24/08/2025
*Río Viejo: un vuelo de sueños en cada cometa*
Por: *Emilio Gutiérrez Yance*
En la cancha Efraín Ernesto, corazón polvoriento de Río Viejo, el viento parecía tener cita con la esperanza. Era agosto, mes de las cometas, y los niños corrían descalzos sobre la tierra caliente, como si el sol mismo les diera alas. Cada hilo que sostenían parecía un cordón invisible que los unía no solo a sus sueños, sino también al cielo inmenso que cubría al pueblo.
La Policía Nacional, a través del Grupo de Protección a la Infancia y Adolescencia, había llegado con un propósito: sembrar seguridad, pero también alegría. Bajo el lema “Elevemos sueños, construyamos futuro”, los uniformados dejaron a un lado el rigor de las calles para mezclarse entre risas, juegos y cometas multicolores que pintaban el firmamento.
La jornada no era un acto frío ni un protocolo repetido; era un ritual comunitario donde cada familia se hacía guardiana de los niños y niñas. Allí estaban la administración municipal, la comisaría de familia, los jóvenes constructores de paz, y hasta los abuelos, que observaban con nostalgia como sus nietos aprendían que el viento, como la vida, hay que saberlo guiar.
En medio del bullicio, los policías recordaban a los padres:
—Acompañen siempre a sus hijos, busquen espacios seguros, no usen hilos metálicos, enséñenles el cuidado propio.
Sus palabras parecían plegarias lanzadas al aire, consejos que se enredaban en los hilos de las cometas para subir con ellas y quedar grabados en las nubes.
El campo de fútbol, que otras veces fue testigo de goles y derrotas, se convirtió en un tapiz mágico. Las cometas no eran simples juguetes: unas llevaban pintadas estrellas, otras corazones, y algunas parecían pájaros que se resistían a caer. Cada una representaba un deseo: la niña que soñaba con ser doctora, el niño que quería ser músico, el adolescente que anhelaba la paz en su pueblo.
Las familias compartían no solo meriendas y risas, sino también historias de respeto, de unión, de cómo proteger lo más sagrado: la niñez. Porque en Río Viejo, como en todo rincón del Caribe, la comunidad entiende que un niño seguro es un futuro que se asegura.
Cuando el sol empezó a caer sobre los techos de bahareque y el viento se fue calmando, todavía quedaban algunas cometas aferradas al cielo, como si no quisieran bajar. Quizás porque entendieron que aquel día no se trataba solo de elevar papel y caña, sino de recordar que los sueños, cuando se elevan juntos, tienen más fuerza para quedarse en lo alto.
Así, la Policía, la comunidad y los niños hicieron un pacto silencioso: que cada cometa lanzada sería un símbolo de cuidado, esperanza y vida. Y Río Viejo, ese pueblo que conversa con el viento, se quedó con el cielo bordado de colores y la certeza de que el futuro se construye de la mano, mirando siempre hacia arriba.
"Como Policía Nacional, estamos comprometidos con el futuro de nuestros niños y jóvenes. Invertir su tiempo libre en actividades constructivas, como el deporte, la cultura y la educación, es fundamental para alejarlos de la delincuencia y construir una sociedad más segura y próspera. Invitamos a padres, educadores y a toda la comunidad a trabajar juntos para brindarles oportunidades y acompañarlos en su camino". Manifestó el teniente coronel John Edward Correal Cabezas, comandante Departamento Policía Bolívar encargado.