarse sobre los acontecimientos propios de una institución escolar que no se deben dejar solo a los directivos y docentes sino que como actores fundamentales de los centros educativos todos deben participar. Es el sentido de la presente columna con la relación entre la convivencia y la academia.

La organización Colegial, estará orientada por los gestores de la comunidad Educativa (Maestros, estudiantes y Padres de Familia) atendiendo a una estrecha cooperación entre ellos y, a claros principios filosóficos como condición básica para perfilar un consenso armonioso en la co-dirección de las políticas educativas y pedagógicas que guiarán el Centro Docente.

Las escuelas y colegios deben tener claridad en que época viven, por lo tanto sus políticas y acciones deben estar en correspondencia con la generación presente de los estudiantes y no con la pasada de los maestros. En tal sentido los proyectos de carácter instituyente por su dinamismo serán modernos en lo académico, científico, tecnológico, social y cultural.

No puede existir una institución sin principios básicos de funcionamiento y menos sin concepción de organización y convivencia.

Definir el objeto principal de trabajo, el perfil de los estudiantes, las relaciones entre los componentes internos y la integración con la sociedad en general, será presupuestos permanente que los centros educativos deben tejer cotidianamente.
El para qué, el por qué, con quién, dónde son preguntas siempre vigentes para discutir y actuar en perspectiva de desarrollo de la institución escolar.
Los seres humanos han generado diversos espacios para compartir y convivir: La familia con las características propias de cada una; los barrios y los pueblos donde se amplían los sistemas de relación en los ámbitos de la sociedad y, las instituciones educativas (escuelas y colegios), donde se concentran por lo menos durante el año escolar toda una gama de Inter-relaciones que antes eran disciplinadas y hoy se pretende que se encausen dentro de los marcos de la convivencia. No es fácil, toda vez que la influencia política, social, económica, cultural que viven permanentemente los niños y jóvenes se trasladan al interior de las instituciones educativas; pero tampoco es imposible, buscar alternativas de transformación en los comportamientos de los escolares.
Al interior de los establecimientos docentes que por su arquitectura no se diferencian mucho de cuarteles, cárceles y hospitales (M. Foucault) se debe generar sobre todo, por la iniciativa de los directivos y docentes un ambiente para la formación en convivencia que vaya tomada de la mano con la academia. La una sin la otra no puede con-vivir.
Existen por lo general en cada curso unos estudiantes irresistibles que angustian y estresan a los profesores. Las alternativas para la relación con éstos alumnos se establecerán en las condiciones de retirarlos del salón, negarles el uso de la palabra, sancionarlos por días, enviarlos al patio, colocarles trabajos físicos, escarmentarlos frente a sus compañeros, no matricularlos para los próximos años, etc. O por el contrario estudiar su problemática, analizar con orientación y psicología, sus antecedentes familiares, escucharles sus dolencias, tratarlos con amistad y ponderación, darles un tratamiento de importancia y presencia, ofrecerles otras posibilidades de acción y participación, conocer su familia y dialogar cercanamente con ellos; establecer sus compromisos de clase y de colegio, ganarlos para sus intereses personales, brindarles apoyo y afecto en la garantía no solo para ellos sino para todos los compañeros de curso, en atención a que son sujetos de derechos y desde luego, de responsabilidades frente a su vida escolar.
La clase, evidentemente no puede convertirse en un jardín infantil para sortear solo las dificultades y las acciones de los estudiantes que de pronto, no dejan trabajar. Pero tampoco es un nicho parecido a una iglesia, donde solo el cura habla y el miserere es un absoluto silencio. El aula de clase es un espacio para compartir conocimientos donde el maestro con su sabiduría, didáctica y metódica atrae a los estudiantes para el saber, la enseñanza y los aprendizajes.
La actividad principal del momento de clase se expresa en la relación con la academia como un acumulado de riqueza histórica que los hombres y mujeres han tejido para fortalecer nuevos avances de la ciencia, el arte, la cultura, las humanidades, la actividad física, que cotidianamente se deben continuar recreando en las aulas escolares.
La práctica docente, con todo y lo exigente que se realiza debe articular sus propósitos con una definida concepción de convivencia en clara relación con la academia como asunto protagónico del quehacer pedagógico. Dictar clase, fue una ceremonia del pasado y, de mantenerse será generadora de apatía, aburrimiento, desencanto para los estudiantes y no (alumnos que son seres pasivos) que los llevará a ser factores perturbadores del orden predeterminado por el docente de área o director de curso que espera solícito, un silencio para poder trabajar.
La relación convivencia-academia, debe tener una férrea articulación donde puedan convivir las dos, sin solo exigir convivencia para hacer academia. Una buena academia será generadora de una armónica convivencia.
Al interior del aula y en otros espacios para la práctica académica se debe fomentar sin dictadura, ni autoritarismo del adulto hacia el menor, unas orientaciones de respeto mutuo, participación, diálogo, controversia, libre juego de ideas, camaradería, compañerismo, solidaridad, apoyo, y solución civilizada de problemas y conflictos.
La cultura de la convivencia como garantía para el ejercicio de la academia y el aprendizaje, no podrá nunca ser concebida como una estrategia para silenciar a los estudiantes o impedir su libre determinación y expresión. Si la academia es brillante y plena de iniciativas para cautivar a los estudiantes en su activad principal dentro del establecimiento, se constituirá en propiciadora de diálogo y argumentación profunda que le enseñe a los escolares a participar con sentido y a convertirse en sujeto que goza la academia como expresión de la convivencia. No será posible el aprendizaje sin convivencia, como tampoco la convivencia sin sistemas dinámicos de enseñanza.
Si no se permite la práctica de la convivencia al interior del Aula y de los centros escolares, es muy difícil que los futuros ciudadanos sean activos en eventos democráticos y de convivencia social.
Ahora, de presentarse problemas y conflictos de “indisciplina”, como seguro ocurrirán, es menester que el enfoque de cultura de convivencia, resuelva las situaciones por la vía democrática, persuasiva, educativa y formativa que reoriente el cauce de la fraternidad en las aulas, en espacios amplios de enseñanza y en toda la cobertura de la institución escolar.
Los colegios y escuelas son lugares de formación de nuevas generaciones y ello implica un gran esfuerzo por la conciliación, la reconsideración de los casos, la alternativa democrática, la vivencia de diversas relaciones interdocentes para el disfrute alegre tanto de estudiantes y profesores de la vida escolar.
Esas premisas de mano cogida entre la convivencia y la academia serán garantía de calidad educativa para los avances sociales de un país que urge conocimiento, saberes y convivencia.
Moniquirá, 17 de agosto de 2025

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 EL IMPOLUTO         Por: Juvenal Nieves HerreraEn cierto país del que no quisiera acordarme apareció desde las cenizas ...
03/08/2025



EL IMPOLUTO

Por: Juvenal Nieves Herrera

En cierto país del que no quisiera acordarme apareció desde las cenizas un ser muy peculiar. Bajo de estatura, caminar cantinflesco y rodilliapartado, de risa postiza, mirada adusta y un copete en su peinado. Dependía de sus jefes a pesar de haber contado con liderazgo estudiantil en la pontificia universidad. Desentrañar algún ideario más allá de su discurso confesional era imposible. Se preciaba de mujeriego y hasta comparó a su novia con una cabalgadura que no pudo montar. Se llegó a decir, con cierto fundamento, que había hecho un pacto con el diablo para que ningún maleficio, mala hierba, mordedura de culebra, chisme, muñecos con alfileres, señalamiento, bala perdida, cámara fotográfica, flash, microchip o investigación alguna lo pudiera descubrir o comprometer.
Caminando por senderos de espinas, se metía en aguas negras, bebía vermífugos no recetados, se acostaba sobre tablas con puntillas, surcaba noches sin luna, los perros más bravos no lo mordían, y nada le socavaba su impertérrito carácter y su imagen de hombre incorruptible. Y las gentes se la creían. Muchas veces se le oyó decir que había sido enviado por una divinidad que secretamente lo había santificado y convertido en un nuevo redentor.
El círculo de amigos que escogía cumplía a cabalidad con el papel asignado. El único que miraba hacia adelante no podía ser otro que él. Los demás agachaban sus cabezas a la espera de las órdenes que invariablemente ejecutaban sin ninguna observación. Habiéndose hecho conocer por sus antecedentes familiares de tipo campesino y ciudadano ilustrado, se fue colando por los recovecos de la política regional donde se inventó unas fórmulas para convivir que protegían su feudo y combatían a las fuerzas archienemigas que ponían en riesgo su dominio territorial. Los seguidores le aclamaban las propuestas que despejaban los caminos de malas hierbas.
Hábil con la palabra, como culebrero de pueblo, hizo su campaña política a partir de su propia postulación como candidato territorial. Dinero y aportes no le faltaron. Escuadrones organizados le llenaron las arcas para moverse por tierra, ríos y mar. Cada que había contiendas electorales a los campesinos y a los más pobres, les llegaba su bonanza de tejas, herramientas de labranza y plata en efectivo que apenas les alcanzaba para paliar alguna necesidad menor. De esta manera el triunfo se daba por descontado y el autoproclamado candidato aseguraba su curul con suma facilidad.
De la provincia saltó al mismísimo capitolio, centro de la democracia. El senado en pleno le aplaudió sus dotes en el difícil arte de la oratoria con el que pudo ganarse la simpatía de una pintoresca fauna: camaleones y lagartos de variadas especies, elefantes, perros, micos, orangutanes, sapos, ratas. Sus proyectos de leyes basaban su orientación en las pretensiones del imperio y en la privatización. Ya el país había cedido tanto su patrimonio que muy poco era lo que quedaba, y por ello el zarpazo a la salud se tenía que armonizar con los espejos enseñados por otras naciones. Los médicos cayeron en la trampa y se dispusieron a abrir clínicas privadas hasta que las ballenas se devoraron a los peces chicos. Todas las batas blancas en su mayoría se convirtieron en obreros de la medicina.
Nuestro consabido personaje había logrado lo que en sueños aspiró siempre: copar los más altos estrados de la vida pública. Su apetito no se saciaría hasta subir al solio perseguido por delfines e hijos de personas influyentes, más por lo económico que por las capacidades del intelecto. De modo que inició una cruzada por todos los rincones de la patria en busca de electores, gamonales de las regiones y organizaciones no muy santas que lo apoyaron, seducidos por las contraprestaciones que les producía la obediencia debida. Con la mano sobre su pecho y al frente de una bandera tricolor, juraba que le serviría a su nación librando al país de las alimañas terroristas yde delincuencia política para lo cual acudiría al todo vale, y a cualquiera de las formas posibles que le permitieran cruzarse la banda presidencial.
Sin mayor esfuerzo logra dividir los rediles para echarse entre el bolsillo, no sólo recursos conseguidos con el sudor de otros que se la jugaron como los más expertos tahúres para llevar a los compromisarios en fila india a las urnas. Y ocurrió el milagro de conseguir la gloria que sus mayores le habían dicho que abrazaría. Subió como un príncipe las escaleras del palacio presidencial. Muchos llegaron a pensar que el oasis de paz y un paraíso parecido al de Adán y Eva llegaría por fin.
A pesar de que los reflectores de cámaras lo iluminarían para presentarlo como un hombre fresco y convincente las cosas siguieron igual. Palos para allá. Palos para el otro lado. Palos de ciego. Pero además sabía que siempre hay que mantener las expectativas y no dar la satisfacción plena del cumplimiento de alguna promesa. Lo había aprendido por sus periplos en otras latitudes, donde nunca se comprometían con nada, haciendo las tareas cortas que no transformaban pero mantenían la imagen. Y este país olvidadizo y despreocupado, que vivía del día a día, no tenía tiempo para ocuparse de los quehaceres de sus gobernantes.
Desde bambalinas y con la careta puesta se mantenía al pueblo sin techo y sin trabajo. O ganando apenas para su subsistencia, ocupados en sus propias pesadillas, sin un instante de tiempo para asomarse a la ventana y observar el panorama pintado con las mismas acuarelas descoloridas de las campiñas desoladas. Así, quién no gobierna. Nada de vigilancia. Nada de crítica. Nada de oposición. Solo los pocos animales políticos disfrutando de las migajas tiradas por el príncipe mayor.
Y como gallina cacareando, puso tres huevitos sobre el nido sin lograr que los tres huevitos empollaran. Se volvieron hueros, mal olientes, pútridos, sin clara ni yema, un revuelto indigerible. Sin embargo, el papi de los huevillos, sin olfato ni glándulas gustativas, todos los días los colocaba en el mismo cesto que muy pocos se atrevían a tragar.
Los días pasaban y el odio visceral a los sectores que no fueran sus mismas fuerzas lo inspiraban a aliarse hasta con el diablo para derrotar a los contendientes que por más de medio siglo, unas veces con ideología y otras con brutalidad, mantenían a raya al establecimiento. No era amigo del diálogo, menos de la conciliación y mucho menos de la negociación. Para él, la tierra arrasada siempre había sido su obsesión y con ello quedaría gobernando como un rey sin tener que rendirle cuentas a nadie.
Con esas premisas casi pone un soldado en cada casa para taparle todos los espacios a las fuerzas sediciosas. Pero además se inventó con ayuda de sus más cercanos asesores unas cuadrillas, no de trabajadores, sino de seres bastantes raros que aparecieron como hongos de trueno y le aceptaron integrar comandos que, armados hasta los dientes, se dieron a la tarea de acabar hasta con su propia sombra. Los ríos, contaminados y amarillentos, como por arte de magia comenzaron a cambiar de color y de teñirse de rojo con los cientos de litros de sangre que vertieron los cuerpos de tanto mu**to y desaparecido. Una guerra no declarada que, sin embargo, pretendía llenar de paz el país que seguía sin memoria.
Antes que hombres, aquellos tipos parecían animales salvajes, infernales y hasta diabólicos: sabandijas, carroñas, estercoleros, sanguijuelas, viudas negras, hienas y alacranes. O peor que los mismos animales. Un tigre para su supervivencia toma un venado y sacia su hambre. Los humanos disparan una ráfaga, y otra, y otra, dejando tendidos varios de sus congéneres, y no se da por satisfecho. Y de ese círculo de personajes se rodeaba el gobernante que caminaba muy pasito sin romper un solo huevo de su canasta. El país entero conocía de sus tentáculos pero nadie se atrevía a abrir la boca. Un disparo al aire o una bala perdida podría cerrársela.
Hay seres que ni la sal bigua les hace efecto. Están blindados a todo: al mal de ojo, al descuaje, a la tosferina, a un choque eléctrico, a la caída de un rayo, un torpedo, a las malas lenguas, a un chubasco, a una ola de tres metros, a los vientos huracanados, a todos los fenómenos naturales que arrasan sin dejar nada. Pero el príncipe siempre queda en pie y sin tambalearse. En cruce de disparos los balines le rebotaban, y sus contrarios ni siquiera le pegaban a la pared.
Emitía decretos de salvación de la economía, de la banca, de los terratenientes. Es decir, beneficiaba a los de la loma. A los del valle les caía el agua de escorrentía con desperdicios que debían recibir de bruces.
Los rambos, los veteranos de guerra de extramuros, fueron contratados para entrenar a los subordinados criollos. Y con los ejércitos de campesinos vestidos de soldados y policías, y cuadrillas de autoapoyo, la pacificación se lograría sin lugar a dudas. En los púlpitos rezaban y en las graderías de los capitolios le aplaudían su valentía.
Uno a uno iban cayendo sus enemigos políticos. Se mataba y luego se juzgaba. Indigentes y desocupados fueron engañados con la ilusión de un trabajo fácil pero resultaban mu**tos, vestidos de camuflaje, en lo que llamaron falsos positivos.
El príncipe en ocasiones se paraba frente a los micrófonos y cámaras de televisión, sin público, pero con la parafernalia tecnológica necesaria para hacer creer que todo el mundo le paraba oreja. Y como los dueños de los medios de comunicación estaban a su entero servicio, no hacía mucho esfuerzo para tratar de convencer al país que la guerra la estaba ganando. La verdad que se filtraba era que sus enemigos del conflicto eterno se replegaban para volver a atacar. Pero su extinción estaba lejos de suceder. Ante esta situación, sus más cercanos colaboradores le recomendaron acudir a los machetes y atentados, a los fierros y motosierras. Y así se hizo. Por otra parte, al interior del establo donde se debatían las leyes, llegaron a ocupar las curules unos personajes que democráticamente le apoyaban todas sus osadías.
Por donde se le mirara, la estrategia estaba bien estudiada. Su blindaje era perfecto, sin rendija alguna que generara desconfianza en las órdenes del general de cien soles. La seguridad del personaje contaba con varios anillos concéntricos. Apenas se le alcanzaba a notar la cabeza con su peinado de bucles y los zapatos bien lustrados. Mientras él contaba con la máxima protección, los demás terrenales se cuidaban a sí mismos. Pero los tiempos no son eternos y en consecuencia se van agotando, aunque se tomen gotitas de la eterna juventud.
El balance adelantado por su ejército de asesores convencían al país que lo prometido en campaña se estaba cumpliendo. Que los caños mal olientes habían sido descontaminados. Que las aguas para las municipalidades llegaba potable y abundante. Que dos mil quinientos kilómetros de carreteras habían sido intervenidos y puestos en buen estado. Sin embargo, las evidencias decían otra cosa. Las moto niveladoras apenas rasuraban los carreteables con sus cuchillas y el invierno se encargaba de sembrarles miles de huecos. La educación, por su parte, fue objeto de una gran revolución en su cobertura, pero continuó peor.
Los maestros y sindicalistas seguían desapareciendo; los labriegos batieron el récord mundial de desplazados y en las ciudades a donde llegaban se les contentaba con bonos para sus familias. Era el clásico tome y calle. Se redobló la cantidad de efectivos de las fuerzas armadas hasta el punto que se convirtió en la más grande de América Latina. Los alguaciles que cumplieron el pie de la letra la tarea de los falsos positiva, medalla en pecho fueron condecorados y enviados a puestos diplomáticos.
Al término de su período se embriagó por el amor a la patria. En medio de su guayabo vislumbró que debía permanecer hasta el último minuto y no quería soltar la teta de la cual había bebido hasta dejarla absolutamente seca, como quebrada atacada por tala de bosque. Salió por la puerta de atrás sin despedirse de sus subalternos que le habían tendido la alfombra roja para comunicarse con el nuevo mandatario, salido de sus propios huesos. El hombre se descompuso cuando éste no satisfizo su voraz apetito burocrático y, para sus adentros, juró venganza y le declaró la oposición permanente
El mal no duró cien años. Al perder la reelección, sus amigos y testaferros se sintieron desolados, y aquellos que no estaban en la cárcel se dedicaron como bandas del crimen organizado a continuar los desmanes sobre la población rural para apoderarse de sus tierras y enviarlos, tras su despojo, a los cordones de miseria de las ciudades. Cuando el jefe abandona la manada, estas se dispersan, se azoran, se confunden y cometen torpezas.
Sin el amparo de su protector una horda de facinerosos fue extraditada al imperio del norte donde empezaron a cantar sus crímenes, no tanto por arrepentimiento como por la búsqueda de concesiones de carácter penal. Eran tristes melodías de los más aberrantes episodios de odio y muerte. De esta manera la olla se destapó más temprano que tarde. Ante los tribunales de aquel reino lejano las declaraciones comenzaron a comprometer a los más seriotes politicastros, a militares y empresarios, a políticos y funcionarios del gobierno de marras. El adalid de la libertad rodeado de su pléyade de guardaespaldas caminaba orondo como si no estuviera bailando en la misma fiesta. El barro esparcido por el aerolito que había caído en el inmenso charco del crimen y la corrupción no salpicaba al director de la orquesta. El cieno que lo tocaba le resbalaba en forma increíble y su imagen cuestionada se mantenía intacta, serena, inmaculada.
Uno a uno fueron cayendo. Una vez se les escuchaba en la audiencias preparadas para dar curso a la aplicación de justicia los acusados de paramilitarismo y de crímenes atroces eran remitidos a cárceles especiales que más parecían casa quintas que verdaderos panópticos. Y a soto boche se filtraba que los tiempos de prisión no se cumplían a cabalidad, sino que gracias a todo tipo de estratagemas a los condenados se les veía en la calle como a Pedro por su casa, burlando la ley y las sentencias.
El intachable, sólo se expresaba por unos trinos que defendían a sus buenos muchachos, según él, perseguidos por la justicia. Justicia que él mismo había acomodado y que burlaba cuando las evidencias delictivas lo señalaban responsable. En ocasiones alertaba y aconsejaba a sus secuaces para que abandonaran el país y buscaran refugio en un gobierno de sus afectos aduciendo falta de garantías. Esto le permitía, por un lado, librarse de algún señalamiento y, por otro, privar a las víctimas de la verdad y la reparación.
Nadie del reino lo podía creer, pero él continuaba caminando sin tocar la tierra que empolvara sus zapatos. De todos lados le enviaban f lechas envenenadas que, como cacique pluma blanca, atrapaba y destrozaba con un fuerte golpe en la rodilla. Por sus fauces expelía un fuerte viento que ni el mismo dios Eolo sería capaz de lanzar para derrumbar a quienes se atrevían a complotar con la majestad impoluta.
Adivinen…..adivinadores…..

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02/08/2025

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Boyacá, Santander y todo el país lo vivirá.

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